Después de recorrer en el auto por un largo trayecto, los despojaron de sus pertenencias, incluyendo su teléfono celular y los dejaron tirados a la deriva dentro de una especie de bosque.Ellos, los secuestradores, se dieron cuenta de que ese joven no era cualquier pelagatos, no, se enteraron de que se estaban metiendo con una familia poderosa y que el dinero que les ofrecieron por golpear a la chica no sería suficiente para pagar la fianza y salir de la cárcel.Alejandro logró quitarse la venda que cubría sus ojos. Afortunadamente, los tiraron a los dos en el mismo lugar, así se ayudaron mutuamente a desamarrar sus manos, sus pies y a quitar la cinta adhesiva que les impedía abrir la boca.—¡Dios mío, tu mano está sangrando! —exclamó Alejandro, sintiéndose culpable de que haya sido ella quien recibió los golpes, ya que al esquivar los del rostro, ella metió las manos.—¿Qué ha sido eso? —preguntó Abril llorando.—No lo sé, nunca me había sucedido esto. —Comentó mientras le venda la m
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