Elisa tenía los ojos cerrados, porque había optado por sentir en todo su esplendor esa agua caliente que la abrazaba y la reconfortaba un poco. Sus músculos se habían relajado y con ellos, el dolor de sus heridas y los de sus golpes también.Andrei había entrado ya en el baño, y la observaba tan relajada como sólo la había visto cuando la fue a conocer, durmiendo como un bebé a salvo del mundo, tranquila y en paz. Dejó un short deportivo y holgado sobre una mesa junto a una camiseta, que estaba seguro que le quedaría, además de unas zapatillas de levantarse en el suelo. Acto seguido dejó dos toallas cerca de la bañera para luego salir de allí.No planeaba interrumpir su tranquilidad luego de haberla angustiado durante cuarenta y ocho horas.Elisa abrió sus ojos cuando sintió que el agua se estaba enfriando, y cuando lo hizo, se dio cuenta de las cosas que le había dejado. Sonrió cuando vio la ropa y las toallas, parándose con dolor pero no lo suficiente como para caer en la bañera.
—No puedes hacerme eso, estoy en la universidad y me buscarán —argumentó para bajarlo de su nube, insegura de sus palabras.—¿Y quién te buscaría de la universidad? —dijo, mientras dejaba el jarro con jugo sobre la mesa—. ¿Algún novio?—No… ¡No sé quién!, pero es obvio que se preocuparán si no aparezco. Denunciarán el hecho a la policía, lo que sucedió el otro día en el club no fue algo simple. Tú y tus matones mataron a todo el mundo.—¿Y alguien sabe que trabajabas en ese club? —la molestaba con su sonrisa victoriosa, jugando con el líquido del vaso, con movimientos circulares de su muñeca.Elisa lo observó mordiendo sus labios, claro que nadie sabía. Andrei echó una risa.—Claro que no saben, debe ser una vergüenza para ti —tomó del jugo, dándole su aprobación con un gesto—. No entiendo esa castidad tuya, eres extranjera. ¿Qué mujer se resiste de esa forma? Eres extraña…—Tú no sabes nada de mí…—No, ni tú de mí —dio un paso hacia ella—. ¿Quieres que tengamos una plática toda la n
Tal y como había pasado en sus primeros días en esa casa, Andrei se había olvidado de Elisa, pero esta vez había sido por siete días y a propósito, como su primer paso justiciero. Ella lo sabía porque había contado esos días con tristeza, solamente había tenido la visita de la señora María, la sirvienta de confianza del alto, y hasta ese momento era el único ser humano que parecía interesarse por su salud. Iba tres veces por día a ver que necesitaba, y cada día se había dedicado a cuidar del estado de las heridas de la castaña que ya no sangraban y parecían saludables. Ya no lloraba, pero no porque no quisiera, sino que sus ojos parecían fatigados. Jamás había tenido síntomas claustrofóbicos, pero estar allí en esa habitación la angustiaba y la desesperaba, así que comenzó a pellizcarse la piel de sus brazos y piernas para descargar la tensión el día anterior. Además, aún tenía rabia acumulada en el pecho por no poder desquitarse con el castaño. —El señor Andrei se va a enojar
Ambos se voltearon hacia esa voz grave y dura, Igor sonrió y Elisa se escondió tras él, al saber quién era el dueño de esa voz que le despertaba y desordenaba todas sus hormonas.—Hirió a la señora María —le respondió divertido—, y se escapó.Andrei caminó hacia ellos, sacando a la joven detrás de Belov Igor desde su brazo, tomándolo con fuerza para que quedara frente a él y para que ella no se resistiera. Le echó un vistazo general, parecía perturbada y podía ver la hinchazón y lo rojo de las lesiones sobre su piel. Elevó una ceja al mirarla a los ojos. Ella por su parte, lo miraba temblando. De nuevo esa ceja inquisidora la amenazaba y la hacía sentirse pequeña y vulnerable.—Mujer escandalosa… —le soltó el brazo y ella, por reflejo, llevó su mano hasta esa zona que ahora le dolía—. Vete a tu habitación ahora, no quiero verte aquí.—No quiero, quiero estar aquí. No voy a escapar, no puedo...Andrei volvió a mirarla. ¿Quién se creía que era para contestarle?—Vete ahora antes de qu
