—Los Orcos, nuevamente, atacaron a la manada Drunes, dejando un rastro de destrucción a su paso. Aunque conseguimos ahuyentarlos en este último enfrentamiento, la amenaza persiste y se acerca cada día más a nuestra manada. —La preocupación resonaba en el tono de voz de Batían al otro lado del teléfono; era evidente que había perdido a varios de sus valientes hombres en la defensa de otra manada en peligro.
Crono mantenía la mirada tensa mientras atendía la llamada telefónica de su Gamma. Escuchaba en silencio, consciente de la gravedad de la situación. El antiguo líder alfa perdió la vida enfrentándose a esas criaturas y sin dejar descendientes, Crono se había convertido en uno de los principales candidatos para ocupar el liderazgo. Ahora, debía descubrir qué desencadenó la aparición de estas criaturas en las tierras de lobos, específicamente en las tierras altas del norte de Escocia.
—Mañana estaré en las tierras de los Kelpies. Mantengo la esperanza de llegar a un acuerdo con el líder supremo de esas tierras para juntos acabar con esas criaturas. En caso de que sea necesario enviar refuerzos a la manada, Drunes, por favor, comunícate con Dionisio. Él se encargará de liderar en mi ausencia hasta mi regreso.
—Desde la distancia, observamos a los Orcos que han invadido la manada Yinka. Contemplamos cómo han arrasado con todo; solo quedan cabañas quemadas y la desolación. Pareciera que en las tierras que ocupan, la vegetación muere, como si la vida misma se extinguiera. —Bastian soltó un gran suspiro antes de continuar con su relato—. Perdimos lobos Cronos, pero logramos detener la invasión a otra manada. Aún no sabemos cuánto tiempo permanecerán pacíficos ni qué manada será la próxima en ser atacada.
La manada Yinka era la primera manada que los Orcos atacaron y sucumbió ante ellos; mataron al alfa y los lobos sobrevivientes buscaron refugio en la manada Sith.
—Después de la reunión con Pirro, nos reuniremos para tomar una decisión urgente.
—Desde que estos Orcos aparecieron hace un año, solo han dejado destrucción. Todavía no hemos logrado identificar a la persona que los comanda; actúa entre las sombras.
—La reunión con Pirro será un punto crucial, marcando el inicio de la paz entre los imperios o el comienzo de una guerra.
—Avísame, Cronos, cuál es la decisión que tomen. —Crono no respondió; simplemente cortó la llamada con su gamma.
Crono programó una reunión con Pirro para considerar un tratado de paz. Sin embargo, el dilema se presentó en su mente: a pesar de la ira que lo consumía por tener que adentrarse en las peligrosas tierras de los Kelpies, él comprendía que su manada necesitaba desesperadamente apoyo frente a la amenaza constante de los Orcos. Se preparó mentalmente para enfrentarse a Pirro, buscando una reconciliación que permitiera abordar el misterio detrás de la presencia de los Orcos.
La incertidumbre del futuro pesaba sobre él, era consciente que la decisión que tomará en esa reunión podría determinar el destino no solo de sus tierras, sino también el de su manada. Crono, en su desconfianza hacia Pirro, sabía que este se valió de artimañas para tomar el mando de las tierras bajas, cerrando fronteras y sembrando un complicado liderazgo en sus tierras.
—Debes tener cuidado al entrar en esas tierras. Después de insistir tanto en reunirte con él, ahora ha abierto la frontera para que entres como si nada. Es sospechoso. Sabes que después de que destruiste al líder de los Kelpies, Pirro aprovechó tu debilidad al dejar esas tierras sin protección y se adueñó de ellas de una manera que nos supera en número de lobos. La mayoría de sus hombres son lobos renegados, sin piedad para matar. —Manifestó Dionisio, sentado al otro lado del escritorio.
