El viaje había sido largo y tenso: dos días de silencios incómodos y paradas breves para descansar. Lucía pasó la mayor parte del trayecto fingiendo estar dormida. Cada vez que Apolo le ofrecía agua, comida o intentaba iniciar una conversación, ella simplemente lo rechazaba con un gesto de fastidio. Él, por su parte, se esforzaba por no perder la paciencia.A pesar de su actitud fría, las palabras de la anciana Gloria resonaban en su mente cada vez que cerraba los ojos: "No cierres tu corazón". Pero ¿cómo abrirlo cuando el pasado aún pesaba como una losa sobre su pecho?Al llegar a la mansión, Apolo bajó del carro, lo rodeó y abrió la puerta para Lucía. Ella, sin embargo, lo ignoró y salió sin mirarlo. No estaba dispuesta a darle el gusto de mostrarse vulnerable.Mientras Apolo sacaba los bolsos del maletero, una figura apareció a su costado. Era Susana, quien, al escuchar el ruido familiar del carro, había salido de la oficina con pasos apresurados. Al confirmar que era él, sus labio
Crono irrumpió en la mansión como un huracán de furia contenida, sus pasos resonando sobre el mármol con la fuerza de un trueno, haciendo que los sirvientes se apartaran de su camino y se escabulleran hacia la cocina. Estaba caminando hacia el despacho de su esposa para exigirle respuestas, pero justo cuando giraba hacia el corredor principal, ella apareció desde un costado de la sala. Su postura era serena, como siempre, pero sus ojos brillaban con una intensidad que solo él sabía descifrar.Cinco horas antes estaba en una reunión con los líderes de las manadas vecinas cuando recibió la noticia de que Freya había trasladado a Eris de los calabozos subterráneos a una celda más cómoda, con sirviente y custodio incluidos. ¿Una prisionera viviendo como invitada? La desfachatez de su esposa le quemaba la sangre.—Freya, ¿me explicas qué pasó aquí mientras estuve fuera? —gruñó Crono, avanzando con cada paso calculado. Se detuvo frente a ella, y con voz áspera continuó—. ¿Cómo es eso que sa
Lucía no quería molestar a Lisa, así que bajó las escaleras hacia la cocina. Al llegar, encontró el lugar vacío. Caminó hacia la nevera y la abrió. Sacó un vaso y la jarra de jugo de naranja. Se sirvió un poco, pero justo cuando llevaba el vaso a los labios, una voz chillona y burlona cortó el silencio, haciéndola rodar los ojos.—Vaya, es la primera vez que te veo fuera de tu habitación —dijo Susana, apoyada en el marco de la puerta con los brazos cruzados—. Parece que el ratón de biblioteca ya no se esconde en su rincón.Lucía contuvo un gruñido. Sabía que esa mujer no le facilitaría las cosas en esa casa. Con calma fingida, se giró hacia ella y bebió un sorbo del jugo.—No creo que tengamos la confianza suficiente como para que me insultes — dijo, con un tono deliberadamente sereno—. Pensé que Apolo te había dejado claro que no quería que me molestaras.Susana soltó una risa fingida, pero sus ojos brillaban con desprecio.—Oh, no lo tomes a mal, no era un insulto. Solo es raro vert
Fran y Yuli, que habían visto entrar a Apolo en la casa, decidieron seguirlo. Fran necesitaba reagendar sus clases de combate, pero lo que presenciaron los dejó helados. Sin pensarlo dos veces, Fran agarró a su hermana del brazo con fuerza y la arrastró hacia su carro.—¿Qué haces, hermano? ¡Suéltame! —protestó Yuli, frotándose el brazo en cuanto él la soltó.—Viste con tus propios ojos que ese lobo es un hombre prohibido, que está enamorado de su mate y es capaz de todo por ella. ¿Qué más necesitas para entenderlo? —le susurró con severidad.Yuli bajó la cabeza, no por vergüenza, sino por rabia.—Esa traidora de Susana… ¿Cómo se atrevió? La muy descarada no demostraba nada delante de mí, y yo, como una tonta, le contaba sobre los rechazos de Apolo. Cuando la vea, ella va a ver…Fran movió la cabeza de un lado a otro, exasperado. No sabía qué hacer con la terquedad de su hermana.—¡Basta, Yuli! Tienes pajaritos preñados en la cabeza. ¿Qué importa que Susana también estuviera enamorada
Del bosque emergió Isis, montada sobre el lomo de Boox, con su mate y los otros dos orcos. Los niños, con los ojos brillando de emoción, no pudieron contener su asombro al ver a las criaturas, que les sonreían con gestos amigables. Sin dudarlo, corrieron hacia ellos, ansiosos por mostrarles su nuevo hogar.—¡Bienvenidos! —exclamó Freya, acercándose para besar la mejilla de su amiga—. ¿Cómo fue el viaje?—Tranquilo —respondió Isis, con voz serena—. Los orcos casi no podían contener las ganas de ver a sus amigos. —Observó a los niños correr hacia las criaturas, y una sonrisa melancólica se dibujó en sus labios—. Miren cómo se olvidan de su tía preferida —bromeó, cruzando los brazos—. Derrotada por unos orcos, el mundo está perdido.—¡Ay, no exageres, chica! —Freya soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza—. Esos mocosos adoran a su tía Isis.La sonrisa de Isis se tornó seria por un instante, y bajó la voz.—Si mis criaturas causan algún problema a la manada, avísame y vendré por ellos.
