Aunque en parte lo que hizo Gerard fue gracias a su hermano Abraham o a sus abogados, ya que parecía no estar muy interesado en mí, sino en vengarse de mi familia, sin embargo, fue muy educado conmigo, a veces también era tierno, lo que hizo crecer mi interés por ese hombre por días Ese día, como Gerard Hills no estaba en casa, cuando Amelia, la criada, se acercó a donde yo estaba sentada, dejando sobre la mesa del jardín uno de esos refrescos que sabía que a mí me gustaban, me dijo: —Señora Hills, ha venido a verla una mujer, está en la entrada de la casa, dice que quiere verla afuera y no se atreve a entrar—, me dijo. —¿No te ha dicho quién es y qué quiere de mí?—, pregunté. —No señora Hills, no quiso decirme su nombre, solo me dijo que le gustaría hablar un momento con usted—, respondió. —Gracias por avisarme, Amelia, ¿puedes quedarte un momento con la pequeña? —Voy a ver quién es esa persona y de qué quiere hablarme—, le dije levantándome de la silla donde estaba sentada, ace
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