NathanMe sentí devastado, como construcción luego de ser golpeada por una gran bola de demolición: era escombros. Y cometí el puto error de verbalizar mis pensamientos. No fue hasta que la escuché gritar que me fuera y que no volviera a buscarla que fui consciente de lo que había dicho. «Tienes que dejarlo ir», fueron las cuatro palabras que me condenaron.Evelyn salió de su oficina echa un mar de lágrimas. La seguí sin saber qué hacer. Me detuve en seco cuando se encerró, en lo que después supe era un baño. ¡Qué idiota fui! No tenía ningún derecho a decirle una mierda. Kerstin se acercó preguntando qué sucedía. Le señalé donde estaba Evelyn y le pedí que se quedara cerca, que no la dejara sola. America sabría que hacer. Salí de la galería y marqué su número. Respondió tras el tercer tono. —Evelyn te necesita. ¿Puedes venir a la galería? —Le pregunté con urgencia, no soportaba saber que estaba llorando, que era el culpable de sus lágrimas. —Sí, sí. ¿Qué ha pasado? —inquirió con
Nathan —Te escribí una carta, quería enviártela, pero no sabía dónde encontrarte —parloteó, echa un caos encantador. Cada segundo, me enamoraba un poco más de ella, como si poseyera algún poder para controlarme. Me moldeaba a su voluntad como barro en las manos de un alfarero—. Ten, lee esto, por favor. —Me pidió, extendiendo su mano hacía mí, con su smartphone sobre su palma.Lo alcancé y miré la pantalla con curiosidad.“Nathan, he querido disculparme contigo desde el momento que me di cuenta de lo injusta que fui. Lo siento mucho, tenías razón, necesito dejar ir a Jake, pero no estaba emocionalmente preparada para afrontar esa verdad. Escucharla de ti fue más difícil. Y también inesperado. Sentí que estabas pidiéndome algo que no te correspondía. Cruzaste una línea que provocó una reacción en mí. Creo que lo habías previsto, que tomaste el riesgo y asumiste las consecuencias. Sé que te has marchado y que dejaste a cargo de tus negocios a alguien más, pero espero poder verte de nue
NathanUn nuevo año había iniciado. Atrás habían quedado los días libres y el descanso. Era Nathan Müller, el heredero de una de las empresas más prestigiosas e importantes de Italia, además de tener mi propia empresa de arquitectura con grandes proyectos en marcha. «El soltero más cotizado de Milán», titulaban las revistas sensacionalistas. Recibía al menos diez llamadas al mes pidiendo entrevistarme, pero no me interesaba someterme al escarnio público. Si hubiera querido ese tipo de atención, no habría usado un seudónimo cuando decidí compartir mi arte con el mundo. —Stella ha vuelto a llamar, creo que deberías hablar con ella en algún momento —señaló Dean antes de sentarse en una de las sillas gemelas frente a mi escritorio. A diario, tomábamos café mientras leía mi agenda.—Sí, lo sé. Lo he pospuesto mucho tiempo. Escríbeme su número para llamarla. —Sorbí mi espresso mientras leía un email en la pantalla de mi portátil. —Greyson volará esta tarde a Hamburgo para reunirse con Sim
NathanSimon me recibió en su oficina cerca de las nueve de la mañana, habíamos quedado más temprano, pero se había retrasado por alguna razón que desconocía. Se disculpó por la demora y me invitó a pasar. Se veía serio y distraído, como si algo le preocupara. No quise preguntar, no era mi asunto, aunque tenía curiosidad. ¿Era respecto a Evelyn? Me obsesionaba cuando hablaba con él, o cuando sabía que lo vería. Sería tan fácil preguntarle por ella y obtener algo de información.—Dame un minuto —dijo dirigiéndose a la puerta, salió de la oficina y tardó cinco minutos en volver—. Lo siento, tengo mil cosas en la cabeza. Desde que Mare está embarazada, me preocupo todo el tiempo por ella.—Sí, puedo imaginarlo —comenté asintiendo. Unos días antes, cuando me dio la noticia, se veía muy contento, su sonrisa era enorme y le iluminaba toda la cara. Lo felicité y les deseé lo mejor a ambos. Estaba seguro de que formarían una familia hermosa.—A veces no me lo creo. Yo como un papá era algo qu
