Después de que papá se fue, mamá me pidió que desayunara con ella. Algo en su actitud me ha tenido inquieta. Desde que la puerta se cerró tras él, la noté ausente, como si su mente estuviera en otro lugar.Sí habló conmigo, incluso me preguntó sobre el internado, cómo me había ido, si la superiora fue dura conmigo después de lo que hice, de escaparme. No me dieron tiempo ni deberle la cara, eso fue todo lo que le respondí.—Mamá, ¿estás bien? —intento averiguar, busco en sus ojos alguna señal de algo.Deja la pequeña taza de porcelana sobre la mesa del jardín, levanta la vista y me dedica una de esas sonrisas cálidas que siempre me da. Luego aprieta mi mano con suavidad.—Estoy bien, mi niña —responde, pero noto cómo su mirada se desvía hacia el jardín, aunque no se levanta de su lugar.No me siento convencida.—No lo parece. Desde que llegué, te noto diferente, como si algo te preocupara. Si es por lo que hice, te aseguro que...—Tranquila, mi niña —me interrumpe suavemente—. No te e
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