Capítulo 1

Damián insistía con la bocina, bajaba el cristal de su puerta para sacar la cabeza y gritarle al conductor que tenía en frente. Llevaban casi diez minutos sin poder avanzar.

―¿Qué esperas que haga? Estamos en un maldito atasco―le decía al hombre que iba en el asiento del copiloto, era uno de los guardaespaldas de Félix. Miró por el retrovisor a la chica que iba sentada en el asiento de atrás y ésta apartó inmediatamente la mirada―¿Qué? ¿No te gusta mi lenguaje? Deberías ya estar acostumbrada, Félix no es ningún santo que digamos, y en unas horas estarás casada con él.

Exacto, ese era precisamente el destino de Emma Hale. Hacía tan solo dos meses desde que falleciera su padre de una manera extraña, era hija única y siendo un hombre poderoso de negocios le había dejado toda su fortuna a ella.

Se enteró de su muerte unos días antes de graduarse en Administración de empresas en el extranjero. Regresó para asistir al entierro y poder despedirse de mi padre, su pérdida le había afectado bastante, estaban muy unidos y le tomó por sorpresa la repentina noticia. Su padre siempre fue un hombre fuerte lleno de salud y vida, nunca le había dicho que se sintiera mal. Ella lloró su pérdida por varios días.

Le quedaba su madre, deberían apoyarse después de tan grande pérdida, desafortunadamente ella se dejó manipular por George, quien fuera socio de su padre. Su madre no era experta en cuanto a negocios se trataba, y él aprovechó aquella ignorancia para convencerla de que era necesario casar a su hija con su hijo y ayudar de esa manera con los negocios que había dejado Peter.

Cuando Emma regresó otra vez del extranjero después de retirar su certificación, se encontró con que efectivamente lo habían comprometido con Félix, quien se había mudado a la casa con ellos. No daba crédito a ello e intentó hablar con su madre, le pidió que no permitiera que la dejaran casarse de aquella manera, desgraciadamente ella había dejado de ser la madre que conocía, hacía todo lo que le decía George y su hija había dejado de importarla. Ni si quiera la importó que llorara amargamente de rodillas suplicándola que hiciera algo.

―Tienes que casarte ―le decía Marta Hale―George cree que eso ayudará a que nadie de fuera se quede con lo que nos pertenece, entiéndelo hija.

Una lágrima brotó por las mejillas de Emma mientras se acordaba de aquello, porque desde aquel momento no pudo hacer nada de lo que quisiera, todo tenía que ser como lo quería el futuro señor de la casa. No la permitía tener amigos, porque según él, eso influiría a que lo desobedeciera. Quería tenerla siempre controlada, de hecho, siempre que tenía que salir, uno de sus guardaespaldas tenía que ir con ella, y cuando se quedaban solos en casa, era un monstruo con ella. Conocerlo fue lo peor que le pudo pasar, y ahora estaba de camino a casarse precisamente con él.

―¿Estás llorando? ―salió de sus pensamientos al escuchar la voz del guardaespaldas que la observaba desde el retrovisor, se secó de inmediato las lágrimas, Damián, el conductor, la miró igualmente―Espero que esas lágrimas sean de emoción.

La chica miró por la ventanilla, desde que se detuvieron por el tráfico, se le había ocurrido que podía abrir la puerta y salir corriendo, pero tenía miedo de que la atraparan, si George y Félix se enteraban no serían clemente con ella.

"...hazte todo lo dura que quieras, pero pronto serás mi esposa y entonces haré contigo todo lo que me plazca".

La voz de Félix rezumbaba una y otra vez en su cabeza, ya no podía aguantarlo, no podía casarse con ese desalmado, su vida ya era un infierno sin estar casada con él, ¿qué pasaría cuando estuvieran finalmente casados? Miró de nuevo a los hombres, ya no la estaban prestando atención, seguían preocupados por el tráfico. Su corazón estaba acelerado a mil por hora por lo que estaba a punto de hacer. Lentamente colocó sus dedos por la manilla de la puerta del auto, afortunadamente no estaba bloqueada, lo que tenía pensando hacer debía hacerlo rápido. Después de respirar profundamente, jaló la manilla y se abrió la puerta. El guardaespaldas se giró a verla y antes de que consiguiera preguntar qué demonios creía que estaba haciendo, ella se bajó rápido del auto y empezó a correr por su vida.

