De repente, una serie de golpes inesperados resonaron a través de la puerta de su habitación. Freya, con el corazón galopando con fuerza, sintió cómo el pasado se desvanecía de su mente en un parpadeo. Sin pensarlo dos veces, emergió rápidamente de la tina y, con el agua goteando de su piel, tomó una toalla para envolverse. Con pasos decididos, avanzó hacia el centro de la habitación y con una voz gélida preguntó con dureza.
—¿Quién es?
—Señora, mi Luna, soy Lucía —anunció con respeto—. El Alfa Crono me ha enviado para buscarla y llevarla al comedor. El mediodía se acerca, y ha notado que no ha salido de su habitación.
—Bajaré a comer en un rato —alegó, con su voz firme.
Lucía insistió con un tono de urgencia, sabiendo que el Alfa Crono esperaba su presencia.
—Señora, el Alfa Crono ha pedido que baje en la próxima media hora. Estoy a la orden para lo que desee.
Freya, recordó las conspiraciones que se habían tejido entre los empleados desde la llegada de Palas a la mansión.
—Avísele al alfa Crono que bajaré a almorzar en una hora —declaró mientras se dirigía al armario. Allí, eligió un vestido negro sencillo y unas cómodas sandalias sin tacón. Con su altura de 1,70 metros, prefería la comodidad sin necesidad de impresionar a nadie.
Pasados más de una hora, Freya salió de la habitación y descendió las escaleras, camino hacia el comedor de forma tranquila. Miro a Crono quieto sentado en la cabecera de la mesa, y a su lado estaba Eris con la mirada de molestia fija en ella. Sin embargo, ella eligió ocupar un asiento en el extremo opuesto de la mesa.
—Buenas tardes, Luna, —saludó Eris con un tono cordial—. Espero que no le moleste que esté sentada junto al alfa. Si lo prefiere, puedo tomar otro asiento. —Agregó en un tono dulce y tímido.
—Deja tus cinismo conmigo, Eris —respondió Freya con calma y con la mirada fija en la loba—. Sabes que lo que dices es porque Crono esta presente. Pero te comprendo, por ser la amante del alfa, me imagino que te crees con derecho a hacer lo que quieras en esta mansión. Solo te advierto, no quiero que te acerques a mí o invadas mi espacio, porque sabrás quién es tu Luna. —Declaró mientras se llevaba una cuchara de sopa a la boca.
El asombro se dibujó en el rostro de Eris al escuchar las palabras de Freya, pero se sobresaltó cuando un estruendo resonó en la mesa. La atención de todos se dirigió al Alfa, cuya irá era palpable.
Crono estaba furioso. La mujer frente a él no se parecía en nada a la joven caprichosa e ingenua de 15 años que había conocido. En su fiesta de 18 años, no se apartaba de él y alardeaba que era su mate. La actitud de la loba que tenía al frente lo enfureció.
—Ya me estás cansando con tus ofensas —espetó Crono con severidad—. Respeta a Eris, que trata de ser amable contigo. Si no cambias tu actitud, tendré que castigarte. No me tientes, Freya —advirtió con firmeza entrecerrando los ojos.
Freya mantuvo su calma, llevándose otra cuchara de sopa a la boca sin inmutarse. Luego, se limpió la boca con la servilleta y dirigió una mirada helada a su esposo. No mostraba señales de miedo ni de inseguridad.
—El alfa no tiene derecho a castigarme —afirmó con seguridad—. Y si se atreve a hacerme algo, los alfas de otras manadas se enteraran de lo cruel que es el gran alfa con la Luna de la región.
Las palabras de Freya provocaron una tormenta de emociones en Crono. Tenía un impulso de levantarse y llevarla a su habitación para darle unas nalgadas, pero en su lugar, optó por un profundo suspiro para controlar su rabia. Rodó su silla y se levantó, le dio la espalda y encaminó con pasos acelerados hacia su despacho.
Freya prosiguió con su comida con aparente indiferencia, como si nada hubiera ocurrido. Por otro lado, Eris manifestaba claramente su incomodidad y le costaba asimilar la arrogancia de Freya. Siendo prima del gran amor del alfa, Eris había albergado sentimientos por Crono desde el momento en que lo conoció. Ahora, su propósito era humillarla, haciendo que se sintiera inferior a los lobos y, además, buscaba que Crono despreciara a su mate.
Eris, incapaz de contener su disgusto, se dirigió a Freya con palabras afiladas y una voz ronca.
—Freya, deberías comportarte como una señora casada. Tú eres una recién llegada a esta mansión y debes acatar órdenes. Te crees la gran cosa, pero no eres nadie en esta manada. Crono se casó contigo por conveniencia, él nunca conecto contigo como mate; tu padre se lo impuso como requisito para convencer a los otros alfas de que él era el indicado para ser el líder de esta región. Además, yo soy la prima del gran amor del alfa, de la loba que él sí amó, no a una loba altanera y sin respeto a los demás como tú.
