La sonrisa en el rostro de su madre se disipó.―Tienes toda la razón y todo el derecho. Pero siéntate primero por favor, no quiero que te canses. ―la chica obedeció y se sentó de nuevo. ―Sé que crees que me olvidé de tu padre una vez nos dejó, pero no es así. Lo cierto es que recibí una amenaza de George y su hijo. Ya sabes que no soy buena con temas de negocios y esas cosas, tu padre fue quien se encargaba de todo eso. George me propuso casarme con él a cambio de que no nos arrebataran la compañía. No podía permitirme perderla, tu padre te la había dejado a ti, y George era el mejor amigo de tu padre, si era la única manera de conservar la compañía para nosotras tenía que hacerlo. Y cuando nos casamos salió con la idea de que Félix tenía que casarse contigo, se habían enterado de que tu padre te lo dejaba todo a ti y no querían que nadie más que ellos tomaran parte de ella.―Entonces…¿por qué no consultaste con Henry? Papá confió tanto en él que le concedió su dirección.―Entiéndeme
Se acercaron a una de las mesas junto a la piscina y tomaron asiento.―Te veo muy bien―habló Féodal una vez se sentó. ―No te imaginas cuánto me alivia saber que tú y el bebé estáis bien, porque él está bien ¿verdad? ―preguntó aquello mientras viajaba instintivamente la mirada hacia el vientre de la chica, el cual todavía no se notaba.―El bebé está muy bien. Gracias por preocuparte, pero no es necesario.―Ahora estoy más tranquilo. Pensé que por mi estupidez todo se te complicaría, pero me alegra saber que no fue así. De todas maneras, quiero disculparme por ello, aunque sea algo tarde.―No entiendo, ¿qué quieres decir con eso?―Me refiero al hecho de ocultarte que estabas embarazada cuando el médico me dio la noticia.―¿A qué te refieres? ¿es que ya sabías de mi estado?―Espera, ¿es que no te lo contó tu esposo? Se lo dije cuando decidió llevarte a su casa.Emma reflexionó y lo entendió todo, las cosas cobraban aún más sentido. Entonces fue gracias a que se lo confesó a Henry que ést
Todos se habían ido y se habían quedado solos. Al fin solos los dos.Henry tomó a su esposa de la mano.―¿Hora de conocer la casa?―Pensé que no llegaría el momento.Caminaron juntos hacia la casa. Henry abrió la puerta y ante ellos apareció lo que era su nuevo hogar. Un pasillo ancho, un enorme y bien decorado salón con techo alto, muebles muy modernos y escaleras en forma circular por las dos esquinas que daban al piso de arriba, todo parecía sacado de una revista de las mansiones más caras del mundo.―¿Qué te parece?Observó a la chica que todavía llevaba de la mano, ella estaba evidentemente embobada por las vistas y se había quedado sin palabras.―Maravilloso―susurró admirándolo todo. Miró a su esposo con una sonrisa emocionada en los labios―. Me encanta. ¿Miramos la cocina?No esperó a que le contestara y lo arrastró hacia lo que parecía dar a la cocina. Era realmente amplia con materiales muy modernos y una encimera amplia y muy práctica. Se soltó de él y caminó por la estancia
Henry había bajado a la cocina a preparar el desayuno para su esposa, era otro día más de felicidad. Había preparado jugo de naranja, yogurt con frutas, unas tostadas de aguacate, huevos fritos y sándwich de queso y tomate, acompañado de una manzana. Solo llevaba puesto unos pantalones, un sin mangas y unas chancletas, no recordaba haberse sentido tan en paz, despreocupado y feliz con su vida, estar con Emma había cambiado mucho en él.Entró en la habitación con la bandeja del desayuno y se acercó a la cama donde su hermosa esposa seguía cabeceando. Depositó con cuidado el recipiente sobre la cama y se inclinó para despertar a besos a su esposa.―Preciosa, es hora de alimentar a nuestro hijo.Emma abrió los ojos y dibujó una sonrisa.―¿Alimentar a nuestro hijo? Y ¿qué pasa conmigo?―Ya me tienes a mí. ―dijo besando sus labios mientras pasaba su mano por su cuello.―¿Entonces yo me alimento de ti?―Exacto.―Me encanta alimentarme de ti.―Me alegra que lo entiendas.Siguió pegándose a e
