NathanSimon me recibió en su oficina con una calurosa bienvenida. Era el alemán más extrovertido y bromista que había conocido. No era así todo el tiempo, cuando comenzábamos a hablar de negocios, se comportaba como un profesional en toda regla. —¿Tienes planes para la hora de la comida? Mi hermano quiere conocerte, le he hablado mucho de ti —comentó después de servirme un vaso con whisky en las rocas.—No, ningún plan —respondí indiferente, aunque, me mentiría a mí mismo si dijera que no me había emocionado. ¿Y si ella iba? Tenía muchas ganas de verla, no pensaba en otra cosa desde que abordé el avión. La veía en todas partes. Nunca era ella.—Está decidido entonces —sonrió conforme y, de inmediato, comenzamos a trabajar, había mucho por decidir y poco tiempo para hacerlo. Cerca del mediodía, salimos de la oficina hacia el restaurante en el que nos encontraríamos con su hermano. Mi corazón latía fuerte ante la posibilidad de ver a Evelyn. Nunca había sentido nada igual por nad
NathanPasaron casi cuatro horas antes de que Evelyn cruzara la puerta y acabara con mi miseria. —Hola, Evelyn —emití en un susurro lastimero. Quería salir del auto, pararme frente a ella y decirle que era la mujer más hermosa que había conocido, que era una hechicera que me tenía atrapado en un embrujo, que pensaba en ella cada día, que se había convertido en mi musa, en la fruta prohibida que me condenaría al infierno si me atrevía a comerla… De nuevo, me quedé en el auto deseándola a la distancia. En ese punto, solo había dos caminos que podía seguir si decidía acercarme a ella: decirle toda la verdad o fingir que era la primera vez que la veía e intentar conquistarla.Mis viajes a Hamburgo se hicieron cada vez más frecuentes, y aunque me excusaba detrás del trabajo, ella era la verdadera razón por la que iba. La seguía como una sombra, tomando cualquier pequeña oportunidad que tuviera de verla. Sabía que hacía mal, que actuaba como un acosador, y aun así, no podía parar. Se convir
NathanMe encontraba en la habitación de seguridad, mirando los monitores que trasmitían las imágenes de las cámaras instaladas en el salón, donde tenía lugar la exposición. America me llamó unas horas antes para decirme que había una posibilidad de que Evelyn asistiera a la exposición de Samuel Brown, que tomara la oportunidad de tener un «encuentro casual con ella». No había renunciado a su intento de juntarme con Evelyn. Sabía que seguía en la ciudad porque, la mañana siguiente, iría con Simon a la construcción. —El problema es que será un evento privado, no podrás entrar sin invitación —comentó con desgano.—Yo me encargo —pronuncié conciso. —¿Eso quiere decir que irás? —Su buen ánimo regresó de manera instantánea. —Sí. —¡Oh, mi Dios! Esta es la mejor noticia que me han dado en mucho tiempo. Espero que Eve asista y hagan clic —enunció emocionada—. Ella quizás no sea receptiva al inicio, no ha terminado de superar lo de Jake, pero sé que sabrás conquistarla. —Ya veremo
NathanMi corazón latía tan duro que pensé que iba a estallar. Había esperado tanto por un momento así, por tenerla frente a mí y que me viera, que me reconociera y supiera que existía. —¿Estás bien? —pregunté apreciativo cuando noté que tenía los ojos llorosos y la nariz enrojecida. ¿Qué la hizo llorar?, ¿por qué corría?Sin pronunciar una palabra, retrocedió rápido y se tropezó con sus pies, perdiendo el equilibrio. Mi reacción fue automática. Alargué la mano y envolví su delicada muñeca con mis dedos, haciendo contacto con su piel por primera vez. Sentí que morí y que volví a la vida, todo a la vez. Jamás sentí nada igual cuando toqué a una mujer, y había estado con muchas... Aquello no era más que un pequeño gesto, sutil, casto, pero contundente. Probaba que mis sentimientos por ella eran reales y no un delirio fabricado por mi mente. Susurré su nombre con voz ronca, cargada de emoción y esperanza. Evelyn arrancó su mano de la mía y huyó despavorida. Fui tras ella odi
