El doctor Gilberto Zaragoza se paseaba por las inmediaciones de la aldea de niños huérfanos, niños a los que el infortunio o la pobreza los había tocado con el abandono.Aunque era un panorama lleno de dolor en medio de la inocencia, siempre hay perlas en donde otros desechan y él sabía apreciar muy bien esas perlas.Rowena tenía 18 años y era una chica muy desprolija, de cabellos ensortijados, de un naranja muy hiriente y unos ojos verdes intensos.¿Bella? Mucho, su belleza era su descuido en su arreglo, la delgadez que la hacía parecer frágil, pero con curvas bien acentuadas y arregladas, sería una joven interesante y notable.¿Qué se sabía de Rowena Claire? Pocas cosas, su abuela, una mujer que tenía fama de ser una bruja poderosa.La dejó allí cuando tenía tan solo seis años, nadie sabía la razón y de cuando en cuando la visitaba y le dejaba extraños obsequios, hablaba con la niña y parecía muy cariñosa, pero lejos de eso no la llevaba.Rowena creció en ese ambiente de desolación
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