Al día siguiente, los rayos del sol entraron por la ventana, despertando a Freya. Con un movimiento lento, se inclinó y salió de la cama, dirigiéndose hacia el baño. Aun con la mente ligeramente adormecida, llenó la tina con agua tibia y con cuidado se sumergió en ella, sintiendo cómo la calma del agua envolvía su cuerpo. El tiempo parecía desvanecerse mientras se perdía en sus pensamientos, su mente viajó a los últimos momentos antes de su reencarnación.
—Alfa Crono, por favor, te lo ruego, no mates a mi padre, él ha sido un lobo fiel a ti a tu región, ten piedad de nosotros. —Imploró Freya, arrodillada a los pies de Crono.
—Levántate, tu padre es un traidor. Después, vere qué haré contigo. Mejor ve a tu habitación a llorar, que es deprimente verte así, —él la trató con desdén.
—Después de que tu padre este muerto, veremos si mi alfa tiene compasión de ti, para que no tengas el mismo final que tu padre. A lo mejor, mi amor solo te mantiene encerrada en los calabozos —susurró Palas, mirándola con desprecio.
Palas había sido una joven dulce y amable que Crono llevó un día a la mansión, ganándose el corazón y la cama de Crono, lo que condujo a que él se divorciara de Freya.
—Ya estamos divorciados, Freya. Mañana después de la muerte de tu padre, ordenaré que te destierren de estas tierras. La manada de tu padre será dirigida por Dionisio, y todo lo de tu padre será confiscado por mi manada.
Freya, debilitada por la vida tan amarga que había llevado en esa mansión, se limpió las lágrimas con amargura, se levantó con la poca fuerza que le quedaba y salió del despacho, corrió a su habitación a llorar en silencio, era lo único que hacía desde que piso esa mansión.
La mañana siguiente, dos guardias sacaron a la fuerza a Freya de su habitación, y la obligaron a mirar como su padre era ahorcado. Su corazón se desgarró al ver esa escena, y la conmoción la hizo desmayarse. Cuando recuperó el conocimiento ya era de noche y se encontraba tirada en una zona boscosa. Fue entonces cuando comprendió que la habían expulsado de la manada. Con lágrimas en los ojos, caminó sin rumbo fijo, perdida en su tristeza y soledad. Fue en ese momento que un lobo salió de la nada vociferando.
—A ti te andaba buscando —el hombre hizo una mueca de desagrado—. Mira cómo te tenía el maldito de Crono. Pronto rendiré cuentas con ese lobo —el hombre se acercó a Freya, quien fue acorralada junto a un árbol y comenzó a acariciar su rostro—. Pronto, mi loba, esta región será nuestra. Todavía queda rastro de lo hermosa que eras cuando te conocí. Eres igual de hermosa que tu madre. Tú serás su reemplazo.
—¿Qué dices? ¿Mi madre? Ella está muerta desde que nací —Freya pudo sentir el aliento rancio del hombre en su rostro, lo que le produjo repulsión. No recordaba quién era, pero calculaba que tenía alrededor de unos 50 años. Sin embargo, su cuerpo se estremeció cuando escuchó el nombre de su madre.
El hombre soltó una carcajada.
—Yo soy Pirro Sith, tu tío. También fui desterrado por mi padre de la manada que comandaba mi querido hermano. Mi hermosa Flavia, tu madre fue mi mate, pero tu padre me la arrebató. Ella me despreció y me rechazó. Después de que naciste, yo regresé a la manada por lo que era mío. Ella me pertenecía.
—Eso no es verdad, ella murió cuando yo nací.
—No, mi querida sobrina, yo la secuestré y me sirvió en la cama por muchos años hasta que la m*****a se suicidó. Tú eres su vivo retrato. Tú vas a ser mi amor, mi adorada Luna.
Las lágrimas no dejaban de rodar por los ojos de Freya, estaba pasmada por enterarse de que su madre no había muerto cuando ella nació, sino que sufrió en manos de su tío. Eso era desgarrador. Se removió de asco al sentir las manos de ese hombre sobre su cuerpo.
—Déjame ir, no me hagas daño, he sufrido mucho, ten compasión de mí —Rogó con la voz entrecortada.
—Coopera, mi amor. No te haré nada que no te vaya a gustar. No seas como tu madre, terca. Si me obedeces, tendré compasión contigo. —El lobo la tomó de la mano—. Mejor vamos a tu nuevo hogar.
Freya sintió que estaba destinada a sufrir, saliendo de un verdugo para entrar en otro, y peor aún, su tío, el causante de la muerte de su madre. Caminó con el hombre en aparente sumisión, mientras en su mente buscaba la forma de cómo podría escapar de esta pesadilla.
—Eso me gusta, que te estés aceptando a tu destino —expulsó Pirro con satisfacción.
Pero en el momento en que Freya estuvo a punto de montarse en el carro, vio una piedra a su alcance, la tomó rápidamente y la arrojó con todas sus fuerzas hacia la cabeza de Pirro. El golpe lo dejó aturdido, y Freya aprovechó la oportunidad para huir corriendo, adentrándose en el bosque. Corrió y corrió, sedienta y exhausta, hasta llegar a un acantilado. Se sentía desesperada y sin esperanza. Con lágrimas desbordadas en su rostro, abrió las manos y gritó a la Luna.
