La música retumba en mis oídos y las risas estallan a mi alrededor, pero yo solo quiero desaparecer.Estoy de vuelta en esta maldita fiesta que ni siquiera quería, y mi humor está más podrido que nunca. Lo que pasó con Santino me tiene hirviendo por dentro, como si todo lo que fuera normal en mi día acabara de desmoronarse.Miro alrededor, viendo las caras sonrientes de todos los invitados mientras aplauden, esperando que comience el espectáculo de abrir regalos. Yo, en cambio, me cruzo de brazos con la cara de pocos amigos. Los que me ven les digo que no me hablen, o los amenazo con clavarles un puñal en el pecho.Mi madre se me acerca con una sonrisa que intenta contagiarme, pero no logra nada.—Antonella, amor, es hora de abrir los regalos —dice animada, pero su tono me molesta más de lo que debería.—No quiero abrir nada —le suelto, con un tono tan seco que incluso ella parpadea. Pero sigue insistiendo, como siempre.—Venga, es tu cumpleaños, todos te trajeron cosas bonitas —repli
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