—¿Y en qué consiste esa fiesta? —preguntó Amalia. Cuando escuchó a sus trabajadores hablando de una durante el almuerzo, no pudo evitar preguntarles. —La fiesta de la siembra la hacemos cada año cuando empieza la temporada de cultivos —explicó Raúl, un muchacho espigado de profundos ojos pardos—. Es algo de viejos, para atraer la buena fortuna y que el clima sea favorable y así tener una buena cosecha. Comida, alcohol y baile, eso es lo que me gusta a mí. —También se hacen más cosas —empezó a hablar Leonardo, de unos cuarenta años—. El concurso de muñecos, por ejemplo. Se hacen muñecos que representan la sequía, las inundaciones, las plagas y cualquier cosa que pueda afectar a los cultivos. Hay buenos premios para los ganadores. —Yo estoy haciendo uno, es una langosta gigante —contó Raúl, muy entusiasmado—. Lástima que después la van a quemar. —¿Queman todos los muñecos? —preguntó Amalia. Fue Leonardo quien contestó. —Así mismo es, para evitar que afecten las cosechas. —Tú t
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