Capítulo 2

Henry cerró la puerta y rodeó de nuevo el auto para subirse en el asiento del conductor. Ella estaba inmóvil, no estaba segura de nada.

―¿Puedes ponerte el cinturón?

La joven miró la puerta donde estaba el cinturón, levantó dudosamente la mano para cogerlo, pero estaba temblando y se le resbaló de la mano, se estaba sintiendo una completa inútil.

―Tranquila―lo escuchó decir, cuando se volteó, se asustó al verlo inclinado junto a ella, pero era solo para coger el cinturón y ponérmelo. Lo miró aliviada, pero confusa, ¿por qué se comportaba así con ella? A penas la conocía.

Puso el auto en marcha y empezó a conducir, ella miró al frente, no sabía cómo preguntarle hacía dónde la llevaba, se había quedado sin voz, y dudaba que el destino al que se dirigía fuese peor al que la esperaba detrás.

Él conducía en silencio, no decía nada, excepto cuando le marcó a alguien y ella escuchaba cómo le pedía a su interlocutor que retrasara todo lo posible la reunión, que asistiría con unos minutos de retraso. Ella se volteó para mirarlo ¿todo era por ella? ella estaba siendo la causante de que se retrasara su reunión, no se lo merecía. Por su apariencia era obvio que era un hombre de negocios, lo sabía porque había tratado con muchos, su padre de hecho había sido uno de ellos. él ya había hecho bastante por ella, no podía seguir estorbándole.

―Por favor, detén el auto― pidió en un susurro, sonó tan bajo que él tuvo que mirarla para asegurarse de que le había hablado.

―¿Decías?

―Quiero bajarme. ―le dijo y él detuvo el auto de pronto. La observó confuso y luego miró hacia fuera, seguían en medio de la carretera, había autos por todos lados. Cuando ella intentó desabrocharse el cinturón, él pasó rápidamente su mano sobre las de ella, pero ella las apartó de inmediato como si le picara.

―Disculpa―dijo él al ver su reacción. El corazón de ella estaba palpitando con fuerza. ―Te prometo que no quiero hacerte daño, solo quiero que estés bien. ―miró de nuevo fuera del auto como buscando algo y volvió a mirarla―No puedo dejarte aquí, no estarás a salvo de los que te persiguen, llevas un vestido que llama muchísimo la atención. Por favor, déjame ayudarte.

Emma no dijo nada, sabía que tenía razón, si se bajaba de ese auto no tendría dónde ir y cualquiera podría informar sobre ella y acabarían atrapándola. Sin embargo, se preguntaba por qué tenía que confiar en un desconocido, nadie ayudaba desinteresadamente. Se fijó en él, no tendría más de treinta años, tenía el pelo oscuro, ojos verdes...su corazón dio un vuelco a darse cuenta de lo realmente atractivo que era, su mirada podía poner a cualquiera nerviosa, era realmente intimidante, sin embargo, emulaba confianza. Apartó la mirada de él y guardó silencio, lo cual él entendió que significaba que le daba permiso de seguir adelante.

Henry puso de nuevo el auto en marcha y continuó conduciendo por un rato hasta que un par de minutos después, ella vio cómo el auto se detenía frente a una reja electrónica, él apretó un botón y automáticamente se abrió. La atravesaron y ésta volvió a cerrarse. En medio del patio ella pudo apreciar un lujoso loft, la mayor parte de la obra de arte hecha de cristal con una piscina de agua azulada en frente de la casa.

Henry detuvo el auto frente al garaje donde se pudo distinguir otros dos autos de lujo. Apagó el motor del coche y abrió la puerta de su lado para bajarse. Emma sin embargo seguía inmóvil, no sabía exactamente qué tenía que hacer, estaba asustada y cómo no, había aceptado la ayuda de un completo extraño y ahora estaba evidentemente en su casa, desconocía cuales serían sus planes.

Mientras ella todavía pensaba en eso, él estaba abriendo la puerta de su lado, ella alzó la mirada para verlo, no sabía qué esperaba que hiciera exactamente. Como ella no reaccionaba, él la sorprendió de nuevo inclinándose junto a ella para desabrocharle el cinturón, una vez que lo hizo se incorporó y le tendió la mano. Ella lo miraba estupefacta, miró su mano y luego lo miró de nuevo a él preguntándose quién era ese hombre.

―Tranquila, estás a salvo aquí.

