Crono, al observar a su esposa retirarse de la habitación, lanzó una mirada inquietante a Palas sin pronunciar una sola palabra. Un silencio tenso se apoderó del espacio, y ella tragó saliva, percibiendo por primera vez la oscuridad que se reflejaba en los ojos de él.— Crono, por favor, no me mires así. No me juzgues, mi amor —murmuró Palas con un nudo en la garganta.— Habla. ¿Cómo he llegado a este estado? —Crono empezó a recobrar el control de su cuerpo, moviendo lentamente sus manos en un gesto de autoridad. —exigió respuesta con el semblante rígido.— Crono, después de la cena, empezamos a beber y las cosas se descontrolaron. —ella, con nerviosismo, comenzó a relatar—. Nos besamos y, bueno, la situación se intensificó. Terminamos desnudos y nos entregamos el uno al otro.—Te amé Lea, me enamoré de tu ternura, de tu sencillez, del cariño que me demostrabas, desafié a mi madre por ti. Nunca imaginé que fueras a traicionarme, en estos tres años desaparecida te convertiste en una l
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