En medio del caos, una camioneta negra irrumpió en escena. De ella descendieron Freya, Isis, Siena y Apolo, cada uno empuñando arcos con osadía.—Amiga, necesitas transformarte. Siena y Apolo te respaldan —instó Isis, captando la presencia de alguien conocido.—¿Y tú, Isis? ¿Qué planeas hacer? —preguntó Freya al notar la expresión desconcertada en el rostro de su amiga.—Creo que puedo descubrir quién está detrás de los orcos —respondió Isis, avanzando hacia el exterior de la manada como si estuviera siendo guiada por una fuerza invisible.De entre las sombras surgía Fénix, una loba azul con destellos plateados que parecía envuelta en un manto de hielo con ojos en llamas. Su feroz gruñido resonó mientras se abalanzaba hacia el orco que atacaba a Crono y a su padre. Mientras tanto, Siena mantenía ocupados a los orcos con certeros flechazos, y Freya desataba un aliento helado que convertía a las bestias en estatuas de piedra.La asombrosa transformación de Freya dejó a Crono atónito. Se
Los guardias fueron a levantar el cuerpo de Chesay y se volvió polvo, un viento extraño apareció llevándoselo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de los presentes. Crono, en medio de su desconcierto, clavó una mirada furiosa en su Luna, incapaz de comprender por qué Freya había desobedecido sus órdenes.—Freya, ¿por qué estás aquí? Te ordené que no abandonaras la mansión. Pensé que, al menos esta vez, comprenderías la magnitud del peligro que enfrentamos y permanecerías a salvo.Freya, aun abrazando a su padre, se apartó de él, entrecerró los ojos y con voz gélida gritó.—Ni siquiera en momentos como este eres capaz de expresar gratitud. Venimos a ayudar, y gracias a Isis, logramos liberarnos de la amenaza de los orcos.—Si algo te hubiera sucedido, tu padre no me lo habría perdonado —manifestó, con su voz cargada de miedo, al pensar que otra vez perdería a otra loba que ha logrado colarse en su corazón.—No me pasó nada, como puedes ver. Y yo no habría permitido que nada malo le ocurr
Crono llegó a la mansión con Palas aún desmayada. Descendió del carro, camino hacia la habitación de invitados, y la acomodó con delicadeza en la cama. Al intentar incorporarse, observó como Palas reaccionaba, tomando su mano con debilidad.—No me abandones, Crono. Temo lo que sucederá ahora conmigo. Tú tienes a tu mate, a quien prometiste rechazar por nuestro amor, y ahora estás casado con ella —comenzó a llorar—. Hubiera sido mejor que esa noche hubiera muerto. Ya no puedo soportar tanto sufrimiento. Ver que ahora estás con otra loba que no soy yo, desgarra mi corazón.Crono sintió el peso de las palabras de Palas, un nudo en su garganta se formó al ver el dolor en sus ojos. Trató de consolarla, acariciando suavemente su rostro.—Palas, entiende que las cosas no son tan simples como parecen. Voy a estar apoyándote porque no quiero causarte más daño, pero debes entender que ahora tengo esposa a la que no pienso dejar. —Palas apartó la mirada, sus lágrimas seguían fluyendo. Crono cont
Crono descargó su furia contra la pared. La habitación vibró con la fuerza de su ira mientras él luchaba por contener el caos que bullía en su mente. Respiró hondo, pero el aire le llegaba como un suspiro entrecortado. Avanzó hacia la estantería, sus manos temblorosas agarraron una botella de whisky. Con un gesto brusco, la destapó, liberando el aroma embriagador.Llenó un vaso con el líquido, sus ojos reflejaban la tormenta interna que lo consumía. Sin titubear, llevó el vaso a sus labios, dejando que el fuego del alcohol recorriera su garganta. Cerró los ojos, buscando alivio en esa quemazón. El whisky le proporcionó un instante de calma. Crono se dejó caer en una silla, con la botella aún en mano, buscaba apaciguar la tormenta que rugía en su interior.A la mañana siguiente, Freya descendió las escaleras como de costumbre para desayunar. Crono, ya estaba en la mesa. Ella, sin dirigirle una mirada, se sentó y comenzó a comer, ignorando deliberadamente la presencia de Crono. A pesar
