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Diana mirò unas ropas en una mesa, se apuró a romper la bolsa de plástico, sus manos temblaban.Se vistió tan rápido como pudo, tenìa miedo de que alguien entrara, pero cuando estuvo lista, no encontró zapatos.Poco le importó, solo quería irse.Intentó caminar por los pasillos, estaba un poco mareada, se pegó hacia el pasillo, tomándose de la pared para no evidenciar que se encontraba mal, incluso su pie dolía demasiado.Tomó el ascensor, y fue hasta la planta baja.Su corazón latía mucho, se quedó detrás de varias personas, pasó desapercibida, esperaba que pudiera escapar de la misma manera.***—Quiero que se larguen de aquí, no hay delito que perseguir, ¿entiendes?Los hombres asintieron; ya habían recibido órdenes de su superior para desestimar el caso.Joaquín les dio el anillo de brillantes.—Vendan esto, repártanse las ganancias.Los policías se fueron.—Quiero que tengan cuidado con mi mujer, nadie puede entrar, ni salir de su habitación, al menos que sea un médico, y yo soy
—¡¿Por qué mi esposa no me recuerda?! —exclamó ante el doctor, mientras observaba por una ventana a su esposa, siendo atendida por enfermeras.—A veces puede pasar, ella tiene una lesión muy leve, tiene una amnesia postraumática, puede durar días, semanas o hasta meses. Vamos a estar monitoreándola, quizá estar en su hogar, con personas que conoce, le ayudará a que los recuerdos vuelvan.Joaquín bajó la mirada, se sentía tan frustrado.El doctor se fue y él decidió entrar a la habitación. Diana recibió un sedante, sabía que no despertaría hasta mañana.Joaquín entró, la observó, era tan ella, y tan diferente. Su corazón latió con fuerza, la había dado por muerta, pero veneró tanto su recuerdo, como un fantasma que le perseguía. Ahora ella estaba viva, su obsesión volvía por ella, igual que su amor, pero ahora no estaba seguro de nada.«Tal vez esto sea algo bueno, si ella no puede recordar nuestro terrible pasado, puedo volver a enamorarla. Si ella no puede recordar por qué me odia, ta
Al día siguiente.Diana abrió los ojos, y miró al techo. Era blanco, inmaculado, y por un segundo no supo en dónde estaba, hasta que miró alrededor. Vio a ese hombre sentado en el sofá, parecìa maltrecho, sin saco, con la camisa blanca arrugada, ojos cerrados, y un gesto vulnerable.Ella arrugó el ceño, luchó con fuerzas contra los recuerdos, a su mente vino ese beso de anoche.«—¡Soy tu esposo, Diana! Eres mía y me perteneces, soy el padre de tus hijos, tu lugar es a mi lado y así lo será por siempre»Los recuerdos la golpearon y tuvo escalofríos.Intentó levantarse. Pero, al mínimo movimiento, escuchó un sonido; era como si alguien hubiese puesto una alarma de movimiento cerca de ella.Los ojos del hombre se abrieron de golpe. Primero sus ojos eran somnolientos, pero al verla despierta, sus ojos se agudizaron.—¡Diana!La respiración de la mujer se volvió un calvario.Joaquín talló sus ojos para volver al ahora, enderezó su postura, se levantó y quiso acercarse.—¡No se acerque! —exc
Diana sintió esos labios reclamando los suyos, quería escapar, pero él era tan fuerte que, se debilitó al sentir su cálido aliento.Ella desvió su rostro, rompiendo el beso, pero sintió ese aliento quemar su piel, mientras Joaquín extendía dulces besos en sus mejillas, y en su cuello, mordió suavemente el lóbulo de su oreja, haciendo que se estremeciera.Diana quería no sentir nada, pero no sabía por qué sentía todo.—¡Aléjate!—Diana, soy tu esposo —dijo él acunando su rostro, sus miradas se encontraron.—No sé quién eres, no te recuerdo.—¿De verdad no me recuerdas? —exclamó obligando a que le mirara.Por un segundo, ella se quedó en silencio, mirando sus ojos fijamente.Èl volvió a besarla.Ella lo rechazó.—¿Por qué me rechazas?—¡No te conozco!Sus palabras desmoronaron al hombre, ella pudo ver un atisbo de dolor en sus pupilas.—Haré que me recuerdes, te prometo que recordarán nuestro amor.Ella no supo qué decir.—Quiero ver a mis hijos, por favor… —Suplicó.Joaquín sonrió. Asin
