―Mmm, la lasaña de verduras está deliciosa―objetó la mujer después de un rato de silencio en que estaban los cinco comiendo.―Me ha encantado la crema―dijo Tomás.―¿Nos diréis ya qué es lo que os ha traído hasta aquí, o debemos seguir esperando? ―habló Henry evidentemente impaciente.―Nunca nos cuentas nada de ti, decidiste apartar definitivamente a tus padres de tu vida. Nos obligaste a espiarte. ―dijo con calma Shara, su madre.―¿Qué queréis decir con eso?―Creo que será mejor que se lo mostremos ―dijo Tomás después de beberse su vaso de vino sin alcohol.―¿Mostrarme el qué?La mujer dejó por un momento el cubierto para tomar su móvil y buscar la fotografía. Sonrió una vez la localizó y se la mostró a su hijo.―Fue así que supimos que tenías una nueva novia.Henry tomó sorprendido el móvil para ver mejor la fotografía, eso era el colmo, observó a Emma de reojo, ella también tenía curiosidad por saber de qué se trataba, y no podía ocultárselo.―¿Cómo la habéis conseguido? ―se dirigió
Emma tenía la mirada puesta en la mano de Henry unida a la suya mientras él la conducía en silencio hacia las escaleras que llevaban a las habitaciones. Después del comentario de Shara, él se había despedido de sus padres diciéndoles que tenían que comentar algunas cosas y que tenían que necesitaban privacidad. Sin embargo, ella podía notar en su rostro que estaba molesto, o enfadado, no podía describir exactamente su expresión, y eso era por lo que su madre le había contado de ella. Pensó en las palabras de Fiona, ella le había dicho que él no se fiaba de las mujeres, ¿y si pensaba que ella se estaba aprovechando de sus padres para estar con él? ¡Eso no era cierto! Ella no tenía ninguna mala intención contra él, no estaba interesada en su familia, solo había intentado hacer bien las cosas sin que sospecharan, ¿no era eso lo que quería él?Cruzaron el pasillo y se sorprendió cuando vio que pasaban el cuarto donde se quedaba ella y se dirigían al cuarto de él, una vez allí, él abrió la
Había que verlo para creerlo. Aquella chica cada vez lo sorprendía más, no creía que pudiera ser real. Se preguntaba cómo había sido criada. Su madre no parecía de buen ejemplo para educar a una alguien como ella. ¿Estaría loco si aventuraba a decir que podía gustarle? No, era demasiado precipitado, a veces tenías que ver las cosas para poder creértelas. Soltó aliento.―Lo siento―dijo ella acariciando nerviosa el cuello―creo que me he pasado.―No lo sientas. No has dicho nada malo.―Creo que sí. Al decir eso solo lo he hecho pensando en mí y no en lo que le convenía a usted. Lo siento.Observó de nuevo el contrato y se concentró en el punto cuatro que decía: Durante el contrato, no habrá contacto físico entre las dos partes, a menos que exista un consentimiento mutuo.Releyó una y otra vez aquel punto, consentimiento mutuo ¿había posibilidad de que aquello sucediera o solo se redactó por pura formalidad? No podía preguntárselo, ¿y si la malentendía?―Si necesitas alguna otra aclaració
Henry bajó las escaleras, olía rico. Su madre había hecho el desayuno. No podía admitir que echaba de menos sus preparados, se sentiría débil, no quería que ellos pensaran que los necesitaba cuando en realidad lo que necesitaba era seguir manteniéndolos a distancia.―Buenos días mamá―saludó mientras caminaba hacia la cocina, pudo ver a su padre en el patio junto a la piscina, habían preparado la mesa allí.―Buenos días cariño. ―dijo la madre con un plato cargado de creps llenos de miel y frutas en la mano, los estaba llevando fuera―Menos mal que sales de la habitación a tiempo.Él la siguiendo fuera de la casa.―Hola papá ¿Desayunamos juntos? ―preguntó fijándose en todo lo que había sobre la mesa, todo se veía realmente apetitoso. Tostadas, huevos duros y las tortillas que a él le gustaba. Se sirvió una taza de café.―Buenos días hijo. De hecho, tu madre y yo hemos desayunado ya.―Así es. ―contestó la mujer una vez depositó el plato de creps sobre la mesa. ―Ya sabes que de aquí a Conw
