007

Abril no podía creer que quien estuviera frente a ella era el mismo Alejandro. Ella salió por un momento pensando que se había equivocado de puerta, sin embargo, el letrero de presidente se miraba muy grande, bonito y brillante.

Volvió a entrar, Alejandro estaba confundido por cómo ella estaba actuando.

—¿Qué sucede? —le preguntó.

—Imposible, me niego a creer que tú seas mi jefe. Ni siquiera has estado trabajando y ahora de la nada te apareces como el presidente.

—¿Qué creíste? ¿Acaso te recomendaría trabajar con una empresa de la cual yo no conozco a sus dueños? ¡Qué poco interés tienes, ni siquiera te has dado a la tarea de investigar a fondo sobre tu lugar de trabajo! —se burló Alejandro.

—¡Me tendiste una trampa!

—¿Hay algún problema?

—Sí. Es por eso que, ¡RENUNCIO! No quiero estar cerca de ti.

Sabía que actuarías de esa forma. Motivo por el cual aquí te entrego una copia del contrato que firmaste ayer. Puedes leerlo con calma, punto por punto, y luego me dices si todavía sigues con la idea de renunciar.

Abril tomó bruscamente aquellos papeles y se sentó en la silla cerca del escritorio. Entre tanto, Alejandro la observa de reojo mientras sonríe y juega un par de cartillas en el ordenador.

—¡Eres un maldito, asqueroso y acosador!

—Esas reglas ya estaban establecidas desde antes que yo tomara el mando. No me culpes a mí, yo soy inocente. —se defendió.

Abril suspiró. Maldijo en voz baja su suerte, ahora, no conforme con compartir casa con el idiota, lo tendrá que ver a diario en la oficina.

—¿Has tomado una decisión?

—Me quedaré. Ya verás que en menos de una semana me tendrás que despedir y el problema estará resuelto. —Indicó.

—De aquí no te vas hasta que yo lo decida, pequeño ratón. —Dijo con una sonrisa pícara.

—Deja de llamarme así. —le regañó ella, tomando un lápiz tinta del escritorio y lanzándolo hacia él.

—Ten cuidado, bonita. ¿No querrás repetir el incidente del primer día y enviarme al hospital, verdad?

—¡Idiota!

Una llamada les interrumpió la discusión. Alejandro atendió en esta ocasión por mientras le explica a su nueva asistente cómo hacerlo.

Al final de la jornada, Alejandro le pidió a la chica que se fueran juntos, total, irían a la misma casa. Sin embargo, ella no aceptó y le hizo saber que se reuniría con un chico que fue su compañero en la facultad.

Esa noticia le destrozó el ego al joven empresario. —¿Acaso ella no se dio cuenta de que amé la forma en que hicimos el amor aquella noche? —Se pregunta, queriendo que ella sea exclusivamente para él, sin pedírselo.

Esa tarde siguió a la chica disimuladamente. Entró también al restaurante donde ella y aquel hombre entraron. Fue una odisea poder ocultarse, pero lo logró. Observó cada movimiento hasta que Abril se levantó y caminó al baño.

Alejandro la siguió y, antes de que ella cerrara la puerta, logró entrar y la acorraló contra la pared.

—¡Qué haces, Alejandro, me has asustado! —reaccionó con enfado.

—Yo…— Él está sin palabras, no quiere dar a conocer que está celoso. —Lo siento, vine aquí con un par de amigos y no sabía que también estarías aquí. ¡Qué fastidio encontrarte por todas partes! —lamentó, saliendo de inmediato de aquel cubículo.

Abril se quedó confundida, es como si no haya sido real lo que experimentó hace unos segundos.

—¿Acaso Alejandro me está siguiendo?— Pregunta para sí misma.

No, es imposible. Él tiene a su prometida y no perderá el tiempo conmigo.

Sintiéndose descubierto por su misma culpa, Alejandro regresó a su casa y desde su ventana vigiló hasta que la chica llegara. Solo entonces pidió que le sirvieran la cena, antes de eso no estaba conforme, pues temía que a ella le pasara algo por culpa de su supuesto excompañero.

Abril sospechó que él había mentido y que en realidad sí la estaba espiando en el restaurante. Le mandó un mensaje de texto a modo de burla.

—¿Acaso no te gustó la comida del restaurante?—bromeó— y también agregó unas caritas sonriendo.

—Soy de comer mucho y fuera de casa me sirve muy poco—. Le respondió:— Mañana te espero en el lugar de siempre— agregó.

Abril sonrió, él cree que la puede manipular a su antojo. Así que a la hora de irse al trabajo, ella se levantó mucho más temprano para salir de casa antes de que él saliera. Verificó que el auto siguiera en casa y se adelantó. Por su parte, Alejandro la estuvo esperando por mucho tiempo y al ver que no llegaba, decidió contactarla.

—¿Qué sucede, jefe? ¿Acaso no vendrá este día a la empresa?, preguntó ella.

—¡Ah, maldición! Debí imaginar que no me esperarías—. Se quejó.

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