Llevaba ya dos días encerrada en esa habitación, nadie había cruzado esa puerta y el vaso con agua que tenía sobre el velador se lo había tomado luego de oír ese disparo. Tenía sed y hambre, no tenía fuerzas y se había orinado varias veces en la cama por miedo y por necesidad, aunque no podía entender de dónde seguía saliendo líquido si no había bebido nada. Necesitaba que todo eso terminara ya, hace horas que no oía movimiento cerca de esa habitación. Parecía que la habían dejado sola, abandonada y condenada a morir lentamente.Había llamado a alguien varias veces el día anterior, pero nadie le prestaba ayuda, porque parecía que no había un alma cerca de ella. Estaba cansada y su voz ya no salía, había llorado demasiado y soñaba con una botella de agua. Entonces comenzó a soñar despierta con sus ensayos en el club cuando terminaba, y luego la esperaba su botella de agua con sabor a limón. Amaba las aguas con sabor a limón, y podía sentir el sabor de ella.Sonreía, mientras imagin
Elisa cerró sus ojos, gimiendo por la relajación que esa voz le trajo.Andrei dejó su vaso en la mesa a su lado y se puso de pie para ir hasta ese caño caminando a paso firme, estaba enojado por esa exposición sin carácter e indigna de una persona como él. Además, le molestaba verla sucia. Sabía que había sido él quien la había abandonado y olvidado, pero aquello ya superaba su paciencia.Ella podía escuchar esos pasos siendo atenuados por la música, no quería que nadie más la humillara ni la obligara a subirse a ese caño nuevamente. Tal vez venían a matarla por dar tan deprimente espectáculo y eso le provocaba una extraña ansiedad. Pero el castaño en vez de dañarla, la tomó entre sus brazos para alzarla. Él no iba a darle explicaciones a nadie por su acción, que pensaran lo que quisieran, la situación había llegado demasiado lejos y había sido mucho show para la noche.Elisa observó el rostro que no la miraba, se sentía pequeña entre esos brazos y vulnerable a cualquier cosa. De
Elisa tenía los ojos cerrados, porque había optado por sentir en todo su esplendor esa agua caliente que la abrazaba y la reconfortaba un poco. Sus músculos se habían relajado y con ellos, el dolor de sus heridas y los de sus golpes también.Andrei había entrado ya en el baño, y la observaba tan relajada como sólo la había visto cuando la fue a conocer, durmiendo como un bebé a salvo del mundo, tranquila y en paz. Dejó un short deportivo y holgado sobre una mesa junto a una camiseta, que estaba seguro que le quedaría, además de unas zapatillas de levantarse en el suelo. Acto seguido dejó dos toallas cerca de la bañera para luego salir de allí.No planeaba interrumpir su tranquilidad luego de haberla angustiado durante cuarenta y ocho horas.Elisa abrió sus ojos cuando sintió que el agua se estaba enfriando, y cuando lo hizo, se dio cuenta de las cosas que le había dejado. Sonrió cuando vio la ropa y las toallas, parándose con dolor pero no lo suficiente como para caer en la bañera.
