Bajo el manto oscuro de la noche, la tierra de los lobos se veía envuelta en una penumbra que escondía a Chesay, un mago lleno de rencor y desprecio hacia la casta de los lobos. Su corazón ardía en llamas por la pérdida de sus padres a manos de la manada Yinka, y esa sed de venganza se extendía ahora hacia otras manadas.Un año atrás, cuando la luna se tiñó de rojo, Chesay desató su magia para abrir un portal hacia un mundo paralelo prehistórico habitado por gigantes y robustos orcos, seres brutales de escasos conocimientos. Con astucia, los manipuló como títeres, haciéndolos seguir ciegamente al prometerles tierras frondosas y poder a cambio de su lealtad.Los orcos avanzaban hacia la manada Sith. Las alarmas resonaban en la oscura noche, anunciando la llegada de los temidos Orcos. El pánico se apoderaba de la población, obligándola a abandonar sus hogares y refugiarse en la mansión. El alfa y los lobos guerreros, con sus pelajes erizados, se preparaban para la inminente batalla que
Los todoterrenos rugieron al salir de la manada, dejando atrás rastros de polvo. Crono iba conduciendo al volante con la preocupación grabada en su rostro. Temía que su fiera, encontrará la manera de salir de la habitación y cometiera una locura.Mientras tanto, Isis y Siena, conscientes de que la discreción era su mejor aliada, planearon que Isis ingresara sin alertar a los vigilantes del portón principal. Siena, con un vestido corto, caminó sensualmente hacia los cuatro guerreros que custodiaban la entrada.—Caballeros, necesito su ayuda. Me he extraviado, no tengo idea de dónde queda mi casa —pronunció Siena con una voz entre cortada, teñida de fingida embriaguez.Los guerreros, cautivados por la aparente vulnerabilidad de la loba hermosa, se apartaron de la puerta, uno de ellos la tomó del brazo preocupado por la aparente desorientación de Siena y la instó a retirarse.—Señorita, cuidado, se cae. No debería de estar de noche en ese estado por la calle. Será mejor que se marche de
En medio del caos, una camioneta negra irrumpió en escena. De ella descendieron Freya, Isis, Siena y Apolo, cada uno empuñando arcos con osadía.—Amiga, necesitas transformarte. Siena y Apolo te respaldan —instó Isis, captando la presencia de alguien conocido.—¿Y tú, Isis? ¿Qué planeas hacer? —preguntó Freya al notar la expresión desconcertada en el rostro de su amiga.—Creo que puedo descubrir quién está detrás de los orcos —respondió Isis, avanzando hacia el exterior de la manada como si estuviera siendo guiada por una fuerza invisible.De entre las sombras surgía Fénix, una loba azul con destellos plateados que parecía envuelta en un manto de hielo con ojos en llamas. Su feroz gruñido resonó mientras se abalanzaba hacia el orco que atacaba a Crono y a su padre. Mientras tanto, Siena mantenía ocupados a los orcos con certeros flechazos, y Freya desataba un aliento helado que convertía a las bestias en estatuas de piedra.La asombrosa transformación de Freya dejó a Crono atónito. Se
Los guardias fueron a levantar el cuerpo de Chesay y se volvió polvo, un viento extraño apareció llevándoselo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de los presentes. Crono, en medio de su desconcierto, clavó una mirada furiosa en su Luna, incapaz de comprender por qué Freya había desobedecido sus órdenes.—Freya, ¿por qué estás aquí? Te ordené que no abandonaras la mansión. Pensé que, al menos esta vez, comprenderías la magnitud del peligro que enfrentamos y permanecerías a salvo.Freya, aun abrazando a su padre, se apartó de él, entrecerró los ojos y con voz gélida gritó.—Ni siquiera en momentos como este eres capaz de expresar gratitud. Venimos a ayudar, y gracias a Isis, logramos liberarnos de la amenaza de los orcos.—Si algo te hubiera sucedido, tu padre no me lo habría perdonado —manifestó, con su voz cargada de miedo, al pensar que otra vez perdería a otra loba que ha logrado colarse en su corazón.—No me pasó nada, como puedes ver. Y yo no habría permitido que nada malo le ocurr