—En aquel entonces, mi propósito no era la conquista de territorios, sino buscar justicia y vengar la muerte de Lea. Ahora, la situación demanda que busque alianzas para preservar nuestra raza. Necesitamos el apoyo de sus lobos para poner fin a la amenaza de los Orcos. Si tuviera certeza de mi capacidad para enfrentar a estas criaturas, no me aventuraría en esas tierras.
—Solo te aconsejo que tengas precaución, especialmente cuando la confianza en Pirro es nula.
—No confío ni en él ni en su hermano Agamenón. Estoy seguro de que Agamenón tiene que ver con el ataque de los Kelpies contra mi manada aquella noche.
—Hermano, creo que estás equivocado acerca de Agamenón. No creo que esté involucrado.
—Tengo pruebas en forma de notas con el sello de la manada Sith, donde se proporcionan instrucciones sobre cómo acceder a estas tierras sin ser detectados.
—Hay algo extraño; si Agamenón fuera el traidor, no te habría brindado su apoyo para liderar esas tierras. Él se habría autoproclamado y comandaría estas tierras junto a su hermano.
—Estas notas no mienten. Además, estoy seguro de que, por el capricho de su hija por mí, es el detonante de todo.
—Deberías investigar más a fondo esas notas; ¿no crees que hay algo más detrás de ese atentado?
Crono se levantó de golpe y expresó su frustración de manera palpable.
—Primero destruiremos a los Orcos y luego al verdadero culpable de la muerte de mi amada Lea.
Freya se encontraba en su despacho, un espacio que había mandado acondicionar para desempeñar las responsabilidades inherentes a su posición como Luna. En esta vida, estaba decidida a no permitir que la pisotearan ni a dejar que hicieran lo que quisieran con los recursos destinados a la mansión y a la manada.
Mientras revisaba algunos documentos, soltó una carcajada al percatarse de la cantidad constante de dinero que era depositado en la cuenta de Eris. Murmuró con ironía:
—Por ser solo amante, le pagan muy bien a esta loba, y todavía tiene la desfachatez de robar dinero destinado a la manada.
Freya, decidida a tomar el control de lo que le corresponde, levantó el teléfono y llamó al área de tesorería. Con seriedad en su voz, expresó.
—Señor Lemon, soy Freya Apka —rodó los ojos al tener que mencionar el apellido de casada—. Lo llamó para informarle que, a partir de hoy, seré yo quien reciba el dinero destinado a los gastos de la mansión y las labores sociales de la manada.
La respuesta no se hizo esperar.
—Un placer conversar con usted, mi Luna. Está bien, si el alfa Crono no pone objeción, haré los cambios solicitados.
—Yo soy la luna de esta manada y la señora de esta mansión. Va a cuestionar mi orden.
La gravedad de la situación no escapó al hombre al otro lado del teléfono, quien tragó saliva. Sabía que Eris iba a protestar, pero también entendía que debía obedecer a Luna de la manada, o no ser que el alfa después realice cambios.
—Como ordene, señora. Se están haciendo los cambios solicitados desde este momento. ¿En qué más la puedo ayudar?
—Por los momentos, eso es todo — Freya, satisfecha con la respuesta, cortó la llamada, mientras en su mente resonaba: "Ahora a esperar tu próximo paso, Eris". Entrecerró los ojos y prosiguió revisando minuciosamente los estados de cuenta.
