Pilar soltó un quejido, y rompió en llanto, ante la vista de los niños, Diana, Margot y la niñera.—¡¿Qué está pasando aquí?! —exclamó Joaquín entrando rápidamente a la casa, ya que Diana entró antes, casi desesperada.—¡Está mujer! ¿Por qué la trajiste, Joaquín? ¡Me ha golpeado, es una lunática! Debe irse, es mala mujer.—¡Mamita! —exclamaron los mellizos casi al mismo tiempo.Diana mirò a los pequeños, sus ojos se iluminaron como dos lunas llenas, se puso de cuclillas, para mirarlos bien, eran hermosos, con cabellos dorados como los suyos y ojos verdes como los de su padre.—¡Opal, Ónix! —ella abrió los brazos, y los niños se arrojaron a ella con intensidad.—¡Mamita, mamita! Volviste, mami, te hemos extrañado mucho —dijo Ónix.Las lágrimas rodaron por los ojos de Diana, los abrazó con fuerza, sintiendo cómo su corazón latía. Quería abrazarlos por la eternidad, ¡eran sus hijos y apenas los conocía!—Mami, ¿ya nunca te irás? —exclamó Opal, acunando su rostro con sus manitas.Diana so
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