―¡Hey, detente! ―escuchó su voz detrás de ella, pero no se detuvo, ni se volteó a verle, sabía que a estas alturas la estaba siguiendo.

Tuvo que elevar el vestido de cientos de dólares para poder correr mejor, el otro problema que tenía entonces eran sus tacones, conseguirían que la atraparan antes de intentarlo. Se agachó frente a un auto y se los quitó lo más rápido que pudo al igual que el velo. Miró detrás, el hombre estaba enojado mientras venía detrás de ella. Comenzó de nuevo la carrera, corría como una poseída entre los autos que de pronto tenían libertad de circulación, sabía que si la atrapaban no solo tenía que enfrentarse al guardaespaldas, sino a George que hallaría una forma de castigarla. Tendría que enfrentarse igualmente a su madre que la regañaría por su "imprudencia" al dejar en evidencia a la familia, y, para terminar, a Félix, no quería ni pensar de qué otra cosa sería capaz para desgraciarle la vida, desafortunadamente se estaba cansando, ¿cuánto tiempo más podía seguir corriendo? Ese tipo no iba a dejar de seguirla y algunos conductores empezaban a llamarla loca al correr frente a ellos.

Estaba agotada y le dolían los pies, ya no podía seguir y la voz del guardaespaldas seguía detrás de ella, iba a rendirse cuando de pronto se tropezó contra la puerta de un auto que se estaba abriendo, ella perdió el equilibrio y se encontró sentada en el asfalto, era su final.

―Discúlpeme, ¿se encuentra bien? ―alzó la vista para ver a aquel hombre que le había tomado del brazo y la estaba ayudando a ponerse en pie.

―Por favor, ayúdame―pidió ella agitada y él la miró confuso―no permitas que me atrapen. ―alzó la vista detrás de ella y al ver al hombre que iba corriendo hacia ellos, buscándola con la mirada, él pareció entender a qué se refería.

No supo cómo de pronto vio que se quitaba la chaqueta que llevaba y la enrollaba por su hombro. La pegó contra el auto y colocó cada uno de sus brazos a los costados de ella, ocultándola, esperando que el hombre que la seguía los pasara por alto. Estaba asustada, ¿por qué la estaba ayudando? Sabía que se lo había pedido, pero no esperaba que a alguien le importara su patética existencia. Su mirada estaba sobre la de ella, y aquello la hizo apreciarlo de verdad. Tenía los ojos de color verdes, y su pelo era de color negro. Era muy bello y su intensa mirada la asustaba aún más. ¿Por qué la miraba de aquella manera, y por qué no lograba apartar su mirada de él? Quería salir de allí cuanto antes. Miró alrededor, no había rastro de su persecutor. Se sintió un poco aliviada, ahora le tocaba avanzar, no sabía hacia dónde, solo sabía que tenía que alejarse. Miró de nuevo a su salvador.

―Gra...gracias. ―le dijo, logrando así que él se separara de ella.

Una vez que lo hizo, ella se incorporó, se quitó la chaqueta y se la devolvió. Se dispuso a marcharse, pero entonces se sobresaltó al sentir que la tomaban del brazo, era él, lo miró.

―Sabes que no se detendrá hasta encontrarte ¿verdad?

De pronto de sus ojos brotaron lágrimas, saber lo que la esperaba si la atrapaban después de lo que acababa de hacer la asustaba todavía más, bajó la cabeza para que no la viera llorar.

―Ven conmigo―alzó la mirada sorprendida al escuchar aquello.

La cogió de la mano sin su consentimiento y rodeó con ella el auto, la chica no sabía qué pretendía, y no se veía capaz de resistirse, y tampoco es que tuviera opciones. Abrió la puerta del copiloto y le pidió que se subiera, así lo hizo.

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