Crono se hallaba inmerso en unos documentos cuando, de repente, golpes en la puerta interrumpieron su concentración. Alzó la cabeza con interés y, con gesto sereno, indicó. —Pase. Eris ingresó con un rostro afligido: mejilla hinchada, ojos enrojecidos y lágrimas que surcaban su rostro. Con una voz entrecortada, dejó escapar. —Mi alfa, después del almuerzo, la Luna me atacó, me insultó y humilló frente a los sirvientes. Esa mujer no es como usted me la había descrito. Ahora, ante los demás, soy simplemente su amante, ella dejó claro en el comedor, delante de todos, que me daba permiso para calentar su cama, porque ella no será su mate, ni le corresponderá como su esposa. Crono frunció el ceño, irritado por la situación. Era evidente que debía abordar este problema con su mate. Sin rodeos, le dijo a Eris. —Deja de llorar; no es para tanto. Ahora soy un hombre casado, y debes mantener la distancia. —Llevó una mano a su cabeza, como si intentara aliviar la creciente tensión. Era evide
Crono ingresó a su habitación, sintiendo su hombría palpitar. Con una mezcla de ansiedad y enojo rezongó. —Es una osada que se atreve a cuestionar todo lo que le digo. ¡Por poco me deja sin descendencia! —La frustración lo invadió por la mate que le tocó, una que desafiaba constantemente sus ordenes. Exasperado, buscó refugio en la ducha, esperando que el agua fría pudiera calmar las llamas de su rabia. A la mañana siguiente, cuando el sol aún no había iluminado completamente el cielo, Crono conducía a toda velocidad por las extensas montañas que rodeaban sus tierras, en dirección al misterioso reino de los Kelpies. Freya despertó temprano, sintiendo la necesidad de quedarse en su habitación. Decidió llamar a uno de los sirvientes, solicitándole que le llevaran el desayuno a su habitación. Además, tomó la iniciativa de invitar a su suegra para compartir el almuerzo. Freya sentía que el tiempo transcurría con lentitud. Sus ojos se dirigían constantemente hacia la ventana, y de repen
Mientras Crono avanzaba por una carretera envuelta en un aura que parecía haber detenido el tiempo, las casas distantes revelaban un estado de decadencia, y la rutina de la gente persistía con la extracción de agua de antiguos pozos. La escena lo desconcertaba, sumiéndolo en un sentimiento de tristeza. Al llegar a la majestuosa mansión de Pirro, Crono fue escoltado por lobos grotescos a lo largo de un pasillo lleno de incrustaciones de oro por los lados. Una imponente puerta se abrió ante él, y al atravesarla, se encontró con un lobo de unos 50 años. Las facciones del lobo eran similares a las de su suegro. Pirro, con una sonrisa trazada en su rostro, ocupaba majestuosamente una imponente silla frente a su escritorio. Él sabe, gracias a sus informantes, que las tierras altas carecían de guerreros para enfrentar a las criaturas destructoras, su confianza se reflejaba en su expresión. Estaba seguro de que Crono aceptaría las condiciones que planeaba proponer para luchar contra los Orco
Freya se despertó en una agradable sensación que la envolvía, sobresaltándose al percibir un aroma fresco que llenaba sus sentidos. Cuando abrió los ojos se asombró con la imponente y vigorosa figura de Crono recostada a su lado. Inclinándose, comenzó a darle delicados golpecitos en el hombro con el dedo. — Despierta, lobo sinvergüenza. Esta no es tu habitación —murmuró Freya con las cejas entrecerradas, expresando su descontento. Crono se removió con cansancio; llevaba dos días sin dormir y su agotamiento era evidente. Aun con los ojos cerrados, respondió de manera adormilada. —Déjame descansar. Por una vez en tu vida, podrías comportarte como mi Luna y déjame dormir. —¡No! Te retiras de mi habitación o te fastidiare hasta que te marches —ella no estaba dispuesta a ceder. Crono alzó la cabeza con expresión fatigada, sintiendo cómo el mal humor se apoderaba de él. Estaba a punto de responder cuando percibió el sonido de la puerta abriéndose. Giró hacia la entrada y observó a la pe