Henry estaba en la parte trasera de la casa, allí había un conjunto de enormes sillones unidos en forma cuadrada, lo usaba a veces para alejarse de la casa, leer algún libro o simplemente descansar. Pero ahora estaba dando la vuelta de un lugar para otro pensando en cómo podría solucionar lo del matrimonio real. ¿Cómo le decía a Emma que estaban realmente casados y que no podía deshacerse de él a menos que la muerte lo hiciera? Sonrió para no cabrearse. ¿Qué haría cuando se acabara el contrato? Ella no iba a firmar el divorcio si no creía en él. Había intentado ayudarla y ahora la había condenado, a menos que encontrara alguna manera de hacerla creer en el divorcio, pero ¿cómo haría eso? Como fuera, debía encontrar la manera.Durante el fin de semana, se dedicó a instruirla en todo lo concerniente a la compañía, en cómo actuarían y en las acciones que tomarían.―¿Crees que podrás hacerlo? ―le preguntaba él.―Si estoy con usted, podré hacerlo.―De acuerdo, pero lo primero que debemos h
Cuando se abrió la puerta, le tomó a Henry unos segundos en reconocer que se trataba de su protegida. Estaba distinta, no se parecía en nada a la mujer desprotegida, tímida y nerviosa que creía conocer, y aparte de eso, podía reconocer que se veía increíblemente hermosa, tanto así que se distrajo un rato admirándola. Tuvo que reaccionar cuando vio que Félix la invadía, no podía permitir que se acercara a ella. Se puso de pie inmediatamente y la apartó de él de la mejor manera que pudo, no podían provocar ningún tipo de alboroto en medio de aquella sala donde no solo se encontraban los dirigentes sino también cámaras, por ahora iba a conformarse con su expresión al verle tomarla de la cintura, estaba ansioso por verle la cara al enterarse de que estaban casados.La ofreció asiento junto a él, una vez se sentó, él hizo lo mismo. Todas las miradas estaban sobre ellos expectantes.―Seguramente algunos aquí la hayan visto y la conozcan. Damas y caballeros, les presento a la señora Emma Hal
Emma se acercó a la mesa, tomó la foto que se encontraba sobre ella y se detuvo a mirarla, en la foto estaban ella y su padre, solo tenía siete años cuando se hicieron aquella foto, pero recordaba aquel momento como si hubiese sido ayer. Apartó la mirada de la foto para ver a Henry, estaba allí de pie junto a la puerta observándola.Después de la escena que montaron en la sala, habían dejado claro que estaban juntos porque así lo querían, “se amaban”.Henry la había llevado a conocer su nuevo despacho, el cual le perteneció a su padre. El despacho era amplio, con hermosas vistas hacia la ciudad. Solo había estado allí un par de veces cuando su padre la traía, resultaba difícil creer que se había ido para siempre, le echaba de menos.―Lo harás bien―le habló él―Me encargaré personalmente de que seas una buena presidenta, es lo que quería tu padre.―Él estaría feliz de verme aquí―sonrió tristemente.―No lo dudo, te sienta muy bien.―No sé qué habría hecho sin ti. Gracias.Henry se acercó
Debería poder concentrarse, pero no lo conseguía. Le había sugerido a Emma que se quedara en su despacho con él. Ella estaba ojeando los libros que tenía él ordenados en una estantería y él se distraía observándola de reojo, a parte de lo evidentemente hermosa que era, había algo más que lo estaba atrayendo y no podía definir exactamente qué era, ¿había hecho mal en dejarla quedarse allí? No quería que estuviera fuera de su alcance, quería tenerla cerca para así estar seguro de que no le pasaba nada, pero estaban en la compañía, había cámaras por todos lados, ¿quién se arriesgaría a hacer algo?Intentó de nuevo concentrarse en su computadora donde estaba trabajando, tenía que simplemente olvidarse de su presencia, si es que era posible.―Las 48 leyes del poder. ―leyó ella y él levantó la mirada para verla con el libro en la mano. ―¿Es la primera edición?―Así es. ―dejó él de hacer lo que hacía para concentrarse en ella. ― Es uno de mis libros favoritos. ¿Ya lo leíste? ―ella sonrió. Se