El trayecto hacia la mansión transcurrió en un incómodo silencio, ambos evitando cruzar miradas. Al llegar Freya observó a Crono de reojo mientras él descendía del carro y rodeaba el vehículo para ayudarla a bajar. Con un gran suspiro, ella liberó el aire contenido en sus pulmones y salió con elegancia. Sin detenerse, ingresó a la mansión donde tendría lugar la ceremonia de nombramiento de Cronos como el líder alfa.
Con gracia, ocupó su lugar en la mesa especialmente preparada para el alfa. Sus ojos centelleaban mientras observaba el lugar finamente adornado; su corazón latía al ritmo de los secretos que aguardaba. Minutos después, vio a su esposo entrar con una mirada oscura.
Crono, al llegar a su mesa, se sentó al lado de su esposa, pero en ese preciso momento comenzó la ceremonia y él fue llamado al escenario. Freya mantuvo su compostura, sin siquiera mirar en su dirección.
Él se levantó y subió al escenario, donde comenzó a hablar con solemnidad acerca de sus deberes con la manada y la región de las tierras altas de Escocia. Los presentes aplaudieron en respuesta a sus palabras, y cuando el estruendo de los aplausos finalmente se desvaneció, descendió del escenario. Eris corrió a felicitarlo y entabló una conversación con él.
En ese momento, Freya observó la expresión en el rostro de su padre, se levantó de su asiento y se dirigió hacia él. Al llegar, le ofreció una cálida sonrisa y tomó sus manos mientras le susurraba con confianza.
—Papi, por favor, no te enojes. Ya te he pedido varias veces que confíes en mí y deja que maneje esta situación a mi manera. Haré que Crono pague por mi desdicha.
Agamenón, sorprendido por la aparente calma de su hija ante la situación, arqueó una ceja, reconociendo que su princesa tenía todo bajo control.
Freya se encaminó hacia el baño, buscando un breve respiro en medio de la tensión que vivía. Al salir, sin embargo, se encontró con Eris, quien la interceptó en la puerta con una actitud sarcástica que no pasó desapercibida.
—Espero que estés disfrutando de esta fiesta en honor al nuevo líder alfa de esta región y no de tu matrimonio. El amor de Crono le pertenece a otra loba —comentó Eris con una sonrisa maliciosa.
Freya, con gesto de fastidio, rodó los ojos con elegancia y manteniendo la frente en alto, respondió con determinación.
—Compórtate como lo que eres, la amante de mi esposo, y no te metas conmigo porque sé quién eres y te puede ir muy mal.
—A mí no me amenaces, tú eres una intrusa en esa mansión y pronto serás destituida como Luna. — contraatacó Eris, sin amilanarse.
En ese preciso instante, Freya notó que su esposo se acercaba. Cansada de que su esposo y Eris le viera la cara, respondió.
—Si salgo o no de esta mansión, eso no te compete. Y en cuanto a ti, hoy pasaste de ser su novia a su amante. Pero no te preocupes, sigue en su cama, porque de mi parte no pienso tener intimidad con el alfa.
Las palabras desafiantes de Freya resonaron en el aire, dejando a su esposo atónito mientras se acercaba. Con fuerza, apretó los puños, consciente de la necesidad de contener su molestia en medio de la celebración. Aunque comprendía la provocación de ella, también era consciente de la importancia de evitar un escándalo en ese momento. Crono optó por mantener la compostura, con voz gruesa y áspera expresó.
—Freya, será mejor que midas tus palabras. Estamos en nuestra fiesta de bodas, por favor compórtate como mi mate y la Luna de esta región.
¿Me solicitas que adopte una conducta apropiada a nuestra boda? Si eres tú quien constantemente tiene a esta loba aferrada a tu brazo, —miró a Eris con desprecio—. Como si fuera tu esposa, sería prudente de tu parte y por conveniencia, disimular que eres un alfa casado. —con la frente en alto continuó—. Con tu permiso, me retiro a mi mesa.
Sin dar oportunidad a su esposo de replicar, Freya regresó a su mesa con calma. Crono frunció el ceño, confundido por el comportamiento de su esposa, mientras Eris apretaba los puños y maldecía en silencio. Había esperado que Freya se sintiera humillada y actuara como la loba malcriada que le habían contado que era. Suspiro de manera dramática y habló con voz quebrada.
—Crono, solo me presenté y le di mis felicitaciones. ¿Viste cómo me trató? Creo que no le agrado. Pienso que debería irme de la mansión.
Él observó a su esposa sentada en su mesa de lo más tranquila. Pasó por su mente: "Parece que mi esposa disfruta verme enojado y no voy a permitir que haga lo que le plazca". Con voz ronca y viril respondió.
—No le prestes atención a las actitudes de Freya. Eres mi invitada aquí en mi casa y no tienes por qué irte.
Luego se dirigió a su mesa y se sentó junto a su esposa sin pronunciar una palabra, quería evitar una confrontación. Los ancianos de la manada se acercaron para felicitarlos.
