Nathan Salí de la casa, me dirigí al auto y me senté detrás del volante temblando. Por un momento, dejé de ser el hombre de treinta y seis años y volví a ser aquel muchacho de dieciséis que tomó una decisión desesperada.Respiré hondo y dejé escapar el aire en un resoplido lento. Cuando me sentí calmado, llamé a Joss y le pedí que me ayudara a contratar un equipo de vigilancia. No me fiaba de Herman ni de Alda, no correría el riesgo de que desaparecieran una vez más. Le advertí que era urgente, que no me movería del lugar hasta que alguien llegara. Él aseguró que, en menos de una hora, lo tendría resuelto.Justo como prometió, antes de que se cumpliera el plazo, me llamó para decirme que podía irme, que el equipo había llegado. Miré alrededor y vi una furgoneta con vidrios tintados estacionada en la esquina. Encendí el auto y me fui al hotel esperando que Herman se comunicara conmigo como le indiqué. Si no lo hacía, sería razón suficiente para dudar de su palabra.Volví al hotel y pa
NathanNo tardé mucho en encontrarla varios metros adelante, inconsciente y con una pierna rota. Estaba muy golpeada y raspada. Había mucha sangre en el suelo, más de la que vi alguna vez. Me apresuré a tomarle el pulso y sentí un profundo alivio al descubrir que seguía con vida. Esperaba que no muriera, era muy joven y no merecía perder la vida en un jodido accidente por culpa de un desgraciado que debía estar ebrio. El maldito se había dado a la fuga tras el choque, sin importarle una mierda lo que pasara con ellos. Le haría pagar por la muerte de Eliah, lo que hizo no quedaría impune.Las sirenas de la ambulancia se comenzaron a oír en ese instante. En menos de un minuto, llegaron al sitio del accidente. Un paramédico revisaba a Eliah. Otro, fue hacia donde estaba Evelyn. Me preguntaron si la conocía y dije que no, que venía detrás de ellos cuando sucedió el accidente. Un oficial de policía se acercó a la escena y me pidió hablar, quería saber lo que había visto. Le relaté todo lo
NathanUna vez que llegué de nuevo al cementerio, me bajé del auto y me acerqué a la tumba de mi hermano. Un hermoso arreglo floral muy colorido ocupaba un jarrón de bronce junto a la lápida, las había dejado Evelyn.—Todavía espero despertar y que todo sea mentira. —Le hablaba como si pudiera escucharme. Aunque sabía que no, había tanto que no pude decirle que necesitaba sacarlo de algún modo—. No se suponía que sería así. Quería que me contaras todo de ti, quería decirte todo de mí, pero la vida no las volvió a jugar, nos separó de nuevo y, esta vez, para siempre. —Mis ojos escocían, mas no derramé ni una lágrima. No había vuelto a llorar desde la tarde que hablé con papá—. Me equivoqué al no acercarme a ti, debí decirte quién era desde el momento que supe que eras tú, Debí… ¡Joder! Lo lamentaré el resto de mi puta vida.El mes siguiente, cuando volví al cementerio, esperé a que Evelyn llegara y la observé a la distancia como la primera vez. De nuevo, estuve tentado a acercarme y de
Nathan—Dios, no puedo creer que seas tú. ¿Qué haces en Milán? —pronuncié sorprendido. Siempre me pregunté si algún día volvería a verla y cómo me sentiría si sucedía. Pasé mucho tiempo enojado con ella por dejarme como lo hizo. Tenerla delante de mí me produjo una inesperada felicidad. Ella representaba lo mejor de la parte más oscura de mi pasado. Fue mi primer beso, mi primera ilusión, mi primera vez, y también la primera mujer que me rompió el corazón. La única, hasta ese momento.—Mi… mi… marido es el dueño del lugar —balbuceó nerviosa—. Lo siento, Nathan, pero no puedo hacer esto, no puedo hablar contigo. —La detuve sosteniéndola de la muñeca cuando intentó alejarse—. Suéltame, por favor —pidió con un ligero temblor en su voz. Estaba a espaldas de mí, mi mano envolvía su suave y delgada muñeca, que sentía temblar bajo mi tacto.—¿Por qué no puedes?, ¿te lastima?, ¿es peligroso? —Me atreví a preguntar, quería saber porqué huía de mí de esa manera.—¡No! —contestó soltándose de mi