—No puedes hacerme eso, estoy en la universidad y me buscarán —argumentó para bajarlo de su nube, insegura de sus palabras.—¿Y quién te buscaría de la universidad? —dijo, mientras dejaba el jarro con jugo sobre la mesa—. ¿Algún novio?—No… ¡No sé quién!, pero es obvio que se preocuparán si no aparezco. Denunciarán el hecho a la policía, lo que sucedió el otro día en el club no fue algo simple. Tú y tus matones mataron a todo el mundo.—¿Y alguien sabe que trabajabas en ese club? —la molestaba con su sonrisa victoriosa, jugando con el líquido del vaso, con movimientos circulares de su muñeca.Elisa lo observó mordiendo sus labios, claro que nadie sabía. Andrei echó una risa.—Claro que no saben, debe ser una vergüenza para ti —tomó del jugo, dándole su aprobación con un gesto—. No entiendo esa castidad tuya, eres extranjera. ¿Qué mujer se resiste de esa forma? Eres extraña…—Tú no sabes nada de mí…—No, ni tú de mí —dio un paso hacia ella—. ¿Quieres que tengamos una plática toda la n
Tal y como había pasado en sus primeros días en esa casa, Andrei se había olvidado de Elisa, pero esta vez había sido por siete días y a propósito, como su primer paso justiciero. Ella lo sabía porque había contado esos días con tristeza, solamente había tenido la visita de la señora María, la sirvienta de confianza del alto, y hasta ese momento era el único ser humano que parecía interesarse por su salud. Iba tres veces por día a ver que necesitaba, y cada día se había dedicado a cuidar del estado de las heridas de la castaña que ya no sangraban y parecían saludables. Ya no lloraba, pero no porque no quisiera, sino que sus ojos parecían fatigados. Jamás había tenido síntomas claustrofóbicos, pero estar allí en esa habitación la angustiaba y la desesperaba, así que comenzó a pellizcarse la piel de sus brazos y piernas para descargar la tensión el día anterior. Además, aún tenía rabia acumulada en el pecho por no poder desquitarse con el castaño. —El señor Andrei se va a enojar
Ambos se voltearon hacia esa voz grave y dura, Igor sonrió y Elisa se escondió tras él, al saber quién era el dueño de esa voz que le despertaba y desordenaba todas sus hormonas.—Hirió a la señora María —le respondió divertido—, y se escapó.Andrei caminó hacia ellos, sacando a la joven detrás de Belov Igor desde su brazo, tomándolo con fuerza para que quedara frente a él y para que ella no se resistiera. Le echó un vistazo general, parecía perturbada y podía ver la hinchazón y lo rojo de las lesiones sobre su piel. Elevó una ceja al mirarla a los ojos. Ella por su parte, lo miraba temblando. De nuevo esa ceja inquisidora la amenazaba y la hacía sentirse pequeña y vulnerable.—Mujer escandalosa… —le soltó el brazo y ella, por reflejo, llevó su mano hasta esa zona que ahora le dolía—. Vete a tu habitación ahora, no quiero verte aquí.—No quiero, quiero estar aquí. No voy a escapar, no puedo...Andrei volvió a mirarla. ¿Quién se creía que era para contestarle?—Vete ahora antes de qu
Durante toda esa semana, Andrei había decidido que era una buena idea salir de casa o de distraerse en ella con buena compañía femenina. No tenía planes de volver a molestar a Elisa dentro de unos días más, quería dejarla sola con su angustia y eso le divertía. Pero verla esa vez le hizo sentir que no era divertido si deseaba matarse, aunque era eso lo que buscaba. Tal vez su primer paso con ella no había sido el correcto, torturarla así no iba a servir si ella era así de débil. Aunque no podía evitar reír al imaginarla vuelta loca en su habitación peleando con la señora María para que le entregara las llaves. De cierta forma, eso fue lo que buscaba desde el principio, volverla loca primero y luego saber cómo seguir divirtiéndose con ella…Ahora estaba en una habitación cercana y que no era la suya, porque nadie era lo suficientemente importante para entrar allí. Estaba sobre el cuerpo de aquella chica que entró con él a casa de su brazo. Ella era bella y no le daba problemas, sim
Andrei miraba por la ventana, mientras Anna descansaba sobre su pecho. Había perdido la noción del tiempo, no había notado que se pasó todo el día metido en su habitación con esa chica, quizá para evitar el tema de la problemática de Elisa. Recordó su rostro suplicante pidiéndole que la matara y que terminara con todo eso. Suspiró tras ese recuerdo, porque todo ese juego que ni siquiera había alcanzado a jugar bien, se estaba yendo a la mierda. Quería dañarla, sí, pero no quería verla de esa manera tan pronto. Estaba desilusionado y no entendía por qué si ese era su objetivo. Tal vez quería hacerlo más duradero, y ni siquiera había alcanzado a ver el proceso de cómo llegó a descontrolarse, al punto de agredir a una sirvienta.—Vamos al salón —se incorporó sin esperar a que la chica lo hiciera primero. Quería dejar de pensar y la rubia ya no lo estaba ayudando a dejar de hacerlo.**—Vaya, eres Elisa —la recibió con una sonrisa el rubio que ahora era más bajo que ella, gracias a es