ANTONELLA El hombre que me sostenía prácticamente me arrastró hasta una habitación diferente, más amplia y ligeramente iluminada. La luz que entraba desde un pequeño farol colgado en una esquina era tenue, pero suficiente para permitir que mis ojos hinchados empezaran a distinguir los detalles del lugar.No era menos sombrío que el resto de aquel infierno, pero al menos parecía… menos hostil. Una cama solitaria, con un colchón viejo y una manta gris descolorida, ocupaba el centro del espacio.Al fondo, distinguí una puerta cerrada, la única otra salida además de la que acabábamos de cruzar. Las paredes estaban desnudas, agrietadas por el tiempo, y el suelo de concreto era frío, como un recordatorio constante de dónde me encontraba.Mi cabeza palpitaba con un dolor intenso, cada latido era como una puñalada detrás de mis ojos. Intenté enfocar mi visión, evaluando desesperadamente las posibilidades de escape o al menos algún objeto que pudiera usar como arma. Nada. El cuarto estaba vac
ANTONELLALas luces de la habitación eran mínimas, apenas suficientes para distinguir las sombras de los rincones. Las cuerdas aún apretaban mis muñecas y tobillos, pero no me preocupaba. El dolor ya era parte de mí; había aprendido a ignorarlo. Lo que realmente importaba era mantenerme firme. No les daría el placer de verme flaquear.Mi mirada recorrió la habitación por enésima vez, buscando algo, cualquier cosa que pudiera usar, pero la cama seguía siendo el único objeto presente. No había lugar para esconderme y luego atacar, y mucho menos para escapar de estos malditos. Aun así, no me preocupaba. Si algo estaba claro, era que yo no iba a doblarme ante ese bastardo.El sonido de pasos fuera de la puerta me sacó de mis pensamientos. Un hombre entró con una bandeja de comida en las manos. Era grande, con los hombros anchos y un rostro inexpresivo que lo hacía parecer más una máquina que una persona. Caminó hacia mí con calma, colocando la bandeja en el borde de la cama.—Come, —dijo
CROWEl hombre al que envié a llevarle la comida regresó poco después, con los hombros tensos y una expresión neutral, aunque el brillo en sus ojos delataba su incomodidad. Se detuvo frente, parecía inquieto. Aun así habló con voz baja, como si temiera mi reacción.—La chica… no quiso comer, jefe. Tiró la bandeja al suelo y dijo que no comería nuestra “m*****a porquería”. También dijo que prefería que la mataran.Permanecí inmóvil por un momento, dejando que sus palabras se asentaran. Mi mirada fija en el hombre era suficiente para hacerlo sudar, pero no dije nada de inmediato. Una chispa de irritación recorrió mi mente, pero pronto fue eclipsada por otra sensación: diversión.Quella piccola diavola. (Esa pequeña diabla).Una leve sonrisa se formó en mi rostro mientras me inclinaba hacia adelante, apoyando las manos en el escritorio frente a mí.—Así que quiere jugar ese juego conmigo, —murmuré para mí mismo, lo suficientemente bajo como para que el guardia no pudiera oír claramente. M
CROWNo la había visto en días. No porque no pudiera, sino porque no me daba la m*****a gana. Sabía exactamente lo que estaba haciendo: dejando que se pudriera en su propia terquedad, esperando a que se quebrara por su cuenta.Quella piccola diavola era una mocosa obstinada. Y eso solo hacía todo más interesante.Cuando entré a la habitación, el hedor a encierro y piel sudorosa me recibió de inmediato. En este momento es sutil, pero está ahí. Un recordatorio de cuánto tiempo llevaba en este agujero sin ser sacada.Mis ojos recorrieron su cuerpo con detenimiento, evaluando su estado. Está más delgada. Sus muñecas, aún atadas a la cabecera de la cama, muestran las marcas de la presión de las cuerdas. Su ropa, la misma con la que llegó, está sucia, arrugada, con manchas de sudor, polvo, incluso sangre seca. Su cabello rubio está enmarañado, cayendo en mechones desordenados alrededor de su rostro, y sus labios, secos y partidos, apenas ocultan la firmeza de su mandíbula.Una pequeña sonris