NathanMaldije en mi interior mientras las puertas del ascensor se cerraban con Evelyn dentro.—¿Quién era ella? —preguntó Ida parándose delante de mí, tenía el ceño fruncido y una mirada afilada.—Es personal —respondí taciturno, no le debía ninguna explicación—. Tengo que irme, lo siento —añadí, caminando hacia la salida. Ella me siguió preguntándome qué había pasado, quería saber la razón por la que me iba así.—¿Es por esa mujer? —gritó cuando estaba por salir.Me detuve y la enfrenté.—No es tu maldito asunto, Ida. Conoces las reglas del club. ¡Y mis jodidas reglas también! Dije que tengo que irme.Terminé de salir del edificio y me subí al auto. Arranqué el motor y le di una vuelta a la manzana, quería asegurarme de que Ida subiera a su apartamento antes de volver por Evelyn. Necesitaba encontrarla y hablar con ella.Me detuve unas cuadras antes del edificio y golpeé el volante con furia. Estaba enojado como nunca en mi vida. Lo menos que quería hacer era lastimar a Evelyn. Por
NathanNunca estuve tan excitado en toda mi vida, la deseaba con desesperación. Sentía que moría cada vez que la tocaba. Con cada caricia suya, revivía. La sensación era abrumadora, como un choque de trenes que viajaban a toda velocidad. Perdí la cuenta de las mujeres a las que besé. Y ninguna se comparaba a ella. Sentía su calor, el deseo que cobraba cada vez más fuerza. Era recíproco. Evelyn me deseaba de la misma manera que yo a ella. Aquel beso estaba cargado de lujuria pura y absoluta.¿Cuánto más podré resistir antes de desnudarla y hacerla mía de una vez por todas? —Te anhelo tanto, Evelyn. Estaré condenado si no me aceptas —emití con una exhalación. No soportaba la idea de alejarme de ella después de haberla tenido entre mis brazos, sintiendo sus caricias y su pasión por mí. Que me correspondiera de la manera que lo hizo fue inesperado. La última vez que intenté besarla, resultó en un jodido desastre, por lo que no tenía grandes expectativas.Evelyn entendió que el momento de
NathanMis sentimientos por Evelyn se hacían más profundos cada día, quería estar a su lado todo el tiempo. No me hubiera separado nunca de ella de no ser por todas las responsabilidades que tenía y que no podía abandonar. La extrañaba como un loco, y ella a mí, me lo decía siempre que hablábamos y en cada mensaje de buenas noches que compartíamos, cuando la distancia nos separaba.En nuestro primer mes de relación, y a pesar de que pasamos más tiempo separados que juntos, tomamos ese tiempo para conocernos. Salimos en citas en las que hablábamos de todo, de nosotros, de nuestra familia, de nuestros gustos, sueños y deseos. Uno de los momentos más difíciles, cuando le conté parte de mi historia, fue tener que omitir que tuve un hermano y todo lo relacionado con él.El sentimiento de culpa aparecía en los momentos menos oportunos, atormentándome. Y los celos se apoderaban de mí y nublaban mi juicio más veces de las que hubiera esperado. Me mantenía en una batalla interior constante. Ha
NathanEra muy pronto para decirle que la amaba. Era muy pronto para que ella sintiera lo mismo por mí. Lo tuve claro desde que lo nuestro inició. Y, aunque siempre había logrado mantenerlo fuera de mi mente cuando compartíamos un momento íntimo, esa noche, no pude ignorarlo. Era su primero después de él, del hombre que amaba y que perdió. Yo podía complacerla como un puto dios, sí, pero su corazón pertenecía a otro. —Nunca… Nadie… Más —pronuncié entre embestidas. La sostenía de las caderas y la penetraba a mi antojo, sabiendo que estaba siendo bueno para ella, aunque sin la certeza de cuán bueno.Joder, Nathan. Saca esa mierda de tu cabeza. Estaba siendo ridículamente inseguro. Había tenido sexo muchas veces y nunca recibí una puta queja. Pero aquello era distinto, no se trataba de solo sexo, era un acto de pasión y amor.Evelyn alzó la pelvis permitiendo que llegara aún más hondo, empujándome cerca del límite. La sensación fue indescriptible. Esa pequeña mujer me tenía a su total