La fiesta transcurrió sin contratiempos. Freya se despidió de su padre y su amiga, luego se retiró a su habitación; conocía perfectamente su ubicación. Al abrir la puerta y entrar, la cerró tras de sí, recordando con certeza que el alfa no vendría a buscarla.
Se encaminó directamente hacia el clóset, donde tenía resguardadas sus pertenencias. Allí, se despojó del vestido de la fiesta y se vistió con una cómoda pijama. Después, se acurrucó en la cama, abrazando con fuerza una almohada. En ese momento, un torrente de recuerdos invadió su mente, llevándola a pronunciar en voz baja.
—Un día como hoy, yo lloraba en esta misma habitación como una tonta, como río desbordado después de un día lluvioso. Estaba desilusionada por no compartir con mi mate. Además, me dejó aquí esperando, ilusionada por lo que sería mi primera vez con el hombre que amaba. —Con un suspiro cargado de resignación, continuó—. Esta nueva yo te utilizará a su antojo, Crono. Ya no seré la loba que esperabas. Hoy empezaste a conocer quién soy en realidad, y tus días de paz y tranquilidad se acabaron.
Se acomodó en la cama, lista para dormir. Los ojos de Freya reflejaban una tristeza amarga. Mientras la oscuridad de la habitación la envolvía, las pesadillas fieles acompañantes de todas las noches, se hicieron presentes, proyectándose como una película en su memoria, como sombras en su mente que guardaban los secretos de sus tormentos. En tan solo un año, la soledad de su habitación había transformado esas pesadillas en sus más íntimas y siniestras confidentes.
Al día siguiente, los rayos del sol entraron por la ventana, despertando a Freya. Con un movimiento lento, se inclinó y salió de la cama, dirigiéndose hacia el baño. Aun con la mente ligeramente adormecida, llenó la tina con agua tibia y con cuidado se sumergió en ella, sintiendo cómo la calma del agua envolvía su cuerpo. El tiempo parecía desvanecerse mientras se perdía en sus pensamientos, su mente viajó a los últimos momentos antes de su reencarnación. —Alfa Crono, por favor, te lo ruego, no mates a mi padre, él ha sido un lobo fiel a ti a tu región, ten piedad de nosotros. —Imploró Freya, arrodillada a los pies de Crono. —Levántate, tu padre es un traidor. Después, vere qué haré contigo. Mejor ve a tu habitación a llorar, que es deprimente verte así, —él la trató con desdén. —Después de que tu padre este muerto, veremos si mi alfa tiene compasión de ti, para que no tengas el mismo final que tu padre. A lo mejor, mi amor solo te mantiene encerrada en los calabozos —susurró Palas,
De repente, una serie de golpes inesperados resonaron a través de la puerta de su habitación. Freya, con el corazón galopando con fuerza, sintió cómo el pasado se desvanecía de su mente en un parpadeo. Sin pensarlo dos veces, emergió rápidamente de la tina y, con el agua goteando de su piel, tomó una toalla para envolverse. Con pasos decididos, avanzó hacia el centro de la habitación y con una voz gélida preguntó con dureza. —¿Quién es? —Señora, mi Luna, soy Lucía —anunció con respeto—. El Alfa Crono me ha enviado para buscarla y llevarla al comedor. El mediodía se acerca, y ha notado que no ha salido de su habitación. —Bajaré a comer en un rato —alegó, con su voz firme. Lucía insistió con un tono de urgencia, sabiendo que el Alfa Crono esperaba su presencia. —Señora, el Alfa Crono ha pedido que baje en la próxima media hora. Estoy a la orden para lo que desee. Freya, recordó las conspiraciones que se habían tejido entre los empleados desde la llegada de Palas a la mansión. —Aví
En su despacho, Crono se hallaba sentado en su sillón en una profunda confusión, revisando unos documentos. Entre susurros, dejó escapar su intranquilidad. —¿Qué ha sucedido con Freya? No puedo comprender su drástico cambio de actitud en un año. Debería mantenerse obediente y evitar cualquier conflicto en esta mansión —murmuró con una expresión de inquietud. Apartó los papeles a un lado y se recostó en su silla, exhalando un suspiro cargado de pesar—. Eris tendría que haber mantenido a Freya bajo control, asegurándose de que no divulgara mi relación con ella con su padre. En este momento, no puedo permitirme perder el apoyo de Agamenón. Estoy recopilando pruebas que demostrarán que fue él el traidor, quien causó la muerte de mi amada Lea. Crono no creía en las parejas destinadas. Hace tres años, se había enamorado profundamente de Lea, una loba de personalidad dulce, tierna y sumamente complaciente. En ese entonces, su anhelo era desafiar cualquier destino y unir su vida a la de Lea,
