Henry cerró la puerta y rodeó de nuevo el auto para subirse en el asiento del conductor. Ella estaba inmóvil, no estaba segura de nada.
―¿Puedes ponerte el cinturón?La joven miró la puerta donde estaba el cinturón, levantó dudosamente la mano para cogerlo, pero estaba temblando y se le resbaló de la mano, se estaba sintiendo una completa inútil.―Tranquila―lo escuchó decir, cuando se volteó, se asustó al verlo inclinado junto a ella, pero era solo para coger el cinturón y ponérmelo. Lo miró aliviada, pero confusa, ¿por qué se comportaba así con ella? A penas la conocía.Puso el auto en marcha y empezó a conducir, ella miró al frente, no sabía cómo preguntarle hacía dónde la llevaba, se había quedado sin voz, y dudaba que el destino al que se dirigía fuese peor al que la esperaba detrás.Él conducía en silencio, no decía nada, excepto cuando le marcó a alguien y ella escuchaba cómo le pedía a su interlocutor que retrasara todo lo posible la reunión, que asistiría con unos minutos de retraso. Ella se volteó para mirarlo ¿todo era por ella? ella estaba siendo la causante de que se retrasara su reunión, no se lo merecía. Por su apariencia era obvio que era un hombre de negocios, lo sabía porque había tratado con muchos, su padre de hecho había sido uno de ellos. él ya había hecho bastante por ella, no podía seguir estorbándole.―Por favor, detén el auto― pidió en un susurro, sonó tan bajo que él tuvo que mirarla para asegurarse de que le había hablado.―¿Decías?―Quiero bajarme. ―le dijo y él detuvo el auto de pronto. La observó confuso y luego miró hacia fuera, seguían en medio de la carretera, había autos por todos lados. Cuando ella intentó desabrocharse el cinturón, él pasó rápidamente su mano sobre las de ella, pero ella las apartó de inmediato como si le picara.―Disculpa―dijo él al ver su reacción. El corazón de ella estaba palpitando con fuerza. ―Te prometo que no quiero hacerte daño, solo quiero que estés bien. ―miró de nuevo fuera del auto como buscando algo y volvió a mirarla―No puedo dejarte aquí, no estarás a salvo de los que te persiguen, llevas un vestido que llama muchísimo la atención. Por favor, déjame ayudarte.Emma no dijo nada, sabía que tenía razón, si se bajaba de ese auto no tendría dónde ir y cualquiera podría informar sobre ella y acabarían atrapándola. Sin embargo, se preguntaba por qué tenía que confiar en un desconocido, nadie ayudaba desinteresadamente. Se fijó en él, no tendría más de treinta años, tenía el pelo oscuro, ojos verdes...su corazón dio un vuelco a darse cuenta de lo realmente atractivo que era, su mirada podía poner a cualquiera nerviosa, era realmente intimidante, sin embargo, emulaba confianza. Apartó la mirada de él y guardó silencio, lo cual él entendió que significaba que le daba permiso de seguir adelante.Henry puso de nuevo el auto en marcha y continuó conduciendo por un rato hasta que un par de minutos después, ella vio cómo el auto se detenía frente a una reja electrónica, él apretó un botón y automáticamente se abrió. La atravesaron y ésta volvió a cerrarse. En medio del patio ella pudo apreciar un lujoso loft, la mayor parte de la obra de arte hecha de cristal con una piscina de agua azulada en frente de la casa.Henry detuvo el auto frente al garaje donde se pudo distinguir otros dos autos de lujo. Apagó el motor del coche y abrió la puerta de su lado para bajarse. Emma sin embargo seguía inmóvil, no sabía exactamente qué tenía que hacer, estaba asustada y cómo no, había aceptado la ayuda de un completo extraño y ahora estaba evidentemente en su casa, desconocía cuales serían sus planes.Mientras ella todavía pensaba en eso, él estaba abriendo la puerta de su lado, ella alzó la mirada para verlo, no sabía qué esperaba que hiciera exactamente. Como ella no reaccionaba, él la sorprendió de nuevo inclinándose junto a ella para desabrocharle el cinturón, una vez que lo hizo se incorporó y le tendió la mano. Ella lo miraba estupefacta, miró su mano y luego lo miró de nuevo a él preguntándose quién era ese hombre.―Tranquila, estás a salvo aquí.