NathanMi corazón latía tan duro que pensé que iba a estallar. Había esperado tanto por un momento así, por tenerla frente a mí y que me viera, que me reconociera y supiera que existía. —¿Estás bien? —pregunté apreciativo cuando noté que tenía los ojos llorosos y la nariz enrojecida. ¿Qué la hizo llorar?, ¿por qué corría?Sin pronunciar una palabra, retrocedió rápido y se tropezó con sus pies, perdiendo el equilibrio. Mi reacción fue automática. Alargué la mano y envolví su delicada muñeca con mis dedos, haciendo contacto con su piel por primera vez. Sentí que morí y que volví a la vida, todo a la vez. Jamás sentí nada igual cuando toqué a una mujer, y había estado con muchas... Aquello no era más que un pequeño gesto, sutil, casto, pero contundente. Probaba que mis sentimientos por ella eran reales y no un delirio fabricado por mi mente. Susurré su nombre con voz ronca, cargada de emoción y esperanza. Evelyn arrancó su mano de la mía y huyó despavorida. Fui tras ella odi
Nathan Estuve trabajando todo el día, llegué a casa, me duché y me dormí temprano. Estaba agotado y necesitaba un buen descanso. La alarma se activó a las seis de la mañana, como todos los días. Le di un manotazo al reloj y me levanté de la cama con los ojos entrecerrados. Me metí al baño y me duché. Elegí ropa deportiva y salí a trotar alrededor de la manzana durante una hora. Cuando regresé, vi un auto estacionado frente a mi casa. Era Stella. Me saludó agitando la mano mientras decía mi nombre. La miré ceñudo y negué con la cabeza. —¿A qué has venido? —pregunté molesto. No esperaba que llevara las cosas tan lejos, pensé que había sido claro con ella. —No seas tonto, sabes a qué he venido y lo que puedes tener conmigo —respondió sonriendo. Caminó hacia mí con un andar sensual. Estaba usando un vestido muy ajustado color blanco, de falda corta, y con un profundo escote en forma de V en el busto que enseñaba demasiado. Combinó el vestuario con tacones altos color rojo que hacían
NathanSeguí mi camino, ingresé a la sala y me senté en el sillón que enfrentaba la entrada; cuando Evelyn viniera, yo sería al primero que vería. Sebastián y Keira ocuparon el sofá a mi derecha con su pequeña nena. Conformaban una hermosa familia, se notaba el amor que sentían el uno por el otro solo con observar cómo se miraban. ¿Ellos podían notar lo que yo sentía por Evelyn tan solo con mirarme? Tal vez no, era el rey de las máscaras, forjé mi carácter rodeado de muros para ocultar mis sentimientos y emociones. Pasaron unos minutos antes de que alguno dijera algo. El primero en hablar fue Sebastian, el tema de conversación que eligió fue Evelyn. Hablaba de ella con orgullo y emoción. Se notaba que era importante para él, que la amaba. Escuché pasos acercándose y mi corazón comenzó a latir con furor haciendo fluir mi sangre a gran velocidad. Entonces la vi y la calma que precede a la tormenta me envolvió. Mis ojos la recorrieron de arriba abajo con anhelo y ambición. La quería p
NathanAmerica me llamó a primera hora de la mañana para contarme lo que habló con Evelyn. Había pensado en comunicarme con ella, mas no estaba seguro de si debía hacerlo. Tan pronto vi su nombre en la pantalla de mi móvil, mi corazón enloqueció. Sabía que se trataba de Evelyn. Contesté con falsa quietud y escuché sus palabras con atención, no quería pasar nada por alto, tenía que estar preparado cuando fuera a verla. —Obvio que se disgustó conmigo por planear a sus espaldas su encuentro en la exposición, dijo que ahora se cuestionaba todo respecto a ti, aunque no debes preocuparte, sé que lo entenderá cuando lo piense mejor —aseguró muy convencida.Lo puse en duda. Tal vez se le pasaría el enojo con ella, era su cuñada y su amiga. Yo era cosa aparte. —Pensaba ir a la galería a verla, ahora no sé si sea buena idea —murmuré en tono pensativo. No quería empeorar las cosas. —Tienes que estar seguro, Evelyn necesita a alguien que sepa lo que quiere, un hombre que esté dispuesto a conqu