Nathan La lectura del testamento de mi padre tuvo lugar en el despacho de su casa, un par de días luego de nuestra charla. Asistimos su abogado, Collette y yo. Papá leyó el documento anunciando que, después de su muerte, sus bienes serían divididos de manera equitativa entre mi hermana y yo; a Collette, le asignó una suma significativa de dinero, su casa en Milán, tres vehículos, una hacienda, joyas, y un porcentaje de las acciones de Müller Enterprise.Fue un momento emotivo para todos, papá se preparaba para el peor escenario, en víspera de su cirugía; quería dejar todo en orden por si algo salía mal. Por suerte, su operación fue exitosa, los médicos aseguraron que el cáncer se había ido y que podía seguir con su vida normal. Todos podíamos continuar adelante con tranquilidad porque papá estaba fuera de peligro.Dos meses se sumaron al calendario. Samantha, mi secretaria, me recibió a la salida del ascensor con un vaso grande de expresso y caminó a mi lado hasta mi oficina leyéndom
NathanDe vuelta a mi oficina, me centré en el trabajo y estuve ocupado hasta la hora de la entrevista. Eran las cinco en punto cuando Oriana Andreotti cruzó la puerta de mi oficina. Vestía una falda de tubo negra, a la cintura, que se ajustaba a sus curvas y llegaba por debajo de las rodillas; blusa blanca y zapatos de diseñador. Era muy atractiva. Con el cabello recogido y un maquillaje sobrio, la mujer exudaba profesionalismo. Me puse en pie y rodeé el escritorio para saludarla. Nos estrechamos las manos y la invité a tomar asiento en una de las sillas gemelas disponibles. Ella ocupó la de la izquierda, yo la de la derecha.—Gracias por recibirme, señor Müller. Me sorprendió que aceptara la entrevista, nadie lo había conseguido antes —comentó buscando algo dentro de su bolso, fue una forma muy ingeniosa de ocultar una pregunta en una charla «trivial». La mujer era perspicaz, una de las mejores periodistas del país, y sabía que buscaría la forma de hacerme otras preguntas que no est
NathanSimon me recibió en su oficina con una calurosa bienvenida. Era el alemán más extrovertido y bromista que había conocido. No era así todo el tiempo, cuando comenzábamos a hablar de negocios, se comportaba como un profesional en toda regla. —¿Tienes planes para la hora de la comida? Mi hermano quiere conocerte, le he hablado mucho de ti —comentó después de servirme un vaso con whisky en las rocas.—No, ningún plan —respondí indiferente, aunque, me mentiría a mí mismo si dijera que no me había emocionado. ¿Y si ella iba? Tenía muchas ganas de verla, no pensaba en otra cosa desde que abordé el avión. La veía en todas partes. Nunca era ella.—Está decidido entonces —sonrió conforme y, de inmediato, comenzamos a trabajar, había mucho por decidir y poco tiempo para hacerlo. Cerca del mediodía, salimos de la oficina hacia el restaurante en el que nos encontraríamos con su hermano. Mi corazón latía fuerte ante la posibilidad de ver a Evelyn. Nunca había sentido nada igual por nad
NathanPasaron casi cuatro horas antes de que Evelyn cruzara la puerta y acabara con mi miseria. —Hola, Evelyn —emití en un susurro lastimero. Quería salir del auto, pararme frente a ella y decirle que era la mujer más hermosa que había conocido, que era una hechicera que me tenía atrapado en un embrujo, que pensaba en ella cada día, que se había convertido en mi musa, en la fruta prohibida que me condenaría al infierno si me atrevía a comerla… De nuevo, me quedé en el auto deseándola a la distancia. En ese punto, solo había dos caminos que podía seguir si decidía acercarme a ella: decirle toda la verdad o fingir que era la primera vez que la veía e intentar conquistarla.Mis viajes a Hamburgo se hicieron cada vez más frecuentes, y aunque me excusaba detrás del trabajo, ella era la verdadera razón por la que iba. La seguía como una sombra, tomando cualquier pequeña oportunidad que tuviera de verla. Sabía que hacía mal, que actuaba como un acosador, y aun así, no podía parar. Se convir