Pilar soltó un quejido, y rompió en llanto, ante la vista de los niños, Diana, Margot y la niñera.—¡¿Qué está pasando aquí?! —exclamó Joaquín entrando rápidamente a la casa, ya que Diana entró antes, casi desesperada.—¡Está mujer! ¿Por qué la trajiste, Joaquín? ¡Me ha golpeado, es una lunática! Debe irse, es mala mujer.—¡Mamita! —exclamaron los mellizos casi al mismo tiempo.Diana mirò a los pequeños, sus ojos se iluminaron como dos lunas llenas, se puso de cuclillas, para mirarlos bien, eran hermosos, con cabellos dorados como los suyos y ojos verdes como los de su padre.—¡Opal, Ónix! —ella abrió los brazos, y los niños se arrojaron a ella con intensidad.—¡Mamita, mamita! Volviste, mami, te hemos extrañado mucho —dijo Ónix.Las lágrimas rodaron por los ojos de Diana, los abrazó con fuerza, sintiendo cómo su corazón latía. Quería abrazarlos por la eternidad, ¡eran sus hijos y apenas los conocía!—Mami, ¿ya nunca te irás? —exclamó Opal, acunando su rostro con sus manitas.Diana so
Pilar pasó a un lado de Diana, quien parecìa indiferente; era como si esas palabras no le causaran ni un atisbo de dolor.—Lo siento, Diana.—¿Tan mala mujer fui o soy?Joaquín se acercó a ella, estaba tan cerca, acunó su rostro, su cercanía la hizo sentir ansiosa.—No, eres la mejor mujer que conocí en mi vida, eso nunca cambiará.Por la noche, luego de la cena, Diana llevó a los niños a dormir a su habitación.Les leyó un cuento, los niños eran tan felices, ella los arropó.—Mami, ¿mañana que despertemos? ¿Estarás aquí?Diana sonriò ante sus preguntas, pero sintió una punzada de tristeza al ver de dónde provenían sus miedos.—Estaré aquí, mientras Dios me preste vida, nunca me alejaré, no volverá a pasar, mamá, lucharé contra viento y marea para estar siempre con ustedes.Los niños sonrieron, cerraron los ojos, se quedaron dormidos.Ella fue a la habitación donde le indicaron que era la suya.Al entrar, se sentó al borde de la cama, vio a Joaquín salir del baño y se asustó.El homb
Joaquín tomó la almohada, su rostro cambió a una mirada defensiva.—¿Quieres matarme?Por un segundo sus miradas conectaron, casi como si se estuviese escudriñando.Ella negó, moviendo su cabeza de un lado a otro.—Quería acomodar tu cabeza, parecías incómodo…Solo un segundo, Joaquín volvió a la realidad, Diana solía hacer eso cuando llegaron a dormir juntos, èl sonriò.—Yo, lo siento, no sé qué pensé.Ella acomodó la almohada en su cabeza.—Lo siento, mis palabras son agresivas, no sé qué sucede con mi cabeza —dijo Diana recostándose a su lado.—Diana —dijo mirándola de reojo con intensidad—. ¿No recuerdas nada? ¿Dónde estuviste estos años?Ella le miró.—Solo recuerdo a Nonny, ella me cuidó, pero, no recuerdo donde está.—¿Nonni?—Sì, es una anciana, ella me cuidó, pero no sé dónde hallarla, luchó por recordar, pero… —dijo tocando su cabeza, y cerrando los ojos, como si luchara.Joaquín tomó su mano.—Duerme, olvida todo y descansa, lo necesitas.Ella obedeció, le dio la espalda y c
Joaquín la miró confundido, se acercó a ella, hasta estar cerca de sus labios.—La única mujer que he amado y amo, eres tú, Diana.Él besó sus labios, fue un beso lento, que fue interrumpido por los gritos de los niños.—¡Mamita!Diana se levantó enseguida y cargó a Opal y luego a Ónix dándoles dulces besos, los sentó en las sillas y trajeron el desayuno.Margot llegó justo después.Se sentó con ellos, y desayunaron.—Margo, hermanita, ¿puedes hacerme un favor?Margot asintió.—Lo que sea, ¿Qué necesitas?—Puedes llevar a mi esposa a comprar un vestido para la cena de hoy.Margot sonrió, asintió.—Claro que sí, lo haré.***Pilar estaba furiosa, llamó por teléfono a Felicia.—Hija, habrá una fiesta hoy en la mansión, Joaquín reunirá a sus socios y amigos para informar que su esposa regreso.—¡¿Qué?! ¡Él no puede hacerme esto! ¡No puede! Será demasiado vergonzoso, Pilar, ¡ayúdame!Pilar pidió un momento, una empleada le indicó que Margot y Diana fueron al centro comercial.—Felicia, es