Los todoterrenos rugieron al salir de la manada, dejando atrás rastros de polvo. Crono iba conduciendo al volante con la preocupación grabada en su rostro. Temía que su fiera, encontrará la manera de salir de la habitación y cometiera una locura.Mientras tanto, Isis y Siena, conscientes de que la discreción era su mejor aliada, planearon que Isis ingresara sin alertar a los vigilantes del portón principal. Siena, con un vestido corto, caminó sensualmente hacia los cuatro guerreros que custodiaban la entrada.—Caballeros, necesito su ayuda. Me he extraviado, no tengo idea de dónde queda mi casa —pronunció Siena con una voz entre cortada, teñida de fingida embriaguez.Los guerreros, cautivados por la aparente vulnerabilidad de la loba hermosa, se apartaron de la puerta, uno de ellos la tomó del brazo preocupado por la aparente desorientación de Siena y la instó a retirarse.—Señorita, cuidado, se cae. No debería de estar de noche en ese estado por la calle. Será mejor que se marche de
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