Capítulo 3

Durante la junta, Henry Wells no prestaba demasiada atención a lo que se estaba tratando, reaccionaba solo cuando llamaban su atención, les miraba a sus socios y descubría que éstos lo estaban observando interrogativos.

―Prosigan, los estoy escuchando. ―dijo aun cuando era evidente que no era cierto.

Su asistente proseguía con la presentación mientras él dirigía de nuevo su vista a la computadora que tenía en frente. Se preguntaba por qué no se le había ocurrido introducir también cámaras dentro de la casa, solo había pedido que las pusieran alrededor del patio para así controlar quién entraba y quién salía. Su casa era un lugar sagrado para él, no permitía que cualquiera entrara en ella sin su permiso, era su hogar, su lugar de paz donde se despejaba de todo y de todos. Aunque ahora había dejado a alguien entrar en ella, alguien que realmente lo necesita.

Cuando la vio en la carretera pidiéndole ayuda pudo notar en su mirada lo asustada que estaba, y cuando vio a los hombres que la seguían por detrás entendió por qué. Sintió que tenía que ayudarla, y es lo que iba a hacer. No sabía cuánto tiempo tenía que pasar en su casa, pero haría lo que fuera porque se sintiera a salvo. Tenía que protegerla aun cuando no sabía exactamente de qué o de quién se estaba escapando. Y ahora estaba revisando las cámaras de su computadora preocupado por si a ella se le ocurría salir de la casa.

―...Señor―miró hacia al frente de nuevo donde volvían a llamarle la atención―Esto es todo. ―Revisó con su mirada a los presentes que esperaban que dijera algo.

―Bien, gracias Mario, si no hay nada más que decir supongo que esto es todo. ―dijo despidiéndose de todos en la mesa.

Todos los participantes empezaron a recoger sus cosas, levantarse y marcharse de la sala. Mario se acercó a él algo preocupado.

―Señor, ¿se encuentra bien?

―Absolutamente ¿por qué?

―Es que se le ha notado algo ausente. ―contestó su asistente, era la primera vez que le veía así, por eso sentía que tenía que preguntar.

Henry se concentró en su asistente, era un joven muy atento, de piel negra y ojos brillantes. Llevaba trabajando para él unos ocho meses aproximadamente, le caía bien. Su asistente anterior era una mujer, tuvo que despedirla porque un día en el que se quedó a trabajar hasta tarde en su oficina, ella se había acercado a él y se había desnudado frente a él, ofreciéndose, lo que no se esperaba era que él fuera a reaccionar distinto, desde aquel momento se propuso no trabajar con mujeres, no si podía evitarlo.

―Solo estaba pensando. ―le habló a Mario. ―¿Qué pone en la agenda? ¿Tengo otras reuniones?

El chico tomó la tableta de la mesa y lo revisó.

―Le quedan un par de reuniones más y... ―él resopló, necesitaba estar en su casa.

―¿Son urgentes? ¿No se pueden aplazar?

―Supongo que sí, excepto la que tiene en unos minutos con la reportera. Probablemente lo esté esperando en este momento.

―De acuerdo―dijo resignado mientras echaba un último vistazo a su computadora y la cerraba―. Terminemos con esto entonces.

Se puso en pie y caminó junto a su asistente hacia la salida. Caminaron hacia su despacho y efectivamente la mujer lo estaba esperando. La recibieron dispuestos a contestar a sus preguntas. Necesitaban hacerles un reportaje sobre los planes que tenían para la empresa ahora que el dueño de la compañía había fallecido. Pero como era de esperar, él se negó a revelar información relevante sobre la compañía contestando solo a lo menos importante y lo más obvio.

―La compañía sigue de luto por la muerte del fundador, ha sido una dura e inesperada noticia su pérdida. Sin embargo, seguiremos trabajando duro por la compañía tal como él habría querido, y así será mientras yo siga siendo el CEO de esta compañía.

― ¿Qué pasa con el señor Gregorio Peters? Se rumorea por allí que serán los dueños de la compañía.

Henry miró a la mujer con el ceño fruncido.

―¿Qué les hace pensar eso?

―Es obvio, su hijo Felix ahora mismo debe de estar ya casado con la hija de Peter Hale, lo que los convertiría en parte de la familia. ―aclaró la mujer quien no le apartaba la mirada de encima mientras mantenía la grabadora.

―¿Hay algo en lo que quiera que le conteste? Es evidente que tiene todas las respuestas que necesita.

―Me gustaría saber cómo será la organización de la compañía después de que ellos tengan todo el control.

―Ya se lo he dicho, soy el CEO de esta compañía y haré todo lo que esté en mis manos porque se cumplan los deseos de Peter Hale. Si no tiene nada más que preguntar, tengo un asunto importante que tratar.

La mujer miró al asistente que estaba de pie junto a él y luego regresó la mirada a Henry, forzó una sonrisa y apagó la grabadora.

―No. Por ahora no―dijo poniéndose en mí. ―Si por accidente se nos ha olvidado algo, lo llamaremos personalmente. ―le tendió la mano y él tuvo que aceptarla. ―Ha sido un placer.

