—Clara, tal vez… —Ricardo dudaba, queriendo hablar.—¿Qué esperas? ¿Necesitan más dinero? ¡Rápido, sigan excavando! —Clara no le dio oportunidad de continuar, y su actitud solo la enfureció más—. Cada segundo que pierdan, voy a denunciarlos. —Pensó un momento, y con una expresión aún más feroz, añadió—: ¿Saben quién es Alejandro Guzmán, verdad? ¡Es el prometido de mi hija! Si me hacen enojar a mí, la hacen enojar a ella, y si la hacen enojar a ella, entonces también lo harán con él.Los hombres, que habían vacilado por un momento, dejaron de dudar al escuchar ese nombre. En Muonio, ¿quién no conocía a Alejandro Guzmán? Un hombre capaz de hacer temblar toda la ciudad con solo dar un paso.—¡Sigan cavando! —Clara ordenó, con satisfacción evidente.—No… —Luciana, desesperada, corrió hacia ellos, intentando detenerlos. Pero ¿qué podía hacer contra varios hombres fuertes y decididos?—¡Ah! —En medio de la pelea, su mano se lastimó, y la sangre comenzó a brotar.Los hombres, sorprendidos, se
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