—Diosa Selene, qué destino tan cruel me diste. Todavía no comprendo qué hice para merecer tanta maldad o qué hice en mi vida pasada para estar pagándola en esta. ¿Por qué permitiste que se cometieran injusticias con mi padre y conmigo? No quiero seguir sufriendo. Toma mi vida y haz lo que quieras con ella.
Freya pronunció esas palabras con desesperación y desgarro en el corazón, buscando respuestas a las innumerables humillaciones que había vivido en un año. En ese momento, la Luna se tornó de un rojo intenso, un fenómeno que capturó su atención. Pero un gruñido la hizo apartar la mirada de la Luna, y de repente se volteó para ver a un gigante lobo marrón que se aproximaba hacia ella, mostrando sus colmillos. Cuando el lobo estuvo cerca, Freya lo vio transformarse en la figura de Pirro, lo que la dejó atónita y llena de miedo.
Ella solo pudo dar unos pasos hacia atrás y finalmente cayó al vacío. No recordaba sentir dolor, solo despertó llorando en su cama, como si lo que había vivido fuera un oscuro y perturbador sueño. Lo que vivió lo sintió tan real que la seguía atormentando.
Días después vivió eventos que recordada de su vida pasada, investigó la muerte de su madre y descubrió que había sido secuestrada, y años después encontraron su cuerpo sin vida. Su padre se lo ocultó para no hacerla sufrir. Intentó disolver su matrimonio, pero ya había un trato de por medio. A partir de ahí, comenzó a idear un plan para vengarse de las personas que la habían destrozado en su vida pasada. En ese año, conoció a Isis, una de las personas que ha ganado su confianza desde que reencarno. Ambas comenzaron a practicar lucha en sus formas humanas y lobunas. Después de su reencarnación, la diosa Selene le otorgó poderes especiales a su loba Fénix.
De repente, una serie de golpes inesperados resonaron a través de la puerta de su habitación. Freya, con el corazón galopando con fuerza, sintió cómo el pasado se desvanecía de su mente en un parpadeo. Sin pensarlo dos veces, emergió rápidamente de la tina y, con el agua goteando de su piel, tomó una toalla para envolverse. Con pasos decididos, avanzó hacia el centro de la habitación y con una voz gélida preguntó con dureza. —¿Quién es? —Señora, mi Luna, soy Lucía —anunció con respeto—. El Alfa Crono me ha enviado para buscarla y llevarla al comedor. El mediodía se acerca, y ha notado que no ha salido de su habitación. —Bajaré a comer en un rato —alegó, con su voz firme. Lucía insistió con un tono de urgencia, sabiendo que el Alfa Crono esperaba su presencia. —Señora, el Alfa Crono ha pedido que baje en la próxima media hora. Estoy a la orden para lo que desee. Freya, recordó las conspiraciones que se habían tejido entre los empleados desde la llegada de Palas a la mansión. —Aví
En su despacho, Crono se hallaba sentado en su sillón en una profunda confusión, revisando unos documentos. Entre susurros, dejó escapar su intranquilidad. —¿Qué ha sucedido con Freya? No puedo comprender su drástico cambio de actitud en un año. Debería mantenerse obediente y evitar cualquier conflicto en esta mansión —murmuró con una expresión de inquietud. Apartó los papeles a un lado y se recostó en su silla, exhalando un suspiro cargado de pesar—. Eris tendría que haber mantenido a Freya bajo control, asegurándose de que no divulgara mi relación con ella con su padre. En este momento, no puedo permitirme perder el apoyo de Agamenón. Estoy recopilando pruebas que demostrarán que fue él el traidor, quien causó la muerte de mi amada Lea. Crono no creía en las parejas destinadas. Hace tres años, se había enamorado profundamente de Lea, una loba de personalidad dulce, tierna y sumamente complaciente. En ese entonces, su anhelo era desafiar cualquier destino y unir su vida a la de Lea,
—Los Orcos, nuevamente, atacaron a la manada Drunes, dejando un rastro de destrucción a su paso. Aunque conseguimos ahuyentarlos en este último enfrentamiento, la amenaza persiste y se acerca cada día más a nuestra manada. —La preocupación resonaba en el tono de voz de Batían al otro lado del teléfono; era evidente que había perdido a varios de sus valientes hombres en la defensa de otra manada en peligro. Crono mantenía la mirada tensa mientras atendía la llamada telefónica de su Gamma. Escuchaba en silencio, consciente de la gravedad de la situación. El antiguo líder alfa perdió la vida enfrentándose a esas criaturas y sin dejar descendientes, Crono se había convertido en uno de los principales candidatos para ocupar el liderazgo. Ahora, debía descubrir qué desencadenó la aparición de estas criaturas en las tierras de lobos, específicamente en las tierras altas del norte de Escocia. —Mañana estaré en las tierras de los Kelpies. Mantengo la esperanza de llegar a un acuerdo con el lí
