Después de hartarme de tanto pastel, felicitaciones y abrazos, decido que ya he soportado suficiente por una noche o al menos hasta que mi madre lo decida. Entre la multitud, logro escabullirme sin que nadie me note y, antes de irme, le arrebato una botella de whisky a un camarero que anda ofreciendo tragos. Con una mano sujetando la falda de mi vestido y la otra firmemente agarrando el cuello de la botella, empujo la puerta francesa con el hombro y salgo al jardín.Camino hacia la fuente alta en el centro, me quito los tacones con una patada y me dejo caer al suelo, me acomodo para sentarme con las piernas enredadas y apoyo la espalda en el borde de la fuente. Intento abrir la botella con la boca, pero estos corchos siempre dan problemas.De repente, percibo una sombra en la oscuridad, una figura alta se acerca. Rápidamente, llevo mi mano por abajo de mi falda y me pongo en alerta, lista para sacar la daga que traigo conmigo—sí, siempre preparada—, pero cuando la luz de la luna ilumin
Con mis ojos muy abiertos me quedo congelada en mi lugar, sin consigo reaccionar a tiempo. Cuando finalmente mi cerebro se pone en marcha, lo aparto bruscamente con mis dos manos lo empujo contra su pecho.—¡¿Qué se supone que haces?! —bramo, colérica.Siento como mi corazón golpea como un martillo contra mi pecho. Todo lo que había sido tranquilo y fácil entre nosotros se ha roto en solo unos segundos, dejando un ambiente incómodo e insoportable.Santino me ha besado. Sacudo mi cabeza como si eso borrara lo que paso.Es la primera vez que beso a alguien, o más bien, que alguien me besa. Y no sé cómo sentirme al respecto.Me doy la vuelta rápidamente, dispuesta a irme, pero siento me toma del brazo para detenerme.—Espera, Antonella, —dice con su respiración muy agitada, pero me giro bruscamente, levantando un puño en el aire por puro instinto.Y sin pensar nada, mi puño estampa en su ojo izquierdo, cosa que ayuda a que me suelte. Este se tambalea hacia atrás mientras se cubre el ojo
La música retumba en mis oídos y las risas estallan a mi alrededor, pero yo solo quiero desaparecer.Estoy de vuelta en esta maldita fiesta que ni siquiera quería, y mi humor está más podrido que nunca. Lo que pasó con Santino me tiene hirviendo por dentro, como si todo lo que fuera normal en mi día acabara de desmoronarse.Miro alrededor, viendo las caras sonrientes de todos los invitados mientras aplauden, esperando que comience el espectáculo de abrir regalos. Yo, en cambio, me cruzo de brazos con la cara de pocos amigos. Los que me ven les digo que no me hablen, o los amenazo con clavarles un puñal en el pecho.Mi madre se me acerca con una sonrisa que intenta contagiarme, pero no logra nada.—Antonella, amor, es hora de abrir los regalos —dice animada, pero su tono me molesta más de lo que debería.—No quiero abrir nada —le suelto, con un tono tan seco que incluso ella parpadea. Pero sigue insistiendo, como siempre.—Venga, es tu cumpleaños, todos te trajeron cosas bonitas —repli
ANTONELLAUn zumbido fuerte me acribilla la cabeza. No sé qué ha pasado. Lo último que recuerdo es que se oyeron detonaciones muy fuertes, luego se vio fuego, y de la nada un gas floto por el aire. No tuve tiempo de nada, mis ojos se cerraron de golpe y ahora me está costando abrirlos.Parpadeo unas cuantas veces para acostumbrarlos de nuevo, y cuando lo consigo, mi vista se encuentra con solo paredes desgastadas. El lugar es oscuro, no hay ni un rayo de luz del exterior o alguna luz artificial de una lámpara, solo oscuridad.En eso resuena una voz profunda:―Nos volvemos a ver, piccola diavolo —pronuncia “pequeña, diablo” en italiano.Y mis ojos se clavan en esa profundidad. Su mirada gris es un abismo sin fondo, tan intensa que parece capaz de penetrar el alma de quien la mira, excepto la mía. Esa profundidad es inquietante, como si albergara secretos tan oscuros. En sus ojos hay una sombra de maldad palpable, una frialdad que helá la sangre de cualquiera; no conocen la piedad y es
