Henry cerró la puerta y rodeó de nuevo el auto para subirse en el asiento del conductor. Ella estaba inmóvil, no estaba segura de nada. ―¿Puedes ponerte el cinturón? La joven miró la puerta donde estaba el cinturón, levantó dudosamente la mano para cogerlo, pero estaba temblando y se le resbaló de la mano, se estaba sintiendo una completa inútil. ―Tranquila―lo escuchó decir, cuando se volteó, se asustó al verlo inclinado junto a ella, pero era solo para coger el cinturón y ponérmelo. Lo miró aliviada, pero confusa, ¿por qué se comportaba así con ella? A penas la conocía. Puso el auto en marcha y empezó a conducir, ella miró al frente, no sabía cómo preguntarle hacía dónde la llevaba, se había quedado sin voz, y dudaba que el destino al que se dirigía fuese peor al que la esperaba detrás. Él conducía en silencio, no decía nada, excepto cuando le marcó a alguien y ella escuchaba cómo le pedía a su interlocutor que retrasara todo lo posible la reunión, que asistiría con unos minutos
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