¿Acaso le quedaba otra opción? Levantó lentamente la mano, estaba casi temblando, él la tomó enseguida apretándola contra la suya. Emma sacó los pies del coche y se dispuso a levantarse. Desgraciadamente el tanto correr descalza sobre el asfalto le había cobrado factura y sintió un fuerte dolor bajo los pies gracias a lo cual perdió inesperadamente el equilibrio, sin embargo, antes de que pudiera caerse, él la había agarrado por la cintura impidiéndolo. Y antes de que ella pudiera darse cuenta, él la tomó en brazos sorprendiéndola.―Mejor así.Caminó con ella en brazos hacia la puerta, Emma se vio obligada a rodearle con los brazos para sujetarse y no caerse. Le dio al botón de la puerta y ésta se abrió. Entraron. La casa era muy moderna, espaciosa y elegante, con unos muebles sofisticados y bastante moderno, distinto a los gustos de quien fuera su padre, pensó ella con tristeza, quien optaba por lo clásico y llamativo. De pronto se presentó ante ellos una señora que parecía ser la cuidadora de la casa, quien al verlos parecía que se le saldrían los ojos por las órbitas.―Señor ¡¿se ha casado?! ―preguntó llevándose las manos a la boca con asombro.Henry miró a la chica que llevaba en brazos ¿era realmente lo que parecía? La chica lo estaba mirando asustada al escuchar la insinuación de la mujer. Él obvió la pregunta que le habían hecho y siguió su camino hacia el sofá donde cuidadosamente dejó sentar a la chica y se puso de cuclillas frente a ella, la criada lo había seguido todavía incrédula por lo que estaban presenciando sus ojos.Él tomó una de sus piernas, quería ver que tan lastimada estaban, pero ella lo rechazó instintivamente, él levantó la mirada para verla.―Tranquila, no voy a hacerte daño, ―habló con suavidad― solo quiero ver qué tan grave es. ―La chica se relajó y él pudo observar bajo sus pies. Bajo ellos se habían formado ampollas que se habían vuelto rojizas. Volvió a mirarla. ―No es nada grave, te recuperarás. ―Miró a la mujer que seguía observándoles con las manos todavía en la boca. ―Fiona.―Señor―contestó sobresaltada.―¿Podría hacerme un favor y cuidar de ella? ―la mujer miró a la chica que seguía silenciosa y miró de nuevo a su jefe.―Por supuesto, señor. Lo que usted quiera.―Gracias. ―soltó un suspiro poniéndose en pie y miró la hora en el reloj de su muñeca―Tengo que irme a la compañía. Procuraré regresar pronto. Y muéstrale por favor el cuarto. ―Miró a la chica. ―Por favor, siéntete cómoda, todo lo que necesites puedes pedírselo a ella. Fiona, te la encargo.Cuando él se hubo ido, la mujer se acercó a sentarse cuidadosamente en el sofá junto a la muchacha sin apartar la mirada curiosa de ella, Emma la miró con alerta intentando apartarse de ella.―Dime niña―habló la mujer. ―¿Qué fue lo que sucedió? ¿De verdad te casaste con él? ―Emma no pronunció palabra, la verdad era que no le estaba gustando aquella señora, ¿qué la hacía pensar que estaba casada con su jefe? Ya era bastante que estuviera en casa de un desconocido como para ir por allí contándole a la gente su desgraciada situación. De pronto sintió que se le nublaban los ojos, entonces los apartó de inmediato de ella. ―Tranquila, solo quiero ayudarte, ¿quieres que llame a alguien por ti? ―Emma la miró asustada y agitó rápido la cabeza. La mujer notó miedo en su rostro. ―Conozco a mi jefe, no es de los que van por allí trayendo mujercitas a la casa, ni mucho menos los que esperas ver casado y teniendo una familia. Sin embargo, estás aquí y se me ocurre una teoría. Debieron obligarte a casarte con él por algún tipo de contrato que beneficiaría a tu familia, pero no hay amor, o de lo contrario no estarías aquí a estas horas y con estas pintas. ¿He acertado?―Por favor, quiero descansar―dijo la muchacha en un susurro y con voz quebrada. Quería dejar de escucharla, la estaba haciendo recordar su situación y eso la dolía, tampoco quería que la obligara a contárselo.―Pero tus pies...―Por favor―suplicó la chica entre lágrimas que ya no podían controlarse.