Al poco tiempo, Gaston envió a su secretaria, Judith, para que esté conmigo y me acompañe a toda hora. Él ya me lo había dicho. Me llamó una noche antes. -No me importa lo que pienses o lo que digas o si te gusta o no, pero Judith estará contigo hasta que des a luz y no se moverá de tu lado en ningún momento-, me anunció, aunque en realidad, ordenó. Me dijo que era su secretaria desde hace algunos años, una chica joven, entusiasta, cordial, divertida y responsable y que le tenía muchísima confianza y por ello le había encargado estar a mi lado en esos últimos días de mi embarazo, aún no me gustase. Obviamente me opuse, sin embargo, como él me advirtió, no le importaba lo que yo dijera o protestara, je. Así, Judith llegó un martes, muy tempranito con sus maletas, lista a instalarse en mi casa. Por suerte yo tenía una cama compacta que acomodé cerca a la mía, en mi cuarto. Ella era muy linda, sus pelos oscuros muy largos y lacios, hasta la cintura, los ojos verdes, espigada y delg
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