Nathan Estuve trabajando todo el día, llegué a casa, me duché y me dormí temprano. Estaba agotado y necesitaba un buen descanso. La alarma se activó a las seis de la mañana, como todos los días. Le di un manotazo al reloj y me levanté de la cama con los ojos entrecerrados. Me metí al baño y me duché. Elegí ropa deportiva y salí a trotar alrededor de la manzana durante una hora. Cuando regresé, vi un auto estacionado frente a mi casa. Era Stella. Me saludó agitando la mano mientras decía mi nombre. La miré ceñudo y negué con la cabeza. —¿A qué has venido? —pregunté molesto. No esperaba que llevara las cosas tan lejos, pensé que había sido claro con ella. —No seas tonto, sabes a qué he venido y lo que puedes tener conmigo —respondió sonriendo. Caminó hacia mí con un andar sensual. Estaba usando un vestido muy ajustado color blanco, de falda corta, y con un profundo escote en forma de V en el busto que enseñaba demasiado. Combinó el vestuario con tacones altos color rojo que hacían
NathanSeguí mi camino, ingresé a la sala y me senté en el sillón que enfrentaba la entrada; cuando Evelyn viniera, yo sería al primero que vería. Sebastián y Keira ocuparon el sofá a mi derecha con su pequeña nena. Conformaban una hermosa familia, se notaba el amor que sentían el uno por el otro solo con observar cómo se miraban. ¿Ellos podían notar lo que yo sentía por Evelyn tan solo con mirarme? Tal vez no, era el rey de las máscaras, forjé mi carácter rodeado de muros para ocultar mis sentimientos y emociones. Pasaron unos minutos antes de que alguno dijera algo. El primero en hablar fue Sebastian, el tema de conversación que eligió fue Evelyn. Hablaba de ella con orgullo y emoción. Se notaba que era importante para él, que la amaba. Escuché pasos acercándose y mi corazón comenzó a latir con furor haciendo fluir mi sangre a gran velocidad. Entonces la vi y la calma que precede a la tormenta me envolvió. Mis ojos la recorrieron de arriba abajo con anhelo y ambición. La quería p
NathanAmerica me llamó a primera hora de la mañana para contarme lo que habló con Evelyn. Había pensado en comunicarme con ella, mas no estaba seguro de si debía hacerlo. Tan pronto vi su nombre en la pantalla de mi móvil, mi corazón enloqueció. Sabía que se trataba de Evelyn. Contesté con falsa quietud y escuché sus palabras con atención, no quería pasar nada por alto, tenía que estar preparado cuando fuera a verla. —Obvio que se disgustó conmigo por planear a sus espaldas su encuentro en la exposición, dijo que ahora se cuestionaba todo respecto a ti, aunque no debes preocuparte, sé que lo entenderá cuando lo piense mejor —aseguró muy convencida.Lo puse en duda. Tal vez se le pasaría el enojo con ella, era su cuñada y su amiga. Yo era cosa aparte. —Pensaba ir a la galería a verla, ahora no sé si sea buena idea —murmuré en tono pensativo. No quería empeorar las cosas. —Tienes que estar seguro, Evelyn necesita a alguien que sepa lo que quiere, un hombre que esté dispuesto a conqu
NathanMe sentí devastado, como construcción luego de ser golpeada por una gran bola de demolición: era escombros. Y cometí el puto error de verbalizar mis pensamientos. No fue hasta que la escuché gritar que me fuera y que no volviera a buscarla que fui consciente de lo que había dicho. «Tienes que dejarlo ir», fueron las cuatro palabras que me condenaron.Evelyn salió de su oficina echa un mar de lágrimas. La seguí sin saber qué hacer. Me detuve en seco cuando se encerró, en lo que después supe era un baño. ¡Qué idiota fui! No tenía ningún derecho a decirle una mierda. Kerstin se acercó preguntando qué sucedía. Le señalé donde estaba Evelyn y le pedí que se quedara cerca, que no la dejara sola. America sabría que hacer. Salí de la galería y marqué su número. Respondió tras el tercer tono. —Evelyn te necesita. ¿Puedes venir a la galería? —Le pregunté con urgencia, no soportaba saber que estaba llorando, que era el culpable de sus lágrimas. —Sí, sí. ¿Qué ha pasado? —inquirió con