Una mañana, Freya despertó sobresaltada, su tranquilo sueño se vio interrumpido sintiendo un revuelo en el estómago. Con cuidado, se incorporó, sintiendo la pesadez en su cuerpo y la incomodidad de vomitar. Coloco los pies en el suelo frío y corrió hacia el baño. Al llegar, el rugido de su estómago hizo que se aferrara al lavado y empezó a vomitar.Al levantarse, sintió sus piernas temblorosas, pero algo más llamó su atención. Al mirarse en el espejo. Sus ojos se agrandaron al observar sus senos un poco más grandes. El miedo se apoderó de Freya mientras llevaba la mano temblorosa a su abdomen. Sus dedos acariciaron suavemente su vientre, como si pudieran sentir el latido de una nueva vida que crecía en su interior.—No puede ser, estoy embarazada —susurró, sintiéndose abrumada, asimilando la noticia. —Diosa Selene que voy a hacer —estaba pálida sosteniéndose del lavamanos—. Ahora, más que nunca, esa loba debe salir de esta manada —declaró, entrecerrando los ojos. Ella desconfiaba de
Aquella tarde, Freya salió de su habitación y se encaminó hacia la cocina. Al abrir la nevera, sus ojos se encontraron con una tentadora jarra de jugo de frutos rojos, su bebida favorita. Incapaz de resistirse, tomó un vaso y lo llenó, llevándoselo a la boca para disfrutar de cada sorbo del delicioso néctar. Después de saborear el refrescante jugo, decidió dirigirse hacia su despacho.Tiempo después, Freya inmersa en sus asuntos, sintió como la puerta se abrió de repente, sin previo aviso.—Hola, Freya —dijo Eris mientras se dirigía hacia la silla frente al escritorio de Freya con una sonrisa en el rostro y se sentaba.Freya, que estaba concentrada en unos papeles, levantó la cabeza al escuchar esa voz. Entrecerró los ojos y sin expresión respondió.—Eris, ¿qué haces aquí? Tú tienes prohibido entrar en esta manada.—Déjame informarte, Freya. Crono me permitió regresar a esta mansión. Recuerda lo que te dije, no eras nadie aquí. Cuando regresara el verdadero amor del alfa, pasarías a s
—Firma, Crono. Firma el documento de divorcio, o la verdad saldrá a la luz. —soltó una carcajada, aunque en su interior sufría—. Querido exesposo, imagínate qué pensará tu gente del nuevo líder alfa, traicionando a su Luna —le echo un vistazo con una mirada oscura y fría, continuando con ira—. Yo liberé estas tierras de esas bestias; puedo hacer que los alfas estén a mi favor y pierdan la credibilidad en el alfa Crono.El conflicto interno en Crono era evidente en su rostro. Por un lado, su amor a su mate y el dolor de su rechazo; por otro, la amenaza de perder su posición como líder alfa, por lo que tanto ha luchado.—No puedes manipular así a las cosas, Freya. No lo permitiré. No importa lo que hagas, no me obligarás a firmar algo que nos destruirá a ambos —Crono apretó los dientes, decidido a resistir.Palas le entregó los papeles a Crono y, con voz tímida y temblorosa, expresó.—Crono, firma. No te conviene que lo que pasó aquí se divulgue. No pienses en ti, piensa en tu manada, l
—¡Hola, amiga! —Respondió Isis con una voz cálida.—Ah, hola. No soy la señora Freya, soy Lucía de la servidumbre. Vine a la habitación de la señora Freya para ver si necesitaba algo, pero estoy asustada. No puede moverse y me pidió que la llamara —explicó Lucía con un tono de preocupación en su voz.Isis, al escuchar esto, se alarmó de inmediato. Con voz preocupada, respondió.—Mi amiga está en peligro. Voy a pedir ayuda de inmediato. Por favor, quédate en la entrada de la mansión, y te ruego que no le cuentes a nadie. Si revelas lo que le pase a Freya, eso estará en tu conciencia.—Está bien, señorita. Esperaré en la entrada a la persona que viene ayudarla —respondió Lucía temblando de miedo mientras cerraba la llamada. Miró a la señora con pesar, corrió hacia la puerta y salió de la habitación. Bajó las escaleras con nerviosismo y abandonó la mansión por la parte de atrás. Caminaba con aprehensión, consciente de que ahora se encontraba en una situación peligrosa.Isis llamó rápidam