Andrei lo observó desaparecer entre la multitud, mientras apretaba a Elisa contra su pecho.—Él no es malo —murmuró Elisa, apoyando la cabeza en su hombro mientras la música cambiaba a un tono más suave.—Lo sé. Pero no lo perderé de vista —dijo con determinación—. No puedo permitirme hacerlo.Bailaron en silencio por un momento, el mundo alrededor de ellos se desvanecía, como si solo existieran ellos dos. Elisa alzó la mirada y vio la seriedad en los ojos de Andrei. A veces era como si llevara todo el peso del mundo sobre sus hombros, y ella sabía que no era solo paranoia. Su vida había sido un tumulto constante, pero ella lo amaba, incluso con todas sus sombras.—Te amo —susurró, rompiendo el silencio.Andrei la miró, y por un instante, sus facciones duras se suavizaron.—Yo también te amo, Elisa —una pequeña sonrisa se formó en su boca—. Más de lo que alguna vez pensé que era capaz.Y con esas palabras, la tomó por la cintura, acercándola más mientras el sonido de la música los en
—Nunca entendí esto —murmuró Andrei cuando volvió a levantarse y se acercó a Elisa, que reía feliz—. Pero lo que sí odio es que tantos hombres hayan visto tus piernas. Gracias a Dios, esto solo pasa una vez porque no voy a permitir que nadie más las vea.Elisa lo miró con diversión, y una risita escapó de sus labios.—Oh, pobre de ti, Andrei —dijo con tono burlón, acariciándole el rostro—. Si te molesta tanto, ¿qué vas a hacer cuando estemos en la playa? No pienso usar camisones largos, tendrás que acostumbrarte a compartir la vista.Andrei apretó la mandíbula con una expresión de molestia, pero no pudo evitar que una sonrisa escapara de sus labios. La atrajo hacia él con un movimiento firme, tomando su cintura, y la besó con una fuerza que dejó a Elisa sin aliento.—Eso jamás —respondió con voz ronca—. Eres mía, y solo mía.El beso entre ambos encendió nuevamente los aplausos y silbidos de los invitados, que disfrutaban del espectáculo de la pareja apasionada.El ambiente en el saló
Andrei la miró fijamente mientras su respiración se aceleraba. Elisa se estremecía con cada roce de sus dedos y sentía cómo el deseo entre ambos crecía de manera abrumadora. —No tienes idea de cuánto te he deseado —murmuró Andrei con voz ronca, sus ojos ardiendo mientras la observaba tendida bajo él, completamente vulnerable.Elisa tragó saliva, con las mejillas encendidas y el corazón latiendo con fuerza. Su mente era un torbellino, pero solo podía centrarse en el peso del cuerpo de Andrei, en la calidez que irradiaba y en la manera en que sus labios buscaban cada rincón de su piel.—Andrei… —susurró, entrecerrando los ojos cuando sintió cómo él deslizaba sus labios por su cuello, dejando un rastro de besos húmedos que la hacían arquearse hacia él.—Dime, Elisa… —Andrei detuvo sus movimientos un instante y levantó la mirada para encontrarse con sus ojos brillantes—. ¿Te gusta que sea así de obsesivo contigo? Elisa sonrió débilmente, sintiendo un hormigueo recorrerle el cuerpo. —S
—Es tu turno.Elisa Morrison asintió, levantándose imponente, y es que sus tacones de 15 centímetros le daban un aire estilizado, imponente y sexy.Era esbelta, de ojos verdes y sedoso cabello castaño. Su atuendo dorado con negro y de piedras brillantes le daba un aspecto arrebatador, hechizante; un traje de danza árabe que se amoldaba a su cuerpo como un guante.Su cuerpo bailaba al son de la música, su vientre desnudo era objeto de miradas lascivas pero nadie la había tocado nunca, y es que no por nada le fue dado el apodo de "la intocable", por ser virgen e inaccesible para un baile privado en uno de los cubículos.Sus manos tomaron el largo fierro de metal, la intensidad de las luces fueron disminuidas y comenzó a bailar de manera sensual y hechizante, convirtiendo al frío e inerte objeto en su más leal amante.Se entregó a él como a nadie olvidando todo a su alrededor, seduciendo con aire sexy y encantador a su concurrida audiencia. Luego se centró en usar la fuerza de sus pierna
