—¿Pero hace cuánto? —le preguntaba Miki al encargado del club, nerviosa porque no creía lo que él le decía. Ella conocía a Elisa y sabía perfectamente que ella jamás se vendería, y menos teniendo aquello que ella tanto cuidaba.—Hace más de una hora… —se extrañó. Todos habían sentido sus gritos, pero nadie quiso intervenir porque no se podía. Los compañeros de Kirill, por otro lado, reían.—¿Y qué esperas? ¡Anda! Ya ha sido suficiente, ve a ver qué sucede.La miró por un momento, él tenía que ver qué pasaba, así que eso hizo. Se quedó inmovilizado frente a la puerta cuando vio a la chica a un lado del sofá con su pecho, brazos y manos cubiertas de sangre que se secaba, sentada sobre un charco rojo brillante y a un cuerpo inerte boca abajo sobre el sofá. Mierda, mierda, mierda ¿Qué había hecho esa loca? Estaban todos perdidos por su culpa.Pero ella no reaccionó, ni siquiera sintió una presencia allí, hasta que Mikaela se asomó tras el hombro de aquel hombre y se horrorizó, haciénd
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