NathanMe sentí devastado, como construcción luego de ser golpeada por una gran bola de demolición: era escombros. Y cometí el puto error de verbalizar mis pensamientos. No fue hasta que la escuché gritar que me fuera y que no volviera a buscarla que fui consciente de lo que había dicho. «Tienes que dejarlo ir», fueron las cuatro palabras que me condenaron.Evelyn salió de su oficina echa un mar de lágrimas. La seguí sin saber qué hacer. Me detuve en seco cuando se encerró, en lo que después supe era un baño. ¡Qué idiota fui! No tenía ningún derecho a decirle una mierda. Kerstin se acercó preguntando qué sucedía. Le señalé donde estaba Evelyn y le pedí que se quedara cerca, que no la dejara sola. America sabría que hacer. Salí de la galería y marqué su número. Respondió tras el tercer tono. —Evelyn te necesita. ¿Puedes venir a la galería? —Le pregunté con urgencia, no soportaba saber que estaba llorando, que era el culpable de sus lágrimas. —Sí, sí. ¿Qué ha pasado? —inquirió con
Nathan —Te escribí una carta, quería enviártela, pero no sabía dónde encontrarte —parloteó, echa un caos encantador. Cada segundo, me enamoraba un poco más de ella, como si poseyera algún poder para controlarme. Me moldeaba a su voluntad como barro en las manos de un alfarero—. Ten, lee esto, por favor. —Me pidió, extendiendo su mano hacía mí, con su smartphone sobre su palma.Lo alcancé y miré la pantalla con curiosidad.“Nathan, he querido disculparme contigo desde el momento que me di cuenta de lo injusta que fui. Lo siento mucho, tenías razón, necesito dejar ir a Jake, pero no estaba emocionalmente preparada para afrontar esa verdad. Escucharla de ti fue más difícil. Y también inesperado. Sentí que estabas pidiéndome algo que no te correspondía. Cruzaste una línea que provocó una reacción en mí. Creo que lo habías previsto, que tomaste el riesgo y asumiste las consecuencias. Sé que te has marchado y que dejaste a cargo de tus negocios a alguien más, pero espero poder verte de nue
NathanUn nuevo año había iniciado. Atrás habían quedado los días libres y el descanso. Era Nathan Müller, el heredero de una de las empresas más prestigiosas e importantes de Italia, además de tener mi propia empresa de arquitectura con grandes proyectos en marcha. «El soltero más cotizado de Milán», titulaban las revistas sensacionalistas. Recibía al menos diez llamadas al mes pidiendo entrevistarme, pero no me interesaba someterme al escarnio público. Si hubiera querido ese tipo de atención, no habría usado un seudónimo cuando decidí compartir mi arte con el mundo. —Stella ha vuelto a llamar, creo que deberías hablar con ella en algún momento —señaló Dean antes de sentarse en una de las sillas gemelas frente a mi escritorio. A diario, tomábamos café mientras leía mi agenda.—Sí, lo sé. Lo he pospuesto mucho tiempo. Escríbeme su número para llamarla. —Sorbí mi espresso mientras leía un email en la pantalla de mi portátil. —Greyson volará esta tarde a Hamburgo para reunirse con Sim
NathanSimon me recibió en su oficina cerca de las nueve de la mañana, habíamos quedado más temprano, pero se había retrasado por alguna razón que desconocía. Se disculpó por la demora y me invitó a pasar. Se veía serio y distraído, como si algo le preocupara. No quise preguntar, no era mi asunto, aunque tenía curiosidad. ¿Era respecto a Evelyn? Me obsesionaba cuando hablaba con él, o cuando sabía que lo vería. Sería tan fácil preguntarle por ella y obtener algo de información.—Dame un minuto —dijo dirigiéndose a la puerta, salió de la oficina y tardó cinco minutos en volver—. Lo siento, tengo mil cosas en la cabeza. Desde que Mare está embarazada, me preocupo todo el tiempo por ella.—Sí, puedo imaginarlo —comenté asintiendo. Unos días antes, cuando me dio la noticia, se veía muy contento, su sonrisa era enorme y le iluminaba toda la cara. Lo felicité y les deseé lo mejor a ambos. Estaba seguro de que formarían una familia hermosa.—A veces no me lo creo. Yo como un papá era algo qu