La oscura y sombría fortaleza del mafioso Andrei Borisov se alzaba majestuosamente en lo más alto de una colina a las afueras de la ciudad. Una imponente mansión de estilo gótico, rodeada por altos muros de piedra y vigilada por hombres armados, cuyas sombras se proyectaban amenazadoramente sobre los pasillos iluminados por tenues luces. El aire se llenaba del olor a tabaco y whisky, un ambiente opresivo que reflejaba la personalidad fría y despiadada del mafioso.Andrei, un hombre de mirada penetrante y gesto severo, caminaba con paso firme entre sus secuaces. Cada uno de ellos mostraba respeto y temor en sus rostros mientras recibían órdenes directas de su líder. Nadie se atrevía a cuestionar sus mandatos, pues aquellos que lo habían hecho en el pasado habían desaparecido.La sala de conferencias de la fortaleza estaba impregnada de un aire tenso cuando los hombres se sentaron en torno a una gran mesa de madera oscura. Andrei ocupaba el lugar central, su presencia dominante llena
Una noche de verano, Andrei miraba su guitarra a unos pasos de él, una que por cierto no sabía tocar. Tan deslumbrante como siempre; única y majestuosa como sólo ella podía estar. Entrelazó los dedos de sus manos para apoyar su mentón en ellos, usando sus rodillas como soporte para sus codos que le ayudaran a la comodidad de su posición. A lo lejos escuchaba la voz de su hombre más fiel conversar con los demás acerca de los planes nocturnos que tenían. Era su mejor amigo y el hombre por quien daría la vida sin dudarlo, porque sabía que sería lo mismo en caso contrario. —Todos se fueron a divertirse, y tú pareces un fantasma allí, sentado como si no tuvieras nada mejor que hacer —dijo su amigo Kirill, entrando al lugar. Andrei sonrió tras escucharlo, había interrumpido la música que le acompañaba en su ensimismamiento y provocado que saliera de su universo alternativo, tranquilo y calculador como siempre.—Hoy no tengo nada mejor que hacer —respondió con simpleza.—Pagaría por sabe
Sabía que no era un prostíbulo, pero él sí tenía la facultad de convertirlo en uno por una noche y con una sola chica si se le daba la gana.Elisa se quedó helada y no reaccionó, incluso luego de verse presa de esa mano que la llevaba fácilmente hasta el novio de Mikaela.¿En serio habían hecho un trato? No quería…—Pero Sokolov, sabe que no está…—Sí, lo está. Para mí sí e hicimos un trato, ¿no es así, linda? —la atrajo hasta a él. Ella sólo miró al encargado, sin ninguna expresión en particular, porque aún estaba presa del asombro, mientras el pelinegro le mostraba el dinero al encargado del club, poniéndolo en el sostén de Elisa, justo en medio de sus pechos.No había mucho que reclamar, estaba claro y más claro aún el hecho de que no podría negarse o toda la noche se iba ir al mismo infierno, incluso él si la suerte no estaba de su lado. Así que simplemente le enseñó con un gesto de su cabeza la cabina disponible.Al llegar a una de las cabinas, la chica se tensó. El sujeto la a
—¿Pero hace cuánto? —le preguntaba Miki al encargado del club, nerviosa porque no creía lo que él le decía. Ella conocía a Elisa y sabía perfectamente que ella jamás se vendería, y menos teniendo aquello que ella tanto cuidaba.—Hace más de una hora… —se extrañó. Todos habían sentido sus gritos, pero nadie quiso intervenir porque no se podía. Los compañeros de Kirill, por otro lado, reían.—¿Y qué esperas? ¡Anda! Ya ha sido suficiente, ve a ver qué sucede.La miró por un momento, él tenía que ver qué pasaba, así que eso hizo. Se quedó inmovilizado frente a la puerta cuando vio a la chica a un lado del sofá con su pecho, brazos y manos cubiertas de sangre que se secaba, sentada sobre un charco rojo brillante y a un cuerpo inerte boca abajo sobre el sofá. Mierda, mierda, mierda ¿Qué había hecho esa loca? Estaban todos perdidos por su culpa.Pero ella no reaccionó, ni siquiera sintió una presencia allí, hasta que Mikaela se asomó tras el hombro de aquel hombre y se horrorizó, haciénd