De repente y sin decirnos una palabra a todos los que estábamos dentro de la oficina, Hills se levantó de la silla donde estaba sentado, tomó en brazos a su pequeña hija, la niña y yo mirándonos, la pequeña se despidió con su pequeña mano, saliendo con su padre de esa oficina, entrando Hills segundos después muy serio y volviendo a sentarse en la silla donde estaba antes.—Amanda, aquí tengo los documentos que no son más que el contrato de matrimonio—, me dijo.—Bueno, firmemos y me voy, no puedo perder más tiempo, como ya te dije, también tengo trabajo en mi oficina—, le dije.—No tan rápido Amanda, deja que mi abogado te diga las cláusulas del contrato y tú decides libremente si aceptas o no, aunque si decides no, la prensa sensacionalista se enterará de ti en unos días—, me dijo.— Disculpe, señor Hills, pero esto parece más un chantaje que un matrimonio bajo contrato —, respondí.—Tómalo como quieras, pero esas son mis condiciones—, respondió.Ambos nos quedamos mirándonos a los o
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