―Está bien―dijo poniéndose en pie ofreciéndole sus manos para ayudarla a la levantarse y caminar junto a ella al cuarto de su supuesto esposo, algo que ella obviamente no sabía.Durante la junta, Henry Wells no prestaba demasiada atención a lo que se estaba tratando, reaccionaba solo cuando llamaban su atención, les miraba a sus socios y descubría que éstos lo estaban observando interrogativos. ―Prosigan, los estoy escuchando. ―dijo aun cuando era evidente que no era cierto. Su asistente proseguía con la presentación mientras él dirigía de nuevo su vista a la computadora que tenía en frente. Se preguntaba por qué no se le había ocurrido introducir también cámaras dentro de la casa, solo había pedido que las pusieran alrededor del patio para así controlar quién entraba y quién salía. Su casa era un lugar sagrado para él, no permitía que cualquiera entrara en ella sin su permiso, era su hogar, su lugar de paz donde se despejaba de todo y de todos. Aunque ahora había dejado a alguien entrar en ella, alguien que realmente lo necesita. Cuando la vio en la carretera pidiéndole ayuda pudo notar en su mirada lo asustada que estaba, y cuando vio a los hombres que l
La chica lo miraba horrorizada, todo ese tiempo había estado durmiendo en la cama de un desconocido, quería morirse, ¿por qué le pasaban esas cosas precisamente a ella? Miró por la habitación, no había señal clara que le indicara que el cuarto pertenecía a un hombre, tenía armarios altos y todos ellos estaban cerrados, un sofá junto al gran ventanal y una mesita con una pila de libros bien ordenados.―Me disculpo―dijo avergonzada con la cabeza baja.―No pasa nada, no es culpa tuya. Fue un error de mi criada. Ven conmigo, te mostraré un cuarto en el que sí puedes quedarte.Ella levantó de nuevo la mirada para verlo, ¿había dicho que podía quedarse? O solo se refería a ese día, no había motivo alguno por el que tendría que hacerse cargo de ella.Se levantó el vestido y comenzó a caminar, estaba casi cojeando, tuvo que acordarse del dolor en sus pies, aunque el dolor había remitido un poco.―Déjame ayudarte―intentó él ayudarla, pero ella se detuvo.―No...no es necesario, puedo sola, grac
Tal vez fuera el hecho de verla con su ropa puesta lo que lo había desconcertado, o quizás fuera cómo se veía de sencilla, pero cualquiera que fuese el motivo, no tenía por qué comportarse de aquella manera. Ella se llevó la mano al cabello preguntándose preocupada si tan horrible se veía, ¿o era por la ropa? Se miró a sí misma y volvió a mirarlo, él alzó la ceja mostrando confusión y algo de sorpresa al notar la preocupación en ella, ¿de verdad no sabía lo que estaba pasando? Por un momento apareció una sonrisa fugaz por su rostro y ella pareció notarlo porque en seguida frunció el ceño confusa. Él caminó hacia ella con el plástico que llevaba en las manos.―Siéntate, por favor.Ella obedeció sin dejar de mirarlo. Henry se acuclilló frente a ella como lo hiciera cuando la trajo a la casa. Tomó con delicadeza una de sus piernas y la depositó sobre su pierna ante la mirada atónita de la chica.―¿Q...qué hace?―Curarte.Abrió el plástico y sacó de él un bote de vaselina que había conseg
Cuando ella se despertó le latía fuerte el corazón, se incorporó sobre la cama de golpe, parecía que acababa de correr una maratón, su mirada se dirigió hacia la puerta, seguía apoyada. Se llevó la mano al pecho y respiró tranquila. Miró alrededor y recordó que ya no se encontraba en casa de sus padres. Miró hacia el enorme ventanal, a través de las cortinas se asomaba la luz del día, había amanecido. Apartó las sábanas y en sus pies todavía seguían las gasas puestas. Se sentó al borde la cama y se dispuso a quitarlas, se estremeció de tan solo recordar cómo aquel hombre le había untado aquella pomada ¿por qué era tan extraño? Se preguntaba, nadie se había portado tan delicadamente con ella desde que falleciera su padre. Una vez que murió, Gregorio y su hijo se mudaron en la casa con ellas y desde entonces comenzó la pesadilla. Se obligó a sí misma a no recordar aquello, había podido librarse de ello y haría cualquier cosa por que siguiera de esa manera. Si al menos tuviera sus docum
