Al día siguiente, los rayos del sol entraron por la ventana, despertando a Freya. Con un movimiento lento, se inclinó y salió de la cama, dirigiéndose hacia el baño. Aun con la mente ligeramente adormecida, llenó la tina con agua tibia y con cuidado se sumergió en ella, sintiendo cómo la calma del agua envolvía su cuerpo. El tiempo parecía desvanecerse mientras se perdía en sus pensamientos, su mente viajó a los últimos momentos antes de su reencarnación. —Alfa Crono, por favor, te lo ruego, no mates a mi padre, él ha sido un lobo fiel a ti a tu región, ten piedad de nosotros. —Imploró Freya, arrodillada a los pies de Crono. —Levántate, tu padre es un traidor. Después, vere qué haré contigo. Mejor ve a tu habitación a llorar, que es deprimente verte así, —él la trató con desdén. —Después de que tu padre este muerto, veremos si mi alfa tiene compasión de ti, para que no tengas el mismo final que tu padre. A lo mejor, mi amor solo te mantiene encerrada en los calabozos —susurró Palas,
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