Siete años después.Opal y Ónix jugaban en el salón, luego dejaron de hacerlo, ante la llegada de su nana Salma.—Vamos, niños, es hora de ir a dormir. Recuerden que hoy, papá tendrá su fiesta de compromiso con Felicia.Los niños lucían tristes, bajaron la escalera, tomados de la mano con la niñera, cuando los pequeños observaron cómo el cuadro de su madre, que antes estaba en la sala, era retirado.—¡No! ¡Mami! No pueden quitar a mami —dijo Opal, la pequeña niña sollozaba.—¡No, dejen a mami! —exclamó el niño.Felicia llegó hasta ahí y sonrió al ver cómo quitaban ese retrato.—¡Al fin seré la señora Andrade! Así que a partir de ahora me llamarán madre, ¿me escucharon? Soy su nueva madre.Opal y Ónix se abrazaron asustados.—¡No te queremos como una mamá! —Los niños bajaron la escalera corriendo, se alejaron de ella.Felicia tenía ojos severos, siguió a los mellizos hasta la habitación de juegos, los amedrentó al acercarse mucho.—¡Están castigados! —Felicia miró a Salma—. Salma, ll
Diana tembló ante el hecho de ser descubierta, creyó, ser màs lista, que el hombre estaba descuidado, sería algo rápido y fácil de hacer, durante años planificó este dìa, y ahora perdía de una forma tan estúpida.Solo le quedaba una opción, y era escapar de sus garras; lo empujó y finalmente comenzó a correr como si el mismo diablo la persiguiera.A Joaquín le tomó unos segundos reaccionar, y corrió tras ella.—¡Diana! —gritó con fuerzas, incluso aunque la música era muy alta, ella alcanzó a escucharlo.Su corazón latió con fuerzas, solo debía hacer una cosa, quería ver a sus hijos, algo estaba en su mente, y ahora no tenìa sentido«¡Si te mataba, podía recuperar a mis hijos y entonces ellos estarían conmigo!», pensóSus ojos se nublaron por lágrimas tristes y de miedo.Intentó bajar la escalera, cuando este hombre iba persiguiéndola.Tuvo terror de ser alcanzada, y tropezó, lanzó un grito, luchó por agarrarse de algo que evitara su penosa caída, pero fue inútil. Cuando se dio cuenta
Cuando llegaron al hospital, bajaron la camilla y trasladaron a Diana al hospital.Joaquín los seguía, miraba a su esposa, ¡era ella! No parecìa haber cambiado, quizás sus cabellos eran màs largos, pero su rostro, seguía siendo el mismo de hace siete años, estaba herida, o eso decían, porque no podía ver, salvo unos moretones, quería abrazarla, quería besarla, si hubiese podido la habría tomado en sus brazos para nunca soltarla.Pero, al cruzar la zona de emergencia, ya no le dejaron pasar.Joaquín maldijo y pidió a su guardia personal que buscara al director del hospital.«No dejaré que vuelvas a escapar de mí, Diana, has vuelto, ahora nunca te irás», pensó.***Felicia caminó adentro de la mansión y exigió ver al personal de seguridad.—Dígame, señorita.—Quiero saber cómo entró esa mujer, ¿qué pasó? ¡Exijo ver los videos de seguridad y es una orden!—Pero, yo solo recibo órdenes del señor Andrade…La mujer le miró con ojos de furia, que el hombre pensó que podía quemarlo vivo.—S
—¡Yo…! ¡Yo no sé qué hice! ¿Qué delito cometí? ¡Yo no entiendo nada! Mi cabeza duele, ¡no recuerdo nada! Por favor, ¡ayuda! —exclamó desesperada.Felicia se acercò a ella, la mirò con ojos muy severos y pequeños.—¿Ahora tomarás la carta de la amnesia? Por favor, ¡no lo permitiré! Intentaste matar a mi prometido Joaquín Andrade, tengo un video que lo prueba, y no te dejaré escapar, ¡maldita! ¡Pagarás caro, pagarás en la cárcel! ¿Creíste que podías regresar a destrozar la vida de tu ex? ¿Qué se siente volver de la muerte para volver a una prisión?Los ojos de Diana estaban llorosos, con una gran confusión.—¡No sé de qué hablas, mujer! No recuerdo quién eres, ¡ni recuerdo quién es Joaquín Andrade! ¡Ayúdenme, por favor, tengan piedad! —exclamó al sentir las esposas en sus manos.Felicia la miraba con profundo odio.***Cuando Joaquín colgó la llamada, iba a buscar al doctor, pero no tuvo que hacerlo, porque el mismo doctor lo encontró antes.—Señor Andrade…—¡¿Cómo está Diana?!—Ella tu
