68. Demasiados cercanos como para ignorar
Infernal. El dolor es infernal. Con los labios pálidos, un sudor bajando por su frente, más débil que nunca, Gerardo mantiene los ojos cerrados con la mano desocupada en su herida. La herida se infectó. En estos tres días ha estado con fiebre, casi delirando, en un hueco sin salida, donde sólo existe el infierno, el deshonor, el dolor. Gerardo no creyó qué sentirse un inútil le costaría tanto la salud mental. Aquí, varado, ocultándose por algo qué no cometió, lejos de lo que le corresponde, de su hijo, y sin el amor de su vida, es una completa tortura. La enfermera, Jazmín, lo atiende con delicadeza, sin preguntas. Recibe una buena paga por esto, así que no puede cometer ningún error. Fernando está de regreso a Mérida como le hizo prometer. No quiere que esté involucrado en esto porque si algo sale mal, sólo será él quien caiga en el pozo. No involucrará a nadie. No tiene miedo de enfrentar a la justicia, pero conoce a los perpetuadores de la corrupción en Mérida. Ignacio tie
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