―¿Ya le había hablado de mi hija? ―Preguntaba Peter Hale a su CEO, al cual tenía altísima consideración. Como presidente de la compañía, había decidido visitarla y de paso hablar con él.―No, señor.―Es muy inteligente. La envié a estudiar al extranjero, en unos meses estará de vuelta.―Me alegro por usted―dijo ocultando su incomodidad al hablar de aquel tema. Sí había escuchado que tenía una hija, pero nunca la había conocido. Llevaba trabajando en la empresa unos ocho años y en ningún momento la había llevado. O tal ves sí, hacía unos años había escuchado por allí decir que ella estaba visitando las instalaciones, pero él nunca la conoció. No encontraba relevancia alguna en conocer a la hija del dueño de la compañía que dirigía.―Gracias. Lo que quiero es pedirle que me ayude con ella. ―Disculpe.―Como sabrá, ella es mi hija única. Habría preferido tener más hijos, pero no fue posible. En cualquier momento tendré que jubilarme y ella se quedará con todo esto. Los dos dirigiréis la
Damián insistía con la bocina, bajaba el cristal de su puerta para sacar la cabeza y gritarle al conductor que tenía en frente. Llevaban casi diez minutos sin poder avanzar. ―¿Qué esperas que haga? Estamos en un maldito atasco―le decía al hombre que iba en el asiento del copiloto, era uno de los guardaespaldas de Félix. Miró por el retrovisor a la chica que iba sentada en el asiento de atrás y ésta apartó inmediatamente la mirada―¿Qué? ¿No te gusta mi lenguaje? Deberías ya estar acostumbrada, Félix no es ningún santo que digamos, y en unas horas estarás casada con él. Exacto, ese era precisamente el destino de Emma Hale. Hacía tan solo dos meses desde que falleciera su padre de una manera extraña, era hija única y siendo un hombre poderoso de negocios le había dejado toda su fortuna a ella. Se enteró de su muerte unos días antes de graduarse en Administración de empresas en el extranjero. Regresó para asistir al entierro y poder despedirse de mi padre, su pérdida le había afectado
Henry cerró la puerta y rodeó de nuevo el auto para subirse en el asiento del conductor. Ella estaba inmóvil, no estaba segura de nada. ―¿Puedes ponerte el cinturón? La joven miró la puerta donde estaba el cinturón, levantó dudosamente la mano para cogerlo, pero estaba temblando y se le resbaló de la mano, se estaba sintiendo una completa inútil. ―Tranquila―lo escuchó decir, cuando se volteó, se asustó al verlo inclinado junto a ella, pero era solo para coger el cinturón y ponérmelo. Lo miró aliviada, pero confusa, ¿por qué se comportaba así con ella? A penas la conocía. Puso el auto en marcha y empezó a conducir, ella miró al frente, no sabía cómo preguntarle hacía dónde la llevaba, se había quedado sin voz, y dudaba que el destino al que se dirigía fuese peor al que la esperaba detrás. Él conducía en silencio, no decía nada, excepto cuando le marcó a alguien y ella escuchaba cómo le pedía a su interlocutor que retrasara todo lo posible la reunión, que asistiría con unos minutos
Durante la junta, Henry Wells no prestaba demasiada atención a lo que se estaba tratando, reaccionaba solo cuando llamaban su atención, les miraba a sus socios y descubría que éstos lo estaban observando interrogativos. ―Prosigan, los estoy escuchando. ―dijo aun cuando era evidente que no era cierto. Su asistente proseguía con la presentación mientras él dirigía de nuevo su vista a la computadora que tenía en frente. Se preguntaba por qué no se le había ocurrido introducir también cámaras dentro de la casa, solo había pedido que las pusieran alrededor del patio para así controlar quién entraba y quién salía. Su casa era un lugar sagrado para él, no permitía que cualquiera entrara en ella sin su permiso, era su hogar, su lugar de paz donde se despejaba de todo y de todos. Aunque ahora había dejado a alguien entrar en ella, alguien que realmente lo necesita. Cuando la vio en la carretera pidiéndole ayuda pudo notar en su mirada lo asustada que estaba, y cuando vio a los hombres que l