—Escapar de ti —dijo ella apuntándole con el vidrio roto—. Déjame ir, no te haré daño si me das las llaves.Joaquín talló su rostro para despertar, luego sonrió, y esa sonrisa fue como una bofetada invisible al rostro de la mujer.—No puedes salir de aquí, tengo casi veinte hombres cuidando toda esta propiedad, nunca te voy a dejar ir, no voy a perderte, yo he perdido mucho en la vida, Diana, pero no voy a perderte a ti, ni a mis bebés —dijo con ojos severos, supo que él no mentía, y Diana pensó que ya no conocía a Joaquín, fue un hombre amoroso, pero ahora estaba convencida de que solo fue una fachada, este hombre posesivo, dominante, y egoísta era el verdadero Joaquín Andrade, y ella le aborrecía, aunque su corazón doliera tanto.Ella escupió y él alcanzó a protegerse el rostro.—Te odio, solo me das asco, ¿perderme? Te diré cuando me perdiste, ¡cuando mataste a mi familia, a mi padre, a mi madre, a mi hermanita, y muchas personas que amo! —exclamó con los centelleantes de rencor, e
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