Diana mirò unas ropas en una mesa, se apuró a romper la bolsa de plástico, sus manos temblaban.Se vistió tan rápido como pudo, tenìa miedo de que alguien entrara, pero cuando estuvo lista, no encontró zapatos.Poco le importó, solo quería irse.Intentó caminar por los pasillos, estaba un poco mareada, se pegó hacia el pasillo, tomándose de la pared para no evidenciar que se encontraba mal, incluso su pie dolía demasiado.Tomó el ascensor, y fue hasta la planta baja.Su corazón latía mucho, se quedó detrás de varias personas, pasó desapercibida, esperaba que pudiera escapar de la misma manera.***—Quiero que se larguen de aquí, no hay delito que perseguir, ¿entiendes?Los hombres asintieron; ya habían recibido órdenes de su superior para desestimar el caso.Joaquín les dio el anillo de brillantes.—Vendan esto, repártanse las ganancias.Los policías se fueron.—Quiero que tengan cuidado con mi mujer, nadie puede entrar, ni salir de su habitación, al menos que sea un médico, y yo soy
—¡¿Por qué mi esposa no me recuerda?! —exclamó ante el doctor, mientras observaba por una ventana a su esposa, siendo atendida por enfermeras.—A veces puede pasar, ella tiene una lesión muy leve, tiene una amnesia postraumática, puede durar días, semanas o hasta meses. Vamos a estar monitoreándola, quizá estar en su hogar, con personas que conoce, le ayudará a que los recuerdos vuelvan.Joaquín bajó la mirada, se sentía tan frustrado.El doctor se fue y él decidió entrar a la habitación. Diana recibió un sedante, sabía que no despertaría hasta mañana.Joaquín entró, la observó, era tan ella, y tan diferente. Su corazón latió con fuerza, la había dado por muerta, pero veneró tanto su recuerdo, como un fantasma que le perseguía. Ahora ella estaba viva, su obsesión volvía por ella, igual que su amor, pero ahora no estaba seguro de nada.«Tal vez esto sea algo bueno, si ella no puede recordar nuestro terrible pasado, puedo volver a enamorarla. Si ella no puede recordar por qué me odia, ta
Al día siguiente.Diana abrió los ojos, y miró al techo. Era blanco, inmaculado, y por un segundo no supo en dónde estaba, hasta que miró alrededor. Vio a ese hombre sentado en el sofá, parecìa maltrecho, sin saco, con la camisa blanca arrugada, ojos cerrados, y un gesto vulnerable.Ella arrugó el ceño, luchó con fuerzas contra los recuerdos, a su mente vino ese beso de anoche.«—¡Soy tu esposo, Diana! Eres mía y me perteneces, soy el padre de tus hijos, tu lugar es a mi lado y así lo será por siempre»Los recuerdos la golpearon y tuvo escalofríos.Intentó levantarse. Pero, al mínimo movimiento, escuchó un sonido; era como si alguien hubiese puesto una alarma de movimiento cerca de ella.Los ojos del hombre se abrieron de golpe. Primero sus ojos eran somnolientos, pero al verla despierta, sus ojos se agudizaron.—¡Diana!La respiración de la mujer se volvió un calvario.Joaquín talló sus ojos para volver al ahora, enderezó su postura, se levantó y quiso acercarse.—¡No se acerque! —exc
Diana sintió esos labios reclamando los suyos, quería escapar, pero él era tan fuerte que, se debilitó al sentir su cálido aliento.Ella desvió su rostro, rompiendo el beso, pero sintió ese aliento quemar su piel, mientras Joaquín extendía dulces besos en sus mejillas, y en su cuello, mordió suavemente el lóbulo de su oreja, haciendo que se estremeciera.Diana quería no sentir nada, pero no sabía por qué sentía todo.—¡Aléjate!—Diana, soy tu esposo —dijo él acunando su rostro, sus miradas se encontraron.—No sé quién eres, no te recuerdo.—¿De verdad no me recuerdas? —exclamó obligando a que le mirara.Por un segundo, ella se quedó en silencio, mirando sus ojos fijamente.Èl volvió a besarla.Ella lo rechazó.—¿Por qué me rechazas?—¡No te conozco!Sus palabras desmoronaron al hombre, ella pudo ver un atisbo de dolor en sus pupilas.—Haré que me recuerdes, te prometo que recordarán nuestro amor.Ella no supo qué decir.—Quiero ver a mis hijos, por favor… —Suplicó.Joaquín sonrió. Asin