—Hades, por favor, baje ahí porque estaba molesta, estaba celosa, Hades. Quería que sintieras lo mismo que siento cuando te veo con otras chicas, ¿por qué me castigas por actuar igual que tú? —expliqué entre lágrimas—. ¿Por qué? Si solo quiero recibir lo mismo que me pides. Me pides ser tu esclava sexual, pero te acuestas con quién desees. Como crees que me siento, Hades, me duele mucho porque me enamoré de ti, soy una idiota, una masoquista, me duele y molesta verte con otras, como a ti, te molesta que haya herido tu orgullo, a mí me duele el corazón Hades, no me lastimes porque estoy actuando igual que tú, dices que por haber bajado ahí para darte celos soy una zorra, dices que debía ser solo de tuya, lo he sido hasta ahora, ¿por qué haces esto? Me pides, pero no obtengo lo mismo de ti, eres indiferente y me usas, me maltratas. ¿Por qué eres hombre, tienes el derecho? Me detuve un momento y él se había detenido, el silencio era incómodo. —No estoy pagando por ti, no tengo el diner
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