En las primeras horas de la madrugada, Freya sintió una incómoda inquietud. Su cuerpo empezó a sudar. En ese momento se inclinó abruptamente, abriendo los ojos de par en par.—No puede ser —murmuró con la preocupación palpable en su voz. Su loba había liberado prematuramente el celo. Con rapidez, se liberó de la sábana que la cubría y se dirigió al closet en busca de su maletín. Lo abrió con urgencia, extrayendo de él un collar que se lo colocó alrededor de su cuello para evitar que ese lobo la marcara.Freya extrajo también una caja de inhibidores. Volvió a colocar el maletín en su sitio y se dirigió hacia la cama. Con cuidado, colocó las pastillas sobre la mesa de noche, consciente de que en cualquier momento debía tomarlas. Planeaba usarla cuando su celo alcanzará su punto máximo, para mitigar la intensidad de su instinto lobuno.Después de asegurarse de tener todo listo, Freya se recostó nuevamente en la cama, esforzándose por mantener la calma. Cerró los ojos y se sumergió en un
Después de terminar de colocar el mueble, Freya se dirigió hacia la mesa y tomó unos cubos de hielo. Cerró los ojos y comenzó a deslizarlo suavemente por su cuerpo. En ese momento, se percató de la necesidad de controlar sus impulsos y satisfacer sus deseos de aparearse. Decidió abordar la situación al día siguiente, planeaba llamar a Isis para que le trajera inhibidores. Mientras tanto le tocaba satisfacerse por su cuenta. Crono sintió sus latidos acelerados, su corazón quería escapar de su pecho al contemplar la forma tan seductora que Freya estaba. Incapaz de apartar la mirada de aquel hermoso cuerpo que ejercía una fascinación sobre él, no pudo contenerse. Colocó su mano en su pantalón y, bajó el cierre, liberando su hombría. En un instante de frustración, se reprendió internamente. "¿Desde cuándo te convertiste en un pervertido, Crono?" A pesar de la lucha interna, no pudo resistirse y comenzó a masajearse mientras se mordía el labio inferior para sofocar cualquier gemido involu
Freya y Crono apenas durmieron unas horas, y cuando Freya despertó, lo hizo aturdida. Un embriagador aroma cítrico y amaderado se filtró por sus fosas nasales, despertando sus sentidos. Aun adormecida, se frotó los ojos para despejar la niebla del sueño. Después de unos instantes, pudo distinguir la figura de un hombre atractivo, de ojos grisáceos y cabello castaño, que se encontraba sentado en sus talones frente a ella. —Hola —susurró él, con la mirada seductora. Freya bostezando, todavía somnolienta, le preguntó. —¿Qué haces? —Su cerebro consciente intentaba desesperadamente convencerla de que lo apartara, pero su cuerpo se estaba calentando y bloqueaba todas las señales de alerta que su mente intentaba enviar. —Necesito estar dentro de ti —susurró con voz varonil, tomando las manos de Freya y colocándolas detrás de su cabeza. —Te estás aprovechando de mi celo, lobo rastrero —expresó ella con una voz mimosa y sensual. Crono se hundió en ella, escuchando cómo soltaba un gemido e
Freya despertó antes del amanecer, sintiendo que la bruma de celo que la envolvía se disipaba lentamente. Su mente, era un torbellino de emociones, un huracán que amenazaba con destrozar los recuerdos de los tres días mágicos con Crono. Cada instante con él había sido una maravilla, Pero la realidad la llamaba, recordándole que no podía flaquear en su misión. Parpadeó varias veces, indecisa entre quedarse y sumergirse en el abrazo reconfortante de su mate o mantenerse firme en sus planes. Un suspiro pesado, cargado de melancolía, escapó de sus labios al recordar también que aún faltaba la reacción de él al descubrir la presencia de quien, en su vida pasada, fue su gran amor. Ella se inclinó con cuidado adolorida, no quería despertarlo. Antes de colocar la mano en la manilla, inhaló profundamente, permitiendo que la esencia de su mate impregnara cada poro de su ser. Un suspiro lento y poderoso escapó de sus labios, como una última caricia a la conexión que compartieron en esos tres dí