Crono llegó a la mansión con Palas aún desmayada. Descendió del carro, camino hacia la habitación de invitados, y la acomodó con delicadeza en la cama. Al intentar incorporarse, observó como Palas reaccionaba, tomando su mano con debilidad.—No me abandones, Crono. Temo lo que sucederá ahora conmigo. Tú tienes a tu mate, a quien prometiste rechazar por nuestro amor, y ahora estás casado con ella —comenzó a llorar—. Hubiera sido mejor que esa noche hubiera muerto. Ya no puedo soportar tanto sufrimiento. Ver que ahora estás con otra loba que no soy yo, desgarra mi corazón.Crono sintió el peso de las palabras de Palas, un nudo en su garganta se formó al ver el dolor en sus ojos. Trató de consolarla, acariciando suavemente su rostro.—Palas, entiende que las cosas no son tan simples como parecen. Voy a estar apoyándote porque no quiero causarte más daño, pero debes entender que ahora tengo esposa a la que no pienso dejar. —Palas apartó la mirada, sus lágrimas seguían fluyendo. Crono cont
Crono descargó su furia contra la pared. La habitación vibró con la fuerza de su ira mientras él luchaba por contener el caos que bullía en su mente. Respiró hondo, pero el aire le llegaba como un suspiro entrecortado. Avanzó hacia la estantería, sus manos temblorosas agarraron una botella de whisky. Con un gesto brusco, la destapó, liberando el aroma embriagador.Llenó un vaso con el líquido, sus ojos reflejaban la tormenta interna que lo consumía. Sin titubear, llevó el vaso a sus labios, dejando que el fuego del alcohol recorriera su garganta. Cerró los ojos, buscando alivio en esa quemazón. El whisky le proporcionó un instante de calma. Crono se dejó caer en una silla, con la botella aún en mano, buscaba apaciguar la tormenta que rugía en su interior.A la mañana siguiente, Freya descendió las escaleras como de costumbre para desayunar. Crono, ya estaba en la mesa. Ella, sin dirigirle una mirada, se sentó y comenzó a comer, ignorando deliberadamente la presencia de Crono. A pesar
Una mañana, Freya despertó sobresaltada, su tranquilo sueño se vio interrumpido sintiendo un revuelo en el estómago. Con cuidado, se incorporó, sintiendo la pesadez en su cuerpo y la incomodidad de vomitar. Coloco los pies en el suelo frío y corrió hacia el baño. Al llegar, el rugido de su estómago hizo que se aferrara al lavado y empezó a vomitar.Al levantarse, sintió sus piernas temblorosas, pero algo más llamó su atención. Al mirarse en el espejo. Sus ojos se agrandaron al observar sus senos un poco más grandes. El miedo se apoderó de Freya mientras llevaba la mano temblorosa a su abdomen. Sus dedos acariciaron suavemente su vientre, como si pudieran sentir el latido de una nueva vida que crecía en su interior.—No puede ser, estoy embarazada —susurró, sintiéndose abrumada, asimilando la noticia. —Diosa Selene que voy a hacer —estaba pálida sosteniéndose del lavamanos—. Ahora, más que nunca, esa loba debe salir de esta manada —declaró, entrecerrando los ojos. Ella desconfiaba de
Aquella tarde, Freya salió de su habitación y se encaminó hacia la cocina. Al abrir la nevera, sus ojos se encontraron con una tentadora jarra de jugo de frutos rojos, su bebida favorita. Incapaz de resistirse, tomó un vaso y lo llenó, llevándoselo a la boca para disfrutar de cada sorbo del delicioso néctar. Después de saborear el refrescante jugo, decidió dirigirse hacia su despacho.Tiempo después, Freya inmersa en sus asuntos, sintió como la puerta se abrió de repente, sin previo aviso.—Hola, Freya —dijo Eris mientras se dirigía hacia la silla frente al escritorio de Freya con una sonrisa en el rostro y se sentaba.Freya, que estaba concentrada en unos papeles, levantó la cabeza al escuchar esa voz. Entrecerró los ojos y sin expresión respondió.—Eris, ¿qué haces aquí? Tú tienes prohibido entrar en esta manada.—Déjame informarte, Freya. Crono me permitió regresar a esta mansión. Recuerda lo que te dije, no eras nadie aquí. Cuando regresara el verdadero amor del alfa, pasarías a s