Durante toda esa semana, Andrei había decidido que era una buena idea salir de casa o de distraerse en ella con buena compañía femenina. No tenía planes de volver a molestar a Elisa dentro de unos días más, quería dejarla sola con su angustia y eso le divertía. Pero verla esa vez le hizo sentir que no era divertido si deseaba matarse, aunque era eso lo que buscaba. Tal vez su primer paso con ella no había sido el correcto, torturarla así no iba a servir si ella era así de débil. Aunque no podía evitar reír al imaginarla vuelta loca en su habitación peleando con la señora María para que le entregara las llaves. De cierta forma, eso fue lo que buscaba desde el principio, volverla loca primero y luego saber cómo seguir divirtiéndose con ella…Ahora estaba en una habitación cercana y que no era la suya, porque nadie era lo suficientemente importante para entrar allí. Estaba sobre el cuerpo de aquella chica que entró con él a casa de su brazo. Ella era bella y no le daba problemas, sim
Andrei miraba por la ventana, mientras Anna descansaba sobre su pecho. Había perdido la noción del tiempo, no había notado que se pasó todo el día metido en su habitación con esa chica, quizá para evitar el tema de la problemática de Elisa. Recordó su rostro suplicante pidiéndole que la matara y que terminara con todo eso. Suspiró tras ese recuerdo, porque todo ese juego que ni siquiera había alcanzado a jugar bien, se estaba yendo a la mierda. Quería dañarla, sí, pero no quería verla de esa manera tan pronto. Estaba desilusionado y no entendía por qué si ese era su objetivo. Tal vez quería hacerlo más duradero, y ni siquiera había alcanzado a ver el proceso de cómo llegó a descontrolarse, al punto de agredir a una sirvienta.—Vamos al salón —se incorporó sin esperar a que la chica lo hiciera primero. Quería dejar de pensar y la rubia ya no lo estaba ayudando a dejar de hacerlo.**—Vaya, eres Elisa —la recibió con una sonrisa el rubio que ahora era más bajo que ella, gracias a es
Cuando vio que Elisa estaba tomando una bocanada de aire para seguir diciéndole cosas, él volvió a tomarla de ese brazo para voltearla, dejando su espalda hacia su pecho para comenzar a conducirla hacia otro lugar. Con su otra mano libre le tapaba la boca. No quería escándalos en esa fiesta, y debía demostrarle que era él quien mandaba.—Cállate, mujer escandalosa.Elisa se resistía a caminar, pero su fuerza no era nada al lado de la del castaño. Así que se dejó conducir, le gustaba que la tomara de esa manera y que tuviera tanto poder en ella… En serio se estaba volviendo loca.Llegaron hasta el patio y la dejó allí, volteándola nuevamente hacia él para mirarle el rostro, apartando la mano que cubría su boca. Al verse libre de ese agarre, Elisa jadeó, mirándolo con reproche.—¿Qué quieres de mí? ¿Por qué te empe….—Cállate —volvió a ordenarle el castaño. Elisa se calló, odiando su voz—. Ahora vuelve a rogarme como lo hiciste esta mañana.Aquella chispa en la mirada de ella volvía
Luego de pasar una noche llena de pensamientos, Elisa no había podido dormir bien. Cerraba los ojos y veía la espalda de Kirill desvanecerse, para darle paso a la de Andrei.Él era cruel y era capaz de verlo todo con la cabeza fría y eso le asustaba. ¿Cómo había sido tan estúpida e ingenua de ponerse a jugar con sujetos como ellos? Jamás debió entrar a ese trabajo, nada que tuviera que ver con la exposición femenina podía ser limpio.Ahora estaba en la sala, sentada en el sofá y mirando a todos a su alrededor, nadie le hablaba y todos parecían en su mundo, conversando de aquellas cosas que se sentían orgullosos los hombres. Suspiró, entendiendo que una mujer jamás era bienvenida en las conversaciones masculinas, menos si esta no era de su agrado. De todas formas no esperaba que le hablaran, ella sabía perfectamente cuál era su lugar en esa casa, y aunque Andrei le hubiera dicho que ella era un huésped, Elisa sabía perfectamente que su rol se acercaba más al de una prisionera.Tuvo