Dubois tomó ropa seca de su armario personal y se aseó en el cuarto de baño para invitados, sin dejar de pensar en Romina. Estaba en su ducha, en su cuarto. Usaría sus toallas y dormiría en su cama.Sufrió como un loco, pero no dejó que un poco de locura le ganara. No quería asustarla ni hacerla sentir incómoda en su primera noche juntos, por lo que tuvo que obligarse a actuar como un caballero decente.Cuando terminó de prepararse, descubrió que Romina aun continuaba en la ducha y se atrevió a entrar a su cuarto, a su baño y a recolectar toda la ropa empapada de Romina, incluida sus bragas y las llevó al cuarto de lavado.Sí, se sintió tentado a revisarlas, olerlas, colgarlas en un muro para admirarlas, pero eligió el camino de la caballerosidad y las empuñó fuerte para no sucumbir en sus más perversos deseos.Dejó la ropa mojada por la lluvia en el cuarto de lavado y regresó a la cocina.En el pasillo se olió la mano, para ver si la fragancia de su coño se le había quedado atrapada
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