¿Acaso le quedaba otra opción? Levantó lentamente la mano, estaba casi temblando, él la tomó enseguida apretándola contra la suya. Emma sacó los pies del coche y se dispuso a levantarse. Desgraciadamente el tanto correr descalza sobre el asfalto le había cobrado factura y sintió un fuerte dolor bajo los pies gracias a lo cual perdió inesperadamente el equilibrio, sin embargo, antes de que pudiera caerse, él la había agarrado por la cintura impidiéndolo. Y antes de que ella pudiera darse cuenta, él la tomó en brazos sorprendiéndola.

―Mejor así.

Caminó con ella en brazos hacia la puerta, Emma se vio obligada a rodearle con los brazos para sujetarse y no caerse. Le dio al botón de la puerta y ésta se abrió. Entraron. La casa era muy moderna, espaciosa y elegante, con unos muebles sofisticados y bastante moderno, distinto a los gustos de quien fuera su padre, pensó ella con tristeza, quien optaba por lo clásico y llamativo. De pronto se presentó ante ellos una señora que parecía ser la cuidadora de la casa, quien al verlos parecía que se le saldrían los ojos por las órbitas.

―Señor ¡¿se ha casado?! ―preguntó llevándose las manos a la boca con asombro.

Henry miró a la chica que llevaba en brazos ¿era realmente lo que parecía? La chica lo estaba mirando asustada al escuchar la insinuación de la mujer. Él obvió la pregunta que le habían hecho y siguió su camino hacia el sofá donde cuidadosamente dejó sentar a la chica y se puso de cuclillas frente a ella, la criada lo había seguido todavía incrédula por lo que estaban presenciando sus ojos.

Él tomó una de sus piernas, quería ver que tan lastimada estaban, pero ella lo rechazó instintivamente, él levantó la mirada para verla.

―Tranquila, no voy a hacerte daño, ―habló con suavidad― solo quiero ver qué tan grave es. ―La chica se relajó y él pudo observar bajo sus pies. Bajo ellos se habían formado ampollas que se habían vuelto rojizas. Volvió a mirarla. ―No es nada grave, te recuperarás. ―Miró a la mujer que seguía observándoles con las manos todavía en la boca. ―Fiona.

―Señor―contestó sobresaltada.

―¿Podría hacerme un favor y cuidar de ella? ―la mujer miró a la chica que seguía silenciosa y miró de nuevo a su jefe.

―Por supuesto, señor. Lo que usted quiera.

―Gracias. ―soltó un suspiro poniéndose en pie y miró la hora en el reloj de su muñeca―Tengo que irme a la compañía. Procuraré regresar pronto. Y muéstrale por favor el cuarto. ―Miró a la chica. ―Por favor, siéntete cómoda, todo lo que necesites puedes pedírselo a ella. Fiona, te la encargo.

Cuando él se hubo ido, la mujer se acercó a sentarse cuidadosamente en el sofá junto a la muchacha sin apartar la mirada curiosa de ella, Emma la miró con alerta intentando apartarse de ella.

―Dime niña―habló la mujer. ―¿Qué fue lo que sucedió? ¿De verdad te casaste con él? ―Emma no pronunció palabra, la verdad era que no le estaba gustando aquella señora, ¿qué la hacía pensar que estaba casada con su jefe? Ya era bastante que estuviera en casa de un desconocido como para ir por allí contándole a la gente su desgraciada situación. De pronto sintió que se le nublaban los ojos, entonces los apartó de inmediato de ella. ―Tranquila, solo quiero ayudarte, ¿quieres que llame a alguien por ti? ―Emma la miró asustada y agitó rápido la cabeza. La mujer notó miedo en su rostro. ―Conozco a mi jefe, no es de los que van por allí trayendo mujercitas a la casa, ni mucho menos los que esperas ver casado y teniendo una familia. Sin embargo, estás aquí y se me ocurre una teoría. Debieron obligarte a casarte con él por algún tipo de contrato que beneficiaría a tu familia, pero no hay amor, o de lo contrario no estarías aquí a estas horas y con estas pintas. ¿He acertado?

―Por favor, quiero descansar―dijo la muchacha en un susurro y con voz quebrada. Quería dejar de escucharla, la estaba haciendo recordar su situación y eso la dolía, tampoco quería que la obligara a contárselo.

―Pero tus pies...

―Por favor―suplicó la chica entre lágrimas que ya no podían controlarse.

―Está bien―dijo poniéndose en pie ofreciéndole sus manos para ayudarla a la levantarse y caminar junto a ella al cuarto de su supuesto esposo, algo que ella obviamente no sabía.

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