—Es mi propio padre a quien juzgas. Si yo no intervengo ahora, temo que lo conduzcas directamente a la muerte, mientras a mí me arrojas al destierro. ¡No lo permitiré! —vociferó molesta. Su voz resonaba con la carga emocional de aquel trágico episodio en su vida pasada. Crono se sorprendió por la intensidad de sus palabras, respondió con desconcierto. —¿De dónde sacas semejante idea? ¿Me consideras tan tirano como para llevar a cabo tales acciones? —¡Eres el peor, Crono! Si no te hubiera sembrado dudas sobre la culpabilidad de mi padre, ahorita estaría llorando en mi habitación siendo humillada y maltratada por tus lobas y eso puedo asegurarlo. —Freya lanzó sus palabras con una mezcla de desprecio y desconfianza, sus ojos chispeaban con la furia acumulada. Crono, visiblemente afectado por la acusación, entrecerró los ojos. No le agradaba ser tildado de tirano. Con una voz grave y llena de decepción, expresó. —Ya te lo dije, no quiero verte involucrada en mis asuntos. Como líder al
Bajo el manto oscuro de la noche, la tierra de los lobos se veía envuelta en una penumbra que escondía a Chesay, un mago lleno de rencor y desprecio hacia la casta de los lobos. Su corazón ardía en llamas por la pérdida de sus padres a manos de la manada Yinka, y esa sed de venganza se extendía ahora hacia otras manadas.Un año atrás, cuando la luna se tiñó de rojo, Chesay desató su magia para abrir un portal hacia un mundo paralelo prehistórico habitado por gigantes y robustos orcos, seres brutales de escasos conocimientos. Con astucia, los manipuló como títeres, haciéndolos seguir ciegamente al prometerles tierras frondosas y poder a cambio de su lealtad.Los orcos avanzaban hacia la manada Sith. Las alarmas resonaban en la oscura noche, anunciando la llegada de los temidos Orcos. El pánico se apoderaba de la población, obligándola a abandonar sus hogares y refugiarse en la mansión. El alfa y los lobos guerreros, con sus pelajes erizados, se preparaban para la inminente batalla que
Los todoterrenos rugieron al salir de la manada, dejando atrás rastros de polvo. Crono iba conduciendo al volante con la preocupación grabada en su rostro. Temía que su fiera, encontrará la manera de salir de la habitación y cometiera una locura.Mientras tanto, Isis y Siena, conscientes de que la discreción era su mejor aliada, planearon que Isis ingresara sin alertar a los vigilantes del portón principal. Siena, con un vestido corto, caminó sensualmente hacia los cuatro guerreros que custodiaban la entrada.—Caballeros, necesito su ayuda. Me he extraviado, no tengo idea de dónde queda mi casa —pronunció Siena con una voz entre cortada, teñida de fingida embriaguez.Los guerreros, cautivados por la aparente vulnerabilidad de la loba hermosa, se apartaron de la puerta, uno de ellos la tomó del brazo preocupado por la aparente desorientación de Siena y la instó a retirarse.—Señorita, cuidado, se cae. No debería de estar de noche en ese estado por la calle. Será mejor que se marche de
En medio del caos, una camioneta negra irrumpió en escena. De ella descendieron Freya, Isis, Siena y Apolo, cada uno empuñando arcos con osadía.—Amiga, necesitas transformarte. Siena y Apolo te respaldan —instó Isis, captando la presencia de alguien conocido.—¿Y tú, Isis? ¿Qué planeas hacer? —preguntó Freya al notar la expresión desconcertada en el rostro de su amiga.—Creo que puedo descubrir quién está detrás de los orcos —respondió Isis, avanzando hacia el exterior de la manada como si estuviera siendo guiada por una fuerza invisible.De entre las sombras surgía Fénix, una loba azul con destellos plateados que parecía envuelta en un manto de hielo con ojos en llamas. Su feroz gruñido resonó mientras se abalanzaba hacia el orco que atacaba a Crono y a su padre. Mientras tanto, Siena mantenía ocupados a los orcos con certeros flechazos, y Freya desataba un aliento helado que convertía a las bestias en estatuas de piedra.La asombrosa transformación de Freya dejó a Crono atónito. Se