Freya se paró frente al espejo y su reflejo mostraba una imagen que destilaba elegancia y sencillez. Llevaba un largo vestido sin la voluminosa falda, pero sus líneas limpias lo hacían destacar de manera excepcional. El vestido tenía un cautivador tono marfil, con un escote en forma de V y mangas con detalles florales. Al dar la vuelta, el vestido reveló su espalda, decorada con encaje chantilly y un delicado patrón floral que seguía la línea de su columna vertebral. Su cabello estaba semi recogido, con una diadema vintage de oro. —Amiga, te ves absolutamente deslumbrante, pero no estás siguiendo la tradición de llevar el vestido blanco de novia con velo. Seguro que dejarás a muchos con la boca abierta —exclamó Isis, quien había sido su amiga desde que ella reencarnó, y juntas habían fortalecido sus fuerzas para este día. —Lo que piensen los demás no importa en absoluto. A partir de hoy, comienza mi venganza contra aquellos que me llevaron a la muerte en mi vida pasada. Mi futuro esp
El trayecto hacia la mansión transcurrió en un incómodo silencio, ambos evitando cruzar miradas. Al llegar Freya observó a Crono de reojo mientras él descendía del carro y rodeaba el vehículo para ayudarla a bajar. Con un gran suspiro, ella liberó el aire contenido en sus pulmones y salió con elegancia. Sin detenerse, ingresó a la mansión donde tendría lugar la ceremonia de nombramiento de Cronos como el líder alfa. Con gracia, ocupó su lugar en la mesa especialmente preparada para el alfa. Sus ojos centelleaban mientras observaba el lugar finamente adornado; su corazón latía al ritmo de los secretos que aguardaba. Minutos después, vio a su esposo entrar con una mirada oscura. Crono, al llegar a su mesa, se sentó al lado de su esposa, pero en ese preciso momento comenzó la ceremonia y él fue llamado al escenario. Freya mantuvo su compostura, sin siquiera mirar en su dirección. Él se levantó y subió al escenario, donde comenzó a hablar con solemnidad acerca de sus deberes con la mana
Al día siguiente, los rayos del sol entraron por la ventana, despertando a Freya. Con un movimiento lento, se inclinó y salió de la cama, dirigiéndose hacia el baño. Aun con la mente ligeramente adormecida, llenó la tina con agua tibia y con cuidado se sumergió en ella, sintiendo cómo la calma del agua envolvía su cuerpo. El tiempo parecía desvanecerse mientras se perdía en sus pensamientos, su mente viajó a los últimos momentos antes de su reencarnación. —Alfa Crono, por favor, te lo ruego, no mates a mi padre, él ha sido un lobo fiel a ti a tu región, ten piedad de nosotros. —Imploró Freya, arrodillada a los pies de Crono. —Levántate, tu padre es un traidor. Después, vere qué haré contigo. Mejor ve a tu habitación a llorar, que es deprimente verte así, —él la trató con desdén. —Después de que tu padre este muerto, veremos si mi alfa tiene compasión de ti, para que no tengas el mismo final que tu padre. A lo mejor, mi amor solo te mantiene encerrada en los calabozos —susurró Palas,