Crono se hallaba inmerso en unos documentos cuando, de repente, golpes en la puerta interrumpieron su concentración. Alzó la cabeza con interés y, con gesto sereno, indicó. —Pase. Eris ingresó con un rostro afligido: mejilla hinchada, ojos enrojecidos y lágrimas que surcaban su rostro. Con una voz entrecortada, dejó escapar. —Mi alfa, después del almuerzo, la Luna me atacó, me insultó y humilló frente a los sirvientes. Esa mujer no es como usted me la había descrito. Ahora, ante los demás, soy simplemente su amante, ella dejó claro en el comedor, delante de todos, que me daba permiso para calentar su cama, porque ella no será su mate, ni le corresponderá como su esposa. Crono frunció el ceño, irritado por la situación. Era evidente que debía abordar este problema con su mate. Sin rodeos, le dijo a Eris. —Deja de llorar; no es para tanto. Ahora soy un hombre casado, y debes mantener la distancia. —Llevó una mano a su cabeza, como si intentara aliviar la creciente tensión. Era evide
Crono ingresó a su habitación, sintiendo su hombría palpitar. Con una mezcla de ansiedad y enojo rezongó. —Es una osada que se atreve a cuestionar todo lo que le digo. ¡Por poco me deja sin descendencia! —La frustración lo invadió por la mate que le tocó, una que desafiaba constantemente sus ordenes. Exasperado, buscó refugio en la ducha, esperando que el agua fría pudiera calmar las llamas de su rabia. A la mañana siguiente, cuando el sol aún no había iluminado completamente el cielo, Crono conducía a toda velocidad por las extensas montañas que rodeaban sus tierras, en dirección al misterioso reino de los Kelpies. Freya despertó temprano, sintiendo la necesidad de quedarse en su habitación. Decidió llamar a uno de los sirvientes, solicitándole que le llevaran el desayuno a su habitación. Además, tomó la iniciativa de invitar a su suegra para compartir el almuerzo. Freya sentía que el tiempo transcurría con lentitud. Sus ojos se dirigían constantemente hacia la ventana, y de repen
Mientras Crono avanzaba por una carretera envuelta en un aura que parecía haber detenido el tiempo, las casas distantes revelaban un estado de decadencia, y la rutina de la gente persistía con la extracción de agua de antiguos pozos. La escena lo desconcertaba, sumiéndolo en un sentimiento de tristeza. Al llegar a la majestuosa mansión de Pirro, Crono fue escoltado por lobos grotescos a lo largo de un pasillo lleno de incrustaciones de oro por los lados. Una imponente puerta se abrió ante él, y al atravesarla, se encontró con un lobo de unos 50 años. Las facciones del lobo eran similares a las de su suegro. Pirro, con una sonrisa trazada en su rostro, ocupaba majestuosamente una imponente silla frente a su escritorio. Él sabe, gracias a sus informantes, que las tierras altas carecían de guerreros para enfrentar a las criaturas destructoras, su confianza se reflejaba en su expresión. Estaba seguro de que Crono aceptaría las condiciones que planeaba proponer para luchar contra los Orco
Freya se despertó en una agradable sensación que la envolvía, sobresaltándose al percibir un aroma fresco que llenaba sus sentidos. Cuando abrió los ojos se asombró con la imponente y vigorosa figura de Crono recostada a su lado. Inclinándose, comenzó a darle delicados golpecitos en el hombro con el dedo. — Despierta, lobo sinvergüenza. Esta no es tu habitación —murmuró Freya con las cejas entrecerradas, expresando su descontento. Crono se removió con cansancio; llevaba dos días sin dormir y su agotamiento era evidente. Aun con los ojos cerrados, respondió de manera adormilada. —Déjame descansar. Por una vez en tu vida, podrías comportarte como mi Luna y déjame dormir. —¡No! Te retiras de mi habitación o te fastidiare hasta que te marches —ella no estaba dispuesta a ceder. Crono alzó la cabeza con expresión fatigada, sintiendo cómo el mal humor se apoderaba de él. Estaba a punto de responder cuando percibió el sonido de la puerta abriéndose. Giró hacia la entrada y observó a la pe
Freya llevaba una semana recuperándose; afortunadamente, sus heridas no eran de gravedad. Durante este tiempo, se dedicó a revisar los documentos concernientes a las labores sociales de la manada. Su tranquilidad se vio interrumpida cuando le informaron que su padre estaba en la mansión. Agamenón recibió la noticia de lo ocurrido a su hija. Sin perder tiempo, se dirigió hacia la imponente mansión para enfrentar a Crono, quien en ese momento se encontraba fuera de la manada, en una reunión con su gamma. Freya, salió de la habitación a toda prisa y descendió las escaleras. Al llegar a la sala se encontró a su padre y se arrojó a sus brazos con cariño. —Papi, ¿qué haces aquí? Me alegra verte —expresó Freya, rompiendo el silencio. —Cariño, me informaron sobre el incidente con la loba que tu esposo mantenía aquí. Vine a ajustar cuentas con él —respondió Agamenón mientras estrechaba a su hija entre sus brazos. La conexión entre padre e hija se intensificó en ese abrazo de protección y c