Con el tiempo, él logró lo que quería. Terminó despojando a los Linares de su fortuna, encarceló a mi padre, mientras que a mí me sometió a innumerables humillaciones.Hasta que un día, me encontré atrapada en un callejón sin salida, y, asustada, lo llamé.Grité pidiéndole ayuda, pero solo recibí una respuesta indiferente.—Sofía, ¿quién sabe qué trampa se te ha ocurrido esta vez? Si quieres echarte a perder, hazlo, pero lejos de mí.Y así, tal y como él deseaba, me alejé de su vida.Refugiada en un lugar donde no podía verme, luchaba por sobrevivir en la miseria. Sucia y desamparada, vivía peor que un perro callejero. Y no podía creer que él aún fuera a buscarme. —Sofía, ¿qué fue lo que te pasó? —preguntó, aparentemente sorprendido por mi estado.Acto seguido, se acercó y me abrazó sin preocuparse de manchar su caro traje, mientras algunos curiosos, que habían escuchado el alboroto, se acercaban a ver. Incluso, uno de ellos se atrevió a aconsejarlo:—Señor, es mejor que se mantenga
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