Todos los capítulos de La Venganza De La Novia Despreciada Por El Multimillonario : Capítulo 71 - Capítulo 80
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71. Un horrible presagio
Altagracia la suelta, y Maribel baja las manos, un tanto sorprendida por su reacción. Altagracia se sacude las manos, roja por la ira y por los recuerdos de esa noche, desconfiando de ésta mujer.—Delante de Dios y pidiendo dinero. ¿Cómo sé yo qué no miente? —gruñe Altagracia—. Estoy a nada de mandarla a la cárcel por sospecha.—Tenemos qué ir por partes, señorita Ximena. Sé qué puede dudar, pero yo sólo le estoy diciendo lo qué sé. No más —Maribel acomoda su cartera, carraspeando porque el agarre la asustó tan sólo un poco—. Puede llamarme avariciosa, pero no dejaré qué me llame infame. Hacerle eso a un niño ya sobrepasa los límites de nuestro Dios.—¿Usted me está diciendo que su hermana pudo haber contribuido en la desaparición de ese bebé? ¿Cómo lo prueba? Muestréeme —Altagracia la toma por el codo—. O no la dejaré en paz de ahora en adelante.—Debería calmarse, señorita Ximena. Yo conozco a mi hermana, está lejos de la cordura. Y cuando me dijeron que vivía en un burdel quise bus
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72. Una inesperada visita
Camina de un lado al otro. Con la mano en la cintura y por instantes sintiéndose devastada, Altagracia no para caminar de un lado al otro.El sonido de la puerta llama su atención y de una vez salta a recibir al fiscal Omar, quien llega con Gilberto. Ya es hora de la cena, muy entrada la noche para perder más tiempo. Altagracia estira la mano para estrechar el saludo.—Lamento hacerlo venir a ésta hora pero necesito con urgencias hablar con usted sobre —toma aire—, el hijo de Altagracia Reyes. Sé que usted abrió una búsqueda porque ella se lo pidió.El fiscal Omar se acaricia su mostacho.—Hace un tiempo de eso. Luego de la muerte de la señora Altagracia se estuvo buscando al niño por dos meses: no hubo respuesta. ¿Por qué pegunta ahora eso, señorita Ximena?—Hay alguien, una mujer…qué dice ser hermana de una anciana que noches después llevaba a un bebé cerca de la carretera donde todo ocurrió. Necesita interrogarla, ¡Y necesita buscar a esa mujer!—Un momento, cálmese. Iremos por par
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73. Confundida por unos nuevos labios
Por un efímero instante Altagracia observa como todo lo que ha creado para recuperarlo todo se derrumba. Con su padre aquí, Roberto, nada volverá a ser igual. Teme. Su cuerpo se inmoviliza.Roberto Reyes tiene estirada su mano como señal de saludo. Altagracia sale de su ensoñación para mirar la mano delante de ella. Sólo ha pasado un par de segundos y cree que es una eternidad.Mirándolo otra vez, Altagracia toma la mano de su padre en un intento de creer que todo está bien y no dejarse influenciar por su miedo.—Es un placer conocerla.Mientras lo oye Altagracia percata de la normalidad en el rostro de su padre. Suelta la mano de Roberto, aún sorprendida de que quizás todo cambie si se atreve a abrir la boca. Pero será más sospechoso si se sigue comportándose así.—Señor Reyes —finalmente carraspea—. El placer es todo mío. ¿En qué puedo ayudarlo? —vuelve a su secretaria—. Puedes dejarnos solos, Gabriela. Muchas gracias.—Si necesita algo sólo avísame, señorita Serrano —la joven cierr
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74. El mundo arderá en llamas
Las palabras de él, sus palabras, vuelven una tormenta su mente.“Tus ojos me traen a la vida.” Altagracia aguanta la respiración.“Mía.” La voz de Gerardo retumba en su mente.Se separa de Gerónimo a los segundos.—Lo lamento, pero no —Altagracia traga saliva, balbuceando. Coloca las manos en su pecho desnudo—. No deberíamos estar haciendo esto. Lo lamento tanto.—No haré nada que no te guste, Ximena.Gerónimo rodea su cintura, atrayéndola hacia él. Altagracia logra sentir otro beso en sus labios.—Eres la mujer más hermosa qué he visto, y no puedo dejar de pensar que por un instante podría ser el hombre más afortunado del mundo al tenerte. Puede qué no lo creas, o creas que soy un tonto, pero sólo me bastó mirarte y darme cuenta qué sí, en realidad…estoy muy loco por interesarme en una mujer cómo tú.—No creo que sea lo indicado. Ni para ti, ni para mí —Altagracia suelta un suspiro desganado, aún con las manos en su pecho—, no sé si pueda abrirme a otro hombre. No ahora.—“¿Otro?” —
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75. Un desamor del pasado
Rafael lee algunos documentos sobre la hacienda Los Reyes en la oficina principal. Jamás creyó qué se quedaría en Mérida más de lo que creyó.También está con el mando de gran parte de Compañía Reyes. Todo en sus manos le pertenece a Gerardo. Su hermano tiene una gran influencia en el país. Este escandalo no puede salpicar a Campos Del Valle porque recuperarse de esto tomará más tiempo de lo que costó construirla. Y tampoco puede dejar sola a su propia madre. Es increíble.Deja los papeles de mala gana en el escritorio. Tiene resentimiento con pisar ésta hacienda. Todo lo que tenga que ver con la familia Reyes es un completo no para él.Agarra el teléfono. Marca a Nueva York.No ha hablado con Guadalupe ni con el niño desde que Soledad partió hace unos días a Nueva York. Ella tampoco lo ha llamado de vuelta.“¿Bueno?”—Guadalupe —Rafael menciona—. ¿Cómo está Matías?“¡Señor Rafael!” La expresión de Guadalupe no se tarda en escuchar. “El pequeño Matías está aquí, jugando. Acaba
