Capítulo 9
Desde luego, esto fue obra de Mateo, con mi ayuda. Usé las acciones de los Gómez para ayudar a Mateo a destruirlos, tal como Héctor había hecho con los Linares años atrás.

En la tranquilidad de la noche, el imponente señor Rojas parecía otra persona, buscando mi aprobación como un cachorro. Moví mi mano derecha, haciendo brillar el enorme diamante de mi anillo.

—Ya me tienes a mí, ¿qué más quieres pues? —le dije con cariño.

Él se acurrucó contra mí. —Esposita, tengo hambrecita.

Su flequillo me hacía cosquillas. No pude evitar darle un beso en la mejilla.

Ese beso pareció encenderlo. Sonrió pícaramente y comenzó a desabrochar mi ropa con suavidad. Me tensé instintivamente.

Gracias a su amor, había mejorado mucho. Pero aún quedaban algunas sombras en mi corazón que afectaban mi vida sin darme cuenta.

Mateo notó inmediatamente mi resistencia y se detuvo. Me abrazó, escondiendo su rostro en mi cuello, y me acarició la espalda suavemente.

—No temas, Sofía. Yo te protegeré —susurró—. Conmi
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