Eris se levantó de la mesa y avanzó hacia Freya. En el pasado, Eris la agarró por el cabello y le dio varias cachetadas, Freya los había soportado en silencio debido al amor que sentía por Crono.
Al ver las intenciones de Eris, Freya giró la cabeza y con un movimiento rápido y feroz, le propinó una cachetada tan fuerte que la hizo caer de espaldas al suelo. Los empleados que estaban presentes quedaron atónitos, con la boca abierta, asombrados por la inesperada muestra de fuerza y agilidad de su Luna.
Freya, con una mirada gélida y segura de sí misma, dirigió su atención a todos los presentes y con voz firme pronunció.
—Esto es para todos. Yo soy la señora de esta mansión y a quien deben obedecer. Así que piensen bien a quién le deben dar su lealtad. No se metan conmigo, porque no tendré paciencia ni piedad. Ahora, retírense a hacer sus labores.
Los empleados retomaron sus quehaceres, susurros y miradas nerviosas se encontraban en los pasillos de la mansión.
Freya, se giró y tomó una jarra de agua fría de la mesa y la arrojó de manera brusca sobre Eris, quien todavía yacía en el suelo, sobándose la cara. Sin apartar la mirada de su rival, articuló con una voz cortante y llena de desprecio.
—La próxima vez que me hables de esa manera, me encargaré de castigarte. Para mí, solo eres la amante de mi esposo, que evitará que el idiota de Crono quiera tocarme. —Ella se dio la vuelta y salió del comedor furioso por la desfachatez de esa loba de querer humillarla delante de los empleados.
En su despacho, Crono se hallaba sentado en su sillón en una profunda confusión, revisando unos documentos. Entre susurros, dejó escapar su intranquilidad. —¿Qué ha sucedido con Freya? No puedo comprender su drástico cambio de actitud en un año. Debería mantenerse obediente y evitar cualquier conflicto en esta mansión —murmuró con una expresión de inquietud. Apartó los papeles a un lado y se recostó en su silla, exhalando un suspiro cargado de pesar—. Eris tendría que haber mantenido a Freya bajo control, asegurándose de que no divulgara mi relación con ella con su padre. En este momento, no puedo permitirme perder el apoyo de Agamenón. Estoy recopilando pruebas que demostrarán que fue él el traidor, quien causó la muerte de mi amada Lea. Crono no creía en las parejas destinadas. Hace tres años, se había enamorado profundamente de Lea, una loba de personalidad dulce, tierna y sumamente complaciente. En ese entonces, su anhelo era desafiar cualquier destino y unir su vida a la de Lea,
—Los Orcos, nuevamente, atacaron a la manada Drunes, dejando un rastro de destrucción a su paso. Aunque conseguimos ahuyentarlos en este último enfrentamiento, la amenaza persiste y se acerca cada día más a nuestra manada. —La preocupación resonaba en el tono de voz de Batían al otro lado del teléfono; era evidente que había perdido a varios de sus valientes hombres en la defensa de otra manada en peligro. Crono mantenía la mirada tensa mientras atendía la llamada telefónica de su Gamma. Escuchaba en silencio, consciente de la gravedad de la situación. El antiguo líder alfa perdió la vida enfrentándose a esas criaturas y sin dejar descendientes, Crono se había convertido en uno de los principales candidatos para ocupar el liderazgo. Ahora, debía descubrir qué desencadenó la aparición de estas criaturas en las tierras de lobos, específicamente en las tierras altas del norte de Escocia. —Mañana estaré en las tierras de los Kelpies. Mantengo la esperanza de llegar a un acuerdo con el lí
Crono se hallaba inmerso en unos documentos cuando, de repente, golpes en la puerta interrumpieron su concentración. Alzó la cabeza con interés y, con gesto sereno, indicó. —Pase. Eris ingresó con un rostro afligido: mejilla hinchada, ojos enrojecidos y lágrimas que surcaban su rostro. Con una voz entrecortada, dejó escapar. —Mi alfa, después del almuerzo, la Luna me atacó, me insultó y humilló frente a los sirvientes. Esa mujer no es como usted me la había descrito. Ahora, ante los demás, soy simplemente su amante, ella dejó claro en el comedor, delante de todos, que me daba permiso para calentar su cama, porque ella no será su mate, ni le corresponderá como su esposa. Crono frunció el ceño, irritado por la situación. Era evidente que debía abordar este problema con su mate. Sin rodeos, le dijo a Eris. —Deja de llorar; no es para tanto. Ahora soy un hombre casado, y debes mantener la distancia. —Llevó una mano a su cabeza, como si intentara aliviar la creciente tensión. Era evide
