Capítulo sesenta y ocho 68

Freya descansó cinco días. Al amanecer cuando el sol apenas salía por el horizonte, emprendió un viaje junto a Crono y sus hijos, el camino hacia la manada de su padre le traía malos recuerdos. Los niños, estaban ansiosos por la aventura, no dejaban de asomarse por la ventana, señalando los paisajes y preguntando una y otra vez.

—¿Falta mucho?

—Tengan paciencia, pronto llegaremos —respondía Crono, sin quitar la mirada de la carretera.

Freya, aún débil por las heridas del atentado, contemplaba a través de la ventana la naturaleza con una nostalgia que no podía evitar.

—No creí que volvería a ver estas tierras —murmuró, mientras el paisaje despertaba fantasmas del pasado. Se volvió hacia sus hijos que se encontraban absortos en sus juegos, inocentes ante la tristeza que ella experimenta.

Sin apartar la vista de la carretera, Crono extendió su mano derecha y apretó con cariño su mano que reposaba sobre su pierna, como si ese simple gesto bastara para ahuyentar sus penas.

—Ojalá pudiera b
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