El auto se detuvo frente a una tienda de marca elegante. Si quería que la chica confiara en ella debía mantener su mentira y un lugar como aquel es lo que se permitiría Henry.―Hemos llegado. ―le dijo a la chica que seguía manteniendo su nerviosismo. Se bajaron del auto y pagó al taxista. ―Entremos.Emma miró el local, lo conocía, su madre la había pedido que la acompañara allí una vez, era para comprarse el vestido para la cena de compromiso. No sabía ni para qué la quería con ella si más tarde llegó su amiga a ayudarla a escoger el vestido y acabó quedándose en segundo plano, su madre se había olvidado por completo de su presencia.Subieron los escalones hasta lograr entrar en el establecimiento que estaba ya abierto. ―Tú entra y mira qué es lo que te gusta. Ahora te alcanzo. ―dijo la mujer obligándola a entrar.La chica se quedó dentro de la tienda de pie, desorientada, no sabía qué tenía que hacer, no había pedido estar allí, no quería que le compraran ropa. Una mujer bien arregl
Él se separó de ella cuando el auto se hubo alejado. Ella no sabía cómo abrir los ojos, respiraba agitadamente y estaba segura de que, de no seguir agarrada por él, se habría caído.―Se han ido―lo escuchó decir. Ella abrió los ojos para mirarlo, él le acarició el cabello con la mano libre―¿Estás bien?¡¿Qué si estaba bien?! ¡acababa de besarla! ¿Por qué pensó que podía hacer eso? Ya te lo dijo, solo era para despistar a tus perseguidores los cuales ya se fueron, de nada. Su mente la recriminaba. Ella en cambio pensaba que no había sido la mejor opción, desafortunadamente sintió que no tenía control ni de su voz ni de su cuerpo.―Volvamos a casa. ―le decía él. Pareciera que no le había afectado para nada lo que acababa de pasar.Se posicionó de lado y la ayudó a bajar las escaleras. Junto al auto que los esperaba, vio a un joven de pie observándolos con total asombro, al menos alguien que sabía que aquella situación no era para nada normal, pensó ella.―Mario, ayude con las cosas, por
Emma escuchó unos golpecitos contra la puerta y le palpitó aún más fuerte el corazón, sabía que era él. Ella estaba de pie en medio de la habitación, después de lo que había escuchado abajo se había puesto a dar vueltas mientras se comía las uñas. Miró hacia la puerta y enseguida ésta se abrió y apareció Henry, podía escuchar su corazón palpitar con fuerza. Él entró por completo y avanzó hacia el centro de la habitación, llevaba las bolsas que habían traído de la tienda, las depositó junto a la cama y luego le mantuvo la mirada a la chica por unos instantes, pero ella evitaba verle a la cara.―Creo que te debo una disculpa―dijo y ella lo miró sorprendida. ―Lamento haberte besado. Pensé que no había otra manera, pero ahora me doy cuenta de que fue imprudente de mi parte, lo siento.Ella lo miraba sin saber qué pensar, ¿de verdad que era ahora cuando se daba cuenta de que no era normal lo que había hecho? ¿Y qué pasaba con lo que había escuchado allí abajo? ¿Él estaría dispuesto a casar
Caminó hacia la cocina, una vez allí se acercó al refrigerador y lo abrió. Se trataba de uno de esos modernos incrustados a la pared y con acceso a la red. Se encontraba medio llena, al parecer Fiona no acababa de hacer la compra y gracias a ella Henry ya no tenía criada. Soltó aliento. ¿Cuántos problemas más iba a crearle?En la nevera había mucha verdura y frutas y algo de carne. No era una gran cocinera, pero estudiar fuera de casa le había hecho aprender muchas cosas y entre ellas estaba cocinar, sin embargo, eso no aseguraba que a Henry fuese a gustarle su comida, ¿le gustaría? Pensó preocupada. No le quedaba de otra, debía intentarlo. Quitó lo necesario y lo colocó sobre la encimera, junto al fregadero.Se hizo una trenza con su pelo, no tenía con qué recogerlo, y seguido se lavó las manos. Comenzó con la preparación, iba a preparar uno de sus mejores platos, tenía que gustarle a aquel hombre que desde el primer día había decidido ayudarla aun sin saber quién era. Sin pretenderl