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Todos los capítulos de Jefe, suya una noche: Capítulo 121 - Capítulo 130
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Cuando Lily entró por la puerta del cuarto de su hermana, la encontró hiperventilando y caminando en círculos alrededor de su cama.Lily comprendió que su hermana estaba asustada. Después de más de un año, un hombre se interesaba en ella. Y no era cualquier hombre. Era un hombre decente, respetable y con una carrera.—Vale, vamos a calmarnos. —Lily intentó ser la hermana sensata.Romy paró de caminar como loca y se agarró las sienes para empezar a respirar profundo, una y otra vez.—¿Y si pasamos tiempo juntos y ya no le gusto? —preguntó lo primero que se le cruzó por sus tortuosos pensamientos—. ¿Y si se da cuenta de que soy aburrida, sosa, y que como mucho? —Estaba en pánico—. A los hombres no le gustan las mujeres que comen mucho y no puedo disimular o me pongo de mal humor. —Se puso más nerviosa—. Es un defecto de fábrica.Lily bufó, aunque aguantándose una carcajada. De eso ella bien sabía. No podía tener buen humor si no empezaba el día con pan y café.—Tú no eres aburrida y no
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James estaba esperándola, por supuesto, más impaciente que nunca.Sonriente la recibió y, tras despedirse de Rossi y Lily, se marcharon usando el elevador.Al principio fueron en silencio y, aunque quisieron decirse muchas cosas, no encontraron la confianza ni el momento para hacerlo.Él fue cortés desde el primer segundo y le sostuvo la puerta del elevador al subir. El encierro en el elevador fue una tortura, pero los dos trataron de manejar sus emociones de la mejor forma.Por un lado, él no quería verse como un maldito obsesivo y, por otro, ella no quería parecer tan desesperada.Romy le echó miradas poco discretas a través del cristal que recubría el elevador, y él pudo sentir sus ojos oscurecidos sobre él en todo momento; y no pudo negar que le encantó.Ninguno tuvo valor para romper la tensión que sentían. Tampoco pudieron negar que les gustaba sentirla. Los mantenía temblorosos y con el corazón latiéndoles fuerte dentro del pecho.Era la adrenalina que los tenía a mil por hora
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De seguro era su castigo por haber sido tan cruel.—¿Qué le hace tanta gracia? —preguntó ella cuando él no supo qué responderle.—Yo —confesó él y la miró con agudeza—. Me rio de mí mismo.Romy enarcó una ceja. No iba a negar que le enloqueció su decisión masculina y su valentía para asumir que podía reírse de sí mismo sin sentir pizca de pena.—Explíquese —exigió y retomó el camino.Él la vio caminar frente a él y dio grandes pasos para alcanzarla. Se plantó a su lado con una sonrisa y le gustó esa sensación que se le metió bajo la piel cuando descubrió que ella lo estaba esperando.Se miraron y conectaron. Fue espontáneo.—Por semanas luché con esto y míreme, perdí... Nunca había perdido. —La miró por largo rato. Ella negó liada—. Siempre creía que lo que sentía por usted era lástima, pero ahora sé que fue una lucha en vano, porque estoy aquí, con usted...—¿Disculpe? —preguntó ella, ofendida.—Usted sabe lo que dicen de mí y no es falso, soy un maldito sin corazón, incapaz de antep
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Romina no pudo recuperarse después de las palabras de James. Solo podía pensar en eso. En que “ella sería suya” y más en lo que vino después: “que él ya era completamente suyo”. ¿Qué demonios significaba? Ella no se sentía apta para traducir algo tan significativo porque solo pensaba en una cosa.Una cosa que la hacía sentir ardorosa y temblorosa.Durante todo el recorrido, solo pudo pensar en su boca, los roces que le dedicaba por encima de la ropa, ropa que ya le estorbaba, y su voz masculina detrás de su oreja llenándola de escalofríos y humedad.Si no hubiera estado en inverno, se habría desnudado, solo para poder sentir su tacto sobre su piel tostada.Le urgía.Conforme el recorrido avanzaba, Romy buscó plantarse de espaldas frente a él, porque la volvía loca cuando él le susurraba en la oreja para ofrecerle su opinión sobre algo o simplemente decirle: sigamos caminando.Su mano ciñéndose en su cintura era otra cosa de la que no se sentía lista para hablar.En la mitad del recorr
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Sus manos no estuvieron quietas después de ese beso.James halló múltiples formas de sentirla, de tocarla sin irrespetarla y robarle besos mientras visitaban el resto de los jardines.Lamentablemente, la belleza de la naturaleza que los rodeaba dejó de atraerles. Tenían otras cosas más atractivas en las que perderse.Sus bocas, por ejemplo.A Dubois le fascinaba ceñirse en su cintura y perderse en su cuello. Poseía un aroma tan único que, el aroma de las rosas se tornó insignificante una vez que probó a Romina.Cuando el atardecer llegó, más pronto de lo que a la pareja le hubiera gustado, puesto que sabían que debían regresar para cenar con el resto de la familia, James la llevó a la tienda de regalos y se tomaron unos minutos para hacer algo especial.James quería hacer un terrario para llevar a casa y recordarla siempre, para sentir su vida menos vacía. Podía apostar que un poco de color y vida le vendrían bien.—¿Un terrario? —preguntó ella, de pie frente a la repisa repleta de bol
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Le hincó los dedos en el cuello, porque le volvía loco cada vez que ella lo desafiaba, aun con palabras.Palabras inteligentes que siempre le robaban una sonrisa.—Yo también lo creí —respondió James al separarse de ella—. Pero aquí me tiene, actuando como un idiota por usted... para usted... —La contempló con agudeza—. Lo está disfrutando, ¿verdad? —Sonrió travieso.Romina se rio.—No sabe cuánto.Respondió gustosa y se hinchó de algo nuevo, algo que nunca había experimentado.Saber que tenía a James de rodillas a sus pies, la hizo sentir más mujer.