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76. Una confesión apresurada
En la mesa todos están presentes. Azucena no deja de hablar con Rita, y de vez en cuando Altagracia le da una mirada a su abuela, quien con una sonrisa pequeña le demuestra que todo está bien. Pero Altagracia sabe que casi nada está bien. Delante de todos es una desconocida. Y ella misma se siente una desconocida. Como quisiera abrazar a su hermana pequeña y demostrarle que sigue aquí. O simplemente tirar todo y continuar con su vida. Suspira. Es algo difícil de hacer. Mucho está en juego. Y alguien tiene qué rendir cuentas a lo que le sucedió a su hijo y a ella. Se limpia las comisuras con la servilleta, notando la mirada de vez en cuando de Ana. Juan Carlo está en el asiento principal, hablando sin parar. Puede decir con certera que no reconoce a su primo. Pero la soberbia de Juan Carlo no está dentro de su mente ahora. Tiene mucho en qué pensar. —Si me disculpan —se pone de pie, llamando la atención de todos en la mesa. Sonríe a Rita. —¿Ya te vas? ¿No comerás todo tu plat
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77. Una búsqueda eterna, dolorosa y sin frutos
Los ojos de Altagracia parpadean ante la luz del sol cuando sale al patio. El fiscal Omar está en los asientos más arriba, y desde la distancia él la logra ver. Por lo que es notable como pide disculpas a los caballeros que están alrededor para acercarse a ella. Altagracia se detiene, una opresión que acaba de abalanzarse a ella yaciendo en todo su pecho, y no la deja continuar.No es hasta que puede ver la mirada de escrutinio del sr Omar, acercándose con la mano puesta en el arma de su funda que logra botar el aire en ráfagas de segundos.—Señorita Ximena.—Lamento interrumpirlo, pero no le quitaré mucho tiempo, señor Omar. Le pido encarecidamente que me escuche —ella duda en sí girar por su hombro. Encontrar a Ignacio sería peor que antes. No lo intenta, y continúa—. No hemos visitado a la mujer de la que la hablé. Pidió que esperará algunos días. Ya han pasado tres días desde entonces.—¿Habla de aquella mujer cuya hermana supuestamente tiene algo qué ver con esto?—Necesito habla
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78. Familia despectiva
Compañías Reyes siempre ha tenido una gran influencia en casi todos los ámbitos en el que se destaca, siendo una empresa de renombre en el área de los negocios. Mantener una compañía tan enorme cuesta, pero para Altagracia, la única heredera por ley, jamás fue una tarea difícil. Sin embargo, la toma de poder siempre trajo inconvenientes en la relación de la familia. Joaquín Reyes lo sabe. En la sala de reuniones principal de la compañía se encuentran los involucrados en el tema familiar, incluyendo sus cinco hijos, sobrinos, y sus nietos. Y algunos que otro gerente sin relación familiar.—Señor Reyes, avisó que quería tener una reunión con la directiva —el encargado de las finanzas le habla al anciano Joaquín frente a una pantalla, donde se muestra la noticia que causó más calma que sorpresa.Todas las miradas caen en Joaquín, incluyendo las de sus hijos mayores. Roberto siempre en silencio y Eduardo mirando con la barbilla alzada en la espera de lo que tanto quiere que diga su
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79. Una desconfianza en boca del lobo
Desesperanza consigue Altagracia al tocar el suelo de Villalmar. El fiscal Omar la acompañó a la estación policial donde él le planteó cómo cambia la búsqueda del niño ahora que existe una posible sospechosa. No todo puede estar perdido, ¿Verdad?Lo sabe. La cercanía de su bebé. Sabe que está cerca de conseguirlo y eso mueve montañas, muros. Algo le hace creer, algo que no sabe que es, pero que como un ancla en el mar se queda clavado justo en su corazón. Tendrá a su niño en brazos cueste lo que cueste.Gertrudis, por quien pregunta para contarle todo lo que sucedió, no está en Villamar. Ni siquiera está en Mérida.—¿A dónde fue? —Altagracia está consternada por saberlo. La ausencia de Gertrudis es extraña, su única testigo.Amablemente le responde una de las mujeres qué ya conoce, encargada de todo lo que tenga qué ver con la comida y el cuidado de los jardines que tanto adoraba su madre Mariana. Se llama Rocío.—Nos dijo que regresaría a ciudad de México, señorita. Le pidió permiso
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80. El hilo que une a un padre con su hijo
—¿Y esto es, señora Soledad? ¿Esto qué es? Guadalupe no ha dejado de temblar desde que recibió las instrucciones de Soledad. Una sola cosa quiere hacer si todo resulta ser real. Soledad está sonriente, peinando el cabello que le cae a los hombros al pequeño Matías. Éste día ha estado totalmente atenta al bebé, dejándola afuera tanto de la preparación de las comidas como de elegir su ropa después del baño. Está en el umbral de la puerta, mirando a Matías y luego a Soledad, quien tararea una canción de cuna al niño. —Es un cepillo—Soledad le responde, sin mirarla—. Es lo que necesitaremos. —¿Y qué es lo que quiere hacer con eso…? Soledad, sin dejar de sonreír, la mira en silencio. —No te hagas la tonta, Guadalupe —Soledad se coloca de pie, cargando a Matías entre sus brazos. Hoy, el niño ha estado más tranquilo que nunca, y sólo mira a Soledad con atención. Soledad le arregla la chaqueta que le ha puesto—. No podemos perder más tiempo. Ya es hora de irnos. —Pero, señora…—Guadalupe
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