Crono ingresó a su habitación, sintiendo su hombría palpitar. Con una mezcla de ansiedad y enojo rezongó. —Es una osada que se atreve a cuestionar todo lo que le digo. ¡Por poco me deja sin descendencia! —La frustración lo invadió por la mate que le tocó, una que desafiaba constantemente sus ordenes. Exasperado, buscó refugio en la ducha, esperando que el agua fría pudiera calmar las llamas de su rabia. A la mañana siguiente, cuando el sol aún no había iluminado completamente el cielo, Crono conducía a toda velocidad por las extensas montañas que rodeaban sus tierras, en dirección al misterioso reino de los Kelpies. Freya despertó temprano, sintiendo la necesidad de quedarse en su habitación. Decidió llamar a uno de los sirvientes, solicitándole que le llevaran el desayuno a su habitación. Además, tomó la iniciativa de invitar a su suegra para compartir el almuerzo. Freya sentía que el tiempo transcurría con lentitud. Sus ojos se dirigían constantemente hacia la ventana, y de repen
Mientras Crono avanzaba por una carretera envuelta en un aura que parecía haber detenido el tiempo, las casas distantes revelaban un estado de decadencia, y la rutina de la gente persistía con la extracción de agua de antiguos pozos. La escena lo desconcertaba, sumiéndolo en un sentimiento de tristeza. Al llegar a la majestuosa mansión de Pirro, Crono fue escoltado por lobos grotescos a lo largo de un pasillo lleno de incrustaciones de oro por los lados. Una imponente puerta se abrió ante él, y al atravesarla, se encontró con un lobo de unos 50 años. Las facciones del lobo eran similares a las de su suegro. Pirro, con una sonrisa trazada en su rostro, ocupaba majestuosamente una imponente silla frente a su escritorio. Él sabe, gracias a sus informantes, que las tierras altas carecían de guerreros para enfrentar a las criaturas destructoras, su confianza se reflejaba en su expresión. Estaba seguro de que Crono aceptaría las condiciones que planeaba proponer para luchar contra los Orco
Freya se despertó en una agradable sensación que la envolvía, sobresaltándose al percibir un aroma fresco que llenaba sus sentidos. Cuando abrió los ojos se asombró con la imponente y vigorosa figura de Crono recostada a su lado. Inclinándose, comenzó a darle delicados golpecitos en el hombro con el dedo. — Despierta, lobo sinvergüenza. Esta no es tu habitación —murmuró Freya con las cejas entrecerradas, expresando su descontento. Crono se removió con cansancio; llevaba dos días sin dormir y su agotamiento era evidente. Aun con los ojos cerrados, respondió de manera adormilada. —Déjame descansar. Por una vez en tu vida, podrías comportarte como mi Luna y déjame dormir. —¡No! Te retiras de mi habitación o te fastidiare hasta que te marches —ella no estaba dispuesta a ceder. Crono alzó la cabeza con expresión fatigada, sintiendo cómo el mal humor se apoderaba de él. Estaba a punto de responder cuando percibió el sonido de la puerta abriéndose. Giró hacia la entrada y observó a la pe
Freya llevaba una semana recuperándose; afortunadamente, sus heridas no eran de gravedad. Durante este tiempo, se dedicó a revisar los documentos concernientes a las labores sociales de la manada. Su tranquilidad se vio interrumpida cuando le informaron que su padre estaba en la mansión. Agamenón recibió la noticia de lo ocurrido a su hija. Sin perder tiempo, se dirigió hacia la imponente mansión para enfrentar a Crono, quien en ese momento se encontraba fuera de la manada, en una reunión con su gamma. Freya, salió de la habitación a toda prisa y descendió las escaleras. Al llegar a la sala se encontró a su padre y se arrojó a sus brazos con cariño. —Papi, ¿qué haces aquí? Me alegra verte —expresó Freya, rompiendo el silencio. —Cariño, me informaron sobre el incidente con la loba que tu esposo mantenía aquí. Vine a ajustar cuentas con él —respondió Agamenón mientras estrechaba a su hija entre sus brazos. La conexión entre padre e hija se intensificó en ese abrazo de protección y c
—¡Maldición, Freya! Eres una salvaje. Me arrepiento profundamente de haber convencido a tu padre de no anular el matrimonio cuando me lo propuso. La diosa Selene me ha castigado con una despiadada mate que quiere acabar con mi existencia si me descuido. —Se quejó mirándola con los ojos entrecerrados—. ¿Porque quieres matarte? —Gritó, apretando los dientes. Era la primera vez que se enfrentaba a una loba con ese carácter. Freya sintió un nudo en la garganta al observar los ojos grises de Crono oscurecerse y la furia contraída en su rostro. El temor la invadió al pensar que la fuera a castigar, se apartó rápidamente hacia el otro extremo de la oficina, dejando el escritorio como barrera entre ambos. Mantuvo la frente en alto y la mirada desafiante, aunque en su interior temblaba de miedo, reflexionó. "Creo que me he excedido". Crono dio un paso hacia ella, y en un intento por defenderse, Freya le advirtió con voz tensa. —Crono, no te acerques. Si me haces daño, te juro que la próxima