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—No es justo —jadeó él tras patinar con esfuerzo para alcanzarla.Se puso atrás de ella otra vez y Romina redujo su velocidad para aplastarse sobre su cuerpo masculino. James suspiró cuando tuvo su culo en su pelvis, causándole estragos de los que nunca podría recuperarse.A James le fascinó lo buena que era para jugar, para seducirlo y llevarlo a órbitas desconocidas.La joven se recostó completa en su pecho y cerró los ojos cuando sus manos masculinas recorrieron su abdomen por encima de la ropa.Se abrazaron por primera vez, sintiendo sus cuerpos agitados por lo que se causaban.La mano de James subió por su pecho y con suavidad la tomó por la barbilla para atraer su rostro a
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James puso los ojos en blanco.—Sí, cariño, por supuesto, incluso hice que lloviera para traerla aquí —respondió él y ella le miró ladina.Las puertas de elevador se abrieron y James la invitó a bajar primero. Romina pisó con desconfianza, sabiendo que, una vez adentró, no volvería a salir de allí.El lugar estaba en completa oscuridad. Los cristales amplios mostraban el Central Park a sus pies y la lluvia mojando toda la ciudad.Dubois la dejó recorrer su intimidad sin poder quitarle sus ojos de encima. Estudió cada uno de sus movimientos con agudeza. No pudo negar que le gustó verla en su sala.James se paralizó los primeros minutos. Muchas ideas invadiero
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Dubois tomó ropa seca de su armario personal y se aseó en el cuarto de baño para invitados, sin dejar de pensar en Romina. Estaba en su ducha, en su cuarto. Usaría sus toallas y dormiría en su cama.Sufrió como un loco, pero no dejó que un poco de locura le ganara. No quería asustarla ni hacerla sentir incómoda en su primera noche juntos, por lo que tuvo que obligarse a actuar como un caballero decente.Cuando terminó de prepararse, descubrió que Romina aun continuaba en la ducha y se atrevió a entrar a su cuarto, a su baño y a recolectar toda la ropa empapada de Romina, incluida sus bragas y las llevó al cuarto de lavado.Sí, se sintió tentado a revisarlas, olerlas, colgarlas en un muro para admirarlas, pero eligió el camino de la caballerosidad y las empuñó fuerte para no sucumbir en sus más perversos deseos.Dejó la ropa mojada por la lluvia en el cuarto de lavado y regresó a la cocina.En el pasillo se olió la mano, para ver si la fragancia de su coño se le había quedado atrapada
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James se rio travieso detrás de ella, conforme masajeó su culo redondo a gusto. Los labios inflamados le brillaban por la excitación que la dominaba y ansioso por saborearla y conocer su aroma, acercó todo su rostro a su centro.A Romina la exaltó la tibieza de su respiración, su lengua degustándola y sus besos apasionados. Se tuvo que inclinar buscando respirar mejor, porque pensó que iba a desmayarse, pero James bien supo manejar su cuerpo femenino y de rodillas a sus pies, le comió el coño en la cocina. Empapado y satisfecho de toda ella, se levantó para volver a su culo, el culpable de su sufrimiento de las últimas horas.Se arrancó los pantalones holgados y se agarró el miembro duro por la base para frotarse entre sus nalgas con los ojos cerrados. Se encontró el glande humedecido.La excitación que Romina le causaba había ido en aumento y ya no podía contenerse.—Ah, m*****a sea —gruñó cuando se deslizó entre sus nalgas con suavidad y halló tanto placer que no pudo parar.Adelan
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