La mujer se despidió y Mario decidió acompañarla hacia la salida. Regresó más tarde a encontrarse con su jefe.

―Procura que no tenga mi número personal―le dijo éste una vez que entró. ―Si necesita algo que te llame a ti y ya me informas de lo que necesite. ¿Entendido?

―Por supuesto, señor―contestó el joven evidentemente confuso, pero no podía hacer preguntas.

―¿Por qué no mencionaste que la hija de Peter se casaba con Felix?

―Señor, me pediste que no la mencionara.

―¿Eso no fue antes de que se muriera su padre?

―Sí, pero di por hecho que...

Henry se puso de pie de inmediato, miró la hora, daban las dos de la tarde, probablemente Fiona se habría marchado, trabajaba hasta el mediodía. Estaba preocupado por la chica que había dejado en su casa.

―Tengo que irme, ponlo todo en orden.

―De acuerdo, señor. ―dijo Mario confuso, ¿no era importante el caso de Félix y la hija de quien fuera dueño de la compañía?

Henry salió del edificio y ya en el aparcamiento se acercó a su auto, lo desbloqueó y se subió en él. Lo puso en marcha y condujo hacia su loft. Mientras lo hacía, le marcó a su criada para preguntarle. Ésta le dijo que se había marchado de la casa, pero que había dejado a la chica descansado. Se relajó un poco y siguió conduciendo.

Cuando llegó, estacionó el auto donde lo tenía acostumbrado y se bajó de él.

Entró en la casa y todo seguía igual, estaba todo silencioso. Caminó por el pasillo hacia las habitaciones libres, el loft tenía tres habitaciones, una era la suya y las otras dos estaban libres.

Llamó una de las puertas y luego la abrió, frunció el ceño al no ver a nadie, la cama seguía bien ordenada. Cerró la puerta y caminó preocupado hacia la otra habitación, y allí tampoco estaba. ¿Cómo había salido de la casa? No la había visto salir, ¿o lo habría hecho mientras estaba recibiendo a la periodista? Resopló y cerró la puerta. La buscó por todos los rincones de la casa y no estaba. No podía haberse esfumado, probablemente se había marchado al ver que se había marchado Fiona. Pero ¿qué pensaba hacer fuera mientras era perseguida? ¿Cuánto tiempo creía que aguantaría? No debió haberla dejado sola, debió haberse quedado a asegurarse de que ella se sentía cómoda y protegerla.

Tuvo que resignarse, culpándose por todo. Solo deseaba que estuviera a salvo.

Se quitó lentamente la chaqueta y caminó hacia su cuarto. Abrió la puerta y sus ojos viajaron inevitablemente hacia la cama que para su sorpresa estaba ahora cubierta por una manta enorme de color blanco. Lentamente su mirada viajó hacia la cabecera y allí pudo ver el rostro de quien portaba aquel vestido. No entendió el por qué, pero dentro de sí sintió un gran alivio. Frunció el ceño confuso, su corazón dio un revuelco ¿qué hacía ella en su cuarto?

―Por favor, que no sea como las demás―se encontró rogando mientras caminaba lentamente hacia ella.

Dejó caer la chaqueta sobre la cama y se sentó en el borde de la cama para poder mirarla. Se veía tranquila, como a una niña. Cuando la conoció estaba agitada y asustada, no la conocía, pero reconocía que verla ahora así era hermoso. Ella era hermosa, con los ojos cerrados se podía apreciar sus largas pestañas, se parecía a un ángel inocente, eso le llamaba la atención, por eso deseaba que no fuera como las otras que intentaban llamar su atención ofreciéndose o ya no podría ayudarla, y necesitaba hacerlo porque era evidente que ella lo necesitaba. Tenía su pelo castaño revuelto, pero aun así era bella.

Estrechó lentamente la mano para intentar arreglarlo, lo que consiguió que ella se removiera. La escuchó exhalar profundo mientras continuaba durmiendo, al parecer lo necesitaba. Sin embargo, ella empezó a parpadear pesadamente hasta que abrió los ojos por completo, intentó ubicarse, alzó la mirada y lo vio. Abrió los ojos como platos y se incorporó de golpe dando un salto hacia atrás mientras le palpitaba violentamente el corazón. Henry también se levantó y la mantuvo la mirada, se veía realmente aterrada, los ojos se le habían humedecido.

―Por favor, no me haga daño.

La voz con que se lo pidió hizo que se le quebrara a él el corazón, podía sentir su miedo y lo asustada que estaba.

―No voy a hacerte daño―alzó las manos en señal de paz. ―¿Por qué te quedaste a dormir en este cuarto?

Ella miró la cama donde había estado hacía unos minutos.

―La...la mujer...me dijo que...podía dormir aquí. ―Él frunció el ceño, ¿por qué Fiona la dejaría quedarse en su cuarto habiendo cuartos libres, entonces recordó lo que sucedió cuando llegó con la chica, había pensado que se había casado. ―Lo siento―la chica lo quitó de sus pensamientos―pensé que podía...

―Y puedes―dijo caminando lentamente hacia ella, pero se detuvo al verla retroceder―es solo que ella no debió traerte a este cuarto, es el mío.

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