Mael despertó al alba e intentó levantarse sin perturbarme. Como si pudiera escaparse de mis brazos sin que me diera cuenta. Me apreté contra su espalda, reteniéndolo un momento más junto a mi cuerpo. Se revolvió para voltear hacia mí, y alcé la cara a tiempo para atrapar sus labios con los míos.—Buenos días, mi señor.—Buenos días, amor mío.Sabía que su cabeza estaba en otro lado, de modo que me limité a robarle un beso. Su aire distraído era más que comprensible: Alfa Eamon ya había cruzado las montañas con los clanes perdidos, y estaban a menos de un día de camino del castillo.Me tendí boca abajo atravesada en la cama, los brazos cruzados bajo mi mentón, para mirarlo levantarse y vestirse, su piel pálida reflejando el mortecino resplandor de los rescoldos en el hogar, su cuerpo esbelto, musculoso, una visión que me hacía cosquillear los dedos de deseo.—¿Por qué no sales a recibir a Alfa Eamon? —propuse, mirándolo vestirse.Me enfrentó frunciendo un poco el ceño con una expresión
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