CROWSuelto una pequeña exhalación, casi una risa de satisfacción, cuando comienza a darle pequeños mordiscos al trozo de pan que he mantenido en mi mano.Estoy seguro de que esta vez no actuará como el animalito salvaje que ha sido. Ella aprenderá, poco a poco, pero lo hará.—Eso pensé, —murmuro, sin apartar mis ojos de los suyos—. Ahora, piccola, vas a tomar una sabia decisión. Sé que eres una chica inteligente.Mi agarre en su cuello se afloja apenas, dándole un respiro, pero sin soltarla.—Vas a comerte toda la maldita comida que te traigan de hoy en adelante. O voy a encargarme personalmente de borrar cada puto rastro de tu familia. Y cuando termine… te dejaré viva para que seas la única Mancini que quede en pie mientras miras cómo los demás caen.El silencio es sofocante.Espero.Espero a ver cuánto más puede soportar antes de entender que, en este juego, solo hay un ganador, y ese soy yo.Y nunca he sido de los que pierden. Ni lo seré esta vez, ni nunca.[***]ANTONELLAEl desg
ANTONELLA Me dejo llevar por la sensación de limpieza momentánea, pero no tardo demasiado. No quiero estar aquí más tiempo del necesario.Me visto rápido con la ropa que me dejaron. Cuando salgo de la ducha la mujer que estaba antes ya ha desaparecido. Me toma un momento ubicarla en la otra habitación. Está de pie, sosteniendo una bandeja de plástico en sus manos.Mi estómago se revuelve al pensar que es comida. No sé si podría soportar otro intento de obligarme a comer. Pero cuando me acerco un poco más, me doy cuenta de que la bandeja no tiene alimentos.Son vendajes, frascos pequeños, que a mí ver, parecen ser remedios. Cosas para curar.Levanto la mirada y me encuentro con los ojos fríos de la mujer. Me dice otra vez algo en ruso. Su tono es plano, sin emociones al igual que antes.Sigo sin entender una maldita palabra, pero cuando señala la cama con la cabeza, lo capto.Quiere que me siente o me recueste.Camino hacia ese lugar y me dejo caer en la orilla de la cama, no lo hago
ANTONELLALa perra me mira como si esperara que me retorciera en mi lugar, como si sus palabras tuvieran el peso suficiente para doblegarme.Ilusa.Si cree que puede intimidarme con insultos baratos y amenazas veladas, pierde su tiempo.Sigo mirándola con la cabeza en alto y mi expresión completamente impasible. No le daré lo que quiere.—¿Terminaste con tu monólogo de perra celosa? —pregunto con una sonrisa cínica.Su mandíbula se tensa al instante.Ahí está. Golpeé justo en el centro de su pequeño ego de porcelana.Da un paso adelante, inclinándose apenas hacia mí. Su perfume caro invade mi espacio, pero no me inmuto.—Ten cuidado cómo me hablas, zorrita, —su voz es un veneno, pero a mí me da igual—. No tienes idea de con quién estás tratando.—Y no me interesa saberlo, —respondo con absoluta indiferencia—. Porque, por lo que veo, no eres nadie importante.Su boca se abre ligeramente, pero se contiene. Le dolió. Lo sé porque sus ojos me atraviesan con furia.Se endereza de nuevo, re
CROW —Todo está organizado. La ceremonia será en el palacio del árabe en tres días. —Shade informa con la misma neutralidad de siempre—. El lugar está bien reforzado dentro y fuera, pero nuestra gente nos cuidará las espaldas desde el punto que acordamos.Asiento, encendiendo un cigarro mientras repaso en mi cabeza cada detalle.—¿Y los hombres armados?—Llegaron hoy y ya están justo en el sitio en que pediste vigilancia. La otra parte lleva mañana.Exhalo el humo lentamente, observando la brasa incandescente del cigarro antes de volver a hablar.—¿Y cómo van las cosas en la isla?—Todo bajo control. Dante y sus hombres siguen dopados. No pueden moverse ni pensar con claridad.Curvo una leve sonrisa.—Informarle a nuestra gente encargada, que los mantengan bajo ese efecto. Necesito que ese maldito se quede quieto mientras yo tomo a su pequeña princesa.Shade frunce las cejas.—¿Crees que soporten más tiempo?Encojo los hombros en un gesto despreocúpate. Me reclino en la silla, girand