Freya llevaba una semana recuperándose; afortunadamente, sus heridas no eran de gravedad. Durante este tiempo, se dedicó a revisar los documentos concernientes a las labores sociales de la manada. Su tranquilidad se vio interrumpida cuando le informaron que su padre estaba en la mansión. Agamenón recibió la noticia de lo ocurrido a su hija. Sin perder tiempo, se dirigió hacia la imponente mansión para enfrentar a Crono, quien en ese momento se encontraba fuera de la manada, en una reunión con su gamma. Freya, salió de la habitación a toda prisa y descendió las escaleras. Al llegar a la sala se encontró a su padre y se arrojó a sus brazos con cariño. —Papi, ¿qué haces aquí? Me alegra verte —expresó Freya, rompiendo el silencio. —Cariño, me informaron sobre el incidente con la loba que tu esposo mantenía aquí. Vine a ajustar cuentas con él —respondió Agamenón mientras estrechaba a su hija entre sus brazos. La conexión entre padre e hija se intensificó en ese abrazo de protección y c
—¡Maldición, Freya! Eres una salvaje. Me arrepiento profundamente de haber convencido a tu padre de no anular el matrimonio cuando me lo propuso. La diosa Selene me ha castigado con una despiadada mate que quiere acabar con mi existencia si me descuido. —Se quejó mirándola con los ojos entrecerrados—. ¿Porque quieres matarte? —Gritó, apretando los dientes. Era la primera vez que se enfrentaba a una loba con ese carácter. Freya sintió un nudo en la garganta al observar los ojos grises de Crono oscurecerse y la furia contraída en su rostro. El temor la invadió al pensar que la fuera a castigar, se apartó rápidamente hacia el otro extremo de la oficina, dejando el escritorio como barrera entre ambos. Mantuvo la frente en alto y la mirada desafiante, aunque en su interior temblaba de miedo, reflexionó. "Creo que me he excedido". Crono dio un paso hacia ella, y en un intento por defenderse, Freya le advirtió con voz tensa. —Crono, no te acerques. Si me haces daño, te juro que la próxima
—Escúchame bien Freya, tú no te vas a meter tus narices en este asunto donde está implicada la manada Sith. Yo soy líder alfa de esta región y es mi deber investigar a fondo sobre como entraron los Kelpies. —la miró fijamente y de forma autoritaria continuó—. Ahora vas hacer una buena esposa y te vas a quedar ejecutando los asuntos que te corresponde como Luna desde esta mansión. —¡Claro que no! No voy hacer lo que me digas, en verdad eres un tonto. Los problemas que involucren a la manada Sith tienen que ver conmigo. —Soltó un gran suspiro cargado de rabia—. Ese maldito es muy inteligente para inculpar a su propia familia sin ser detectado. No te preocupes, yo lo voy a destruir con mis propias manos —los ojos de Freya se volvieron como fuego. Crono se asustó al percibir el rencor que emanaba de ellos. —Freya, tú sabes quién es el traidor. Dime ¿Quién está confabulando en mi contra? Confía en mí, yo te ayudaré a destruirlo. Freya soltó de repente una carcajada, levantándose del sofá
En las primeras horas de la madrugada, Freya sintió una incómoda inquietud. Su cuerpo empezó a sudar. En ese momento se inclinó abruptamente, abriendo los ojos de par en par.—No puede ser —murmuró con la preocupación palpable en su voz. Su loba había liberado prematuramente el celo. Con rapidez, se liberó de la sábana que la cubría y se dirigió al closet en busca de su maletín. Lo abrió con urgencia, extrayendo de él un collar que se lo colocó alrededor de su cuello para evitar que ese lobo la marcara.Freya extrajo también una caja de inhibidores. Volvió a colocar el maletín en su sitio y se dirigió hacia la cama. Con cuidado, colocó las pastillas sobre la mesa de noche, consciente de que en cualquier momento debía tomarlas. Planeaba usarla cuando su celo alcanzará su punto máximo, para mitigar la intensidad de su instinto lobuno.Después de asegurarse de tener todo listo, Freya se recostó nuevamente en la cama, esforzándose por mantener la calma. Cerró los ojos y se sumergió en un