—Los Orcos, nuevamente, atacaron a la manada Drunes, dejando un rastro de destrucción a su paso. Aunque conseguimos ahuyentarlos en este último enfrentamiento, la amenaza persiste y se acerca cada día más a nuestra manada. —La preocupación resonaba en el tono de voz de Batían al otro lado del teléfono; era evidente que había perdido a varios de sus valientes hombres en la defensa de otra manada en peligro. Crono mantenía la mirada tensa mientras atendía la llamada telefónica de su Gamma. Escuchaba en silencio, consciente de la gravedad de la situación. El antiguo líder alfa perdió la vida enfrentándose a esas criaturas y sin dejar descendientes, Crono se había convertido en uno de los principales candidatos para ocupar el liderazgo. Ahora, debía descubrir qué desencadenó la aparición de estas criaturas en las tierras de lobos, específicamente en las tierras altas del norte de Escocia. —Mañana estaré en las tierras de los Kelpies. Mantengo la esperanza de llegar a un acuerdo con el lí
Crono se hallaba inmerso en unos documentos cuando, de repente, golpes en la puerta interrumpieron su concentración. Alzó la cabeza con interés y, con gesto sereno, indicó. —Pase. Eris ingresó con un rostro afligido: mejilla hinchada, ojos enrojecidos y lágrimas que surcaban su rostro. Con una voz entrecortada, dejó escapar. —Mi alfa, después del almuerzo, la Luna me atacó, me insultó y humilló frente a los sirvientes. Esa mujer no es como usted me la había descrito. Ahora, ante los demás, soy simplemente su amante, ella dejó claro en el comedor, delante de todos, que me daba permiso para calentar su cama, porque ella no será su mate, ni le corresponderá como su esposa. Crono frunció el ceño, irritado por la situación. Era evidente que debía abordar este problema con su mate. Sin rodeos, le dijo a Eris. —Deja de llorar; no es para tanto. Ahora soy un hombre casado, y debes mantener la distancia. —Llevó una mano a su cabeza, como si intentara aliviar la creciente tensión. Era evide
Crono ingresó a su habitación, sintiendo su hombría palpitar. Con una mezcla de ansiedad y enojo rezongó. —Es una osada que se atreve a cuestionar todo lo que le digo. ¡Por poco me deja sin descendencia! —La frustración lo invadió por la mate que le tocó, una que desafiaba constantemente sus ordenes. Exasperado, buscó refugio en la ducha, esperando que el agua fría pudiera calmar las llamas de su rabia. A la mañana siguiente, cuando el sol aún no había iluminado completamente el cielo, Crono conducía a toda velocidad por las extensas montañas que rodeaban sus tierras, en dirección al misterioso reino de los Kelpies. Freya despertó temprano, sintiendo la necesidad de quedarse en su habitación. Decidió llamar a uno de los sirvientes, solicitándole que le llevaran el desayuno a su habitación. Además, tomó la iniciativa de invitar a su suegra para compartir el almuerzo. Freya sentía que el tiempo transcurría con lentitud. Sus ojos se dirigían constantemente hacia la ventana, y de repen
Mientras Crono avanzaba por una carretera envuelta en un aura que parecía haber detenido el tiempo, las casas distantes revelaban un estado de decadencia, y la rutina de la gente persistía con la extracción de agua de antiguos pozos. La escena lo desconcertaba, sumiéndolo en un sentimiento de tristeza. Al llegar a la majestuosa mansión de Pirro, Crono fue escoltado por lobos grotescos a lo largo de un pasillo lleno de incrustaciones de oro por los lados. Una imponente puerta se abrió ante él, y al atravesarla, se encontró con un lobo de unos 50 años. Las facciones del lobo eran similares a las de su suegro. Pirro, con una sonrisa trazada en su rostro, ocupaba majestuosamente una imponente silla frente a su escritorio. Él sabe, gracias a sus informantes, que las tierras altas carecían de guerreros para enfrentar a las criaturas destructoras, su confianza se reflejaba en su expresión. Estaba seguro de que Crono aceptaría las condiciones que planeaba proponer para luchar contra los Orco
Freya se despertó en una agradable sensación que la envolvía, sobresaltándose al percibir un aroma fresco que llenaba sus sentidos. Cuando abrió los ojos se asombró con la imponente y vigorosa figura de Crono recostada a su lado. Inclinándose, comenzó a darle delicados golpecitos en el hombro con el dedo. — Despierta, lobo sinvergüenza. Esta no es tu habitación —murmuró Freya con las cejas entrecerradas, expresando su descontento. Crono se removió con cansancio; llevaba dos días sin dormir y su agotamiento era evidente. Aun con los ojos cerrados, respondió de manera adormilada. —Déjame descansar. Por una vez en tu vida, podrías comportarte como mi Luna y déjame dormir. —¡No! Te retiras de mi habitación o te fastidiare hasta que te marches —ella no estaba dispuesta a ceder. Crono alzó la cabeza con expresión fatigada, sintiendo cómo el mal humor se apoderaba de él. Estaba a punto de responder cuando percibió el sonido de la puerta abriéndose. Giró hacia la entrada y observó a la pe