Hola mis queridas diablas, aquí devuelta retomando el universo Mancini. Les dejare algunas advertencias, si eres nueva leyendo esta saga y también para recordarles el contenido que estas historias tienen.Tercer libro de la saga Legado de Sangre/ Historia de Antonella Mancini.Como muchas ya saben, es una historia de mafia, es parte de una serie de libros. No recomiendo leerlos por separados o salteados, se perderían mucho de la trama, ya que están unidos.ADVETENCIA: Este libro contiene violencia, palabras explicitas y mucho sexo. Algunas palabras pueden no gustar. incluso ofender, pero no está creado con ese propósito, todo aquí es ficción y base a mi imaginación.Queda a su criterio, si desean continuar con la lectura, bienvenidas y disfruten de la lectura.+21(NO ES UNA HISTORIA ROSA)Si buscas una historia con final feliz y que te deje algún aprendizaje, este no es el lugar para ti.**Leer bajo su propio riesgo**٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭῀٭Sinopsis
El presenteMi respiración agitada no es todo lo que se escucha en el salón, el eco de los susurros de mis zapatillas de punta contra el suelo de madera marcado por incontables horas de esfuerzo y dedicación, se mezcla con la música que puse en mi reproductor móvil. Me encuentro sola en este sitio, aislada de cualquier ruido del internado, alejada de mis compañeras y esas mujeres que me observan todo el tiempo como si fueran buitres al asecho. Un encierro que detesto hasta en lo más profundo de mi ser, que sea convertido en mi santuario y calvario.El gran espejo frente a mí refleja más que mi figura; muestra esa seguridad en mí, esa determinación de luchar por lo que quiero, mis frustraciones y mis miedos lo dejo todo aquí, siempre que practico. La sala está bañada por la luz tenue que se filtra a través de las grandes ventanas empañadas por la llovizna típica de un crepúsculo londinense.A pesar de estar sola, siento la presencia de todos esos ojos puestos sobre encima de mí, sus vo
La noche está perfecta para romper reglas. La luna brilla con una intensidad que parece desafiar la oscuridad, y eso me llena de energía. No puedo quedarme quieta, mucho menos irme a dormir. Llevo desde los seis años encerrada en este internado, o como yo lo llamo, prisión. Aunque mis padres me dejan salir en ciertas temporadas para visitarlos en Italia, y mi madre viene una vez a la semana a verme, nada de eso me quita las ansias de escapar y sentirme libre, como lo es hoy.Tal vez el ballet me ayude a descargar algo de esta energía, pero ahora no está funcionando. Deseo salir, volar, buscar mi verdadero lugar, que por supuesto no es aquí. Me pongo de pie como si tuviera un resorte debajo de mí y me dirijo a mi dormitorio. Al llegar, entro de modo sigiloso, para no despertar a mi mejor amiga y compañera de dormitorio, Ginna.—¿Anto, eres tú? —dice, levantando la cabeza y frotándose los ojos para aclarar la vista por el sueño, después enciende la lámpara de la mesita de lado de su cam
Entro al lugar, es frío y sombrío, cosa que me atrae mucho. Nadie aquí sospecha quién soy; siempre que vengo traigo una sudadera con capucha para cubrirme la cabeza. ¿Quién podría ponerle atención a una chica menuda como yo? Aunque no voy a negar que ha habido uno que otro borracho que ha intentado sobrepasarse conmigo, pero yo misma los pongo en su sitio.Camino dirigiéndome a la barra, donde se encuentra la persona que vine a buscar. Veo al hombre robusto que está del otro lado del mostrador. Me detengo frente a él cuando llego allí. Él levanta la vista y, al notar mi presencia, dejando lo que está haciendo.—Otra vez tú aquí —masculla entre dientes—. Te he dicho repetidas veces que ya no te quería ver en este lugar.—Y yo te dije que no suelo obedecer a nadie —respondo, con mis ojos clavados en los suyos.El tipo se ríe bajo mientras niega con la cabeza.—No hay duda alguna, eres toda una Mancini, una diabla —asegura—. Pero no por eso voy a apostar mis bolas por un juego de niñas.