Crono llegó al carro y, aunque Freya intentó bajarse, él no se lo permitió. Sabía por su apariencia que había sido golpeada con brutalidad; ella solo quería asegurarse de que sus hijos estuvieran bien. Derex abrió la puerta y los tres niños salieron disparados hacia su madre, ansiosos por abrazarla, pero su padre los detuvo con un gesto protector.—No apapachen a mamá. Está un poco lastimada, pero se pondrá bien —dijo Crono, con voz suave.—Crono, bájame —rogó Freya, con lágrimas resbalando por su rostro—. Necesito revisarlos, abrazarlos, son mis cachorros.—Ellos están bien, y no dejaré que te hagan daño, así que pórtate bien.Ella fue a protestar, pero prefirió quedarse callada. Esa actitud de tratarla como si fuera uno de sus hijos le provocó una sonrisa divertida.Él avanzó hacia el vehículo y la acomodó con cuidado en el asiento, luego se volvió hacia los pequeños y Agachándose a su altura, les habló con ternura.—Súbanse al carro con cuidado. Después de que el médico revise a ma
Habían pasado dos semanas desde que Lucía fue atacada. Poco salía de su habitación en la casa de Apolo, todavía no entendía ¿Por qué había dejado que él la marcara? Todo había ocurrido demasiado rápido: el ataque solo por ser una omega en celo, el rescate, y ahora esto... estar vinculada a alguien que ni siquiera conocía bien. Un pensamiento amargo brotó de su boca.—Pasé años esperando a mi pareja destinada, soñando con el día en que llegaría para protegerme de esos lobos depravados. Pero apareció demasiado tarde, cuando descubrí que puede defenderme sola. ¿De qué sirve un mate que no está cuando más lo necesitas?Sentía una punzada de decepción que le atravesaba el pecho. No entendía por qué su loba aullaba de desilusión.—Lucia, no podemos quedarnos aquí —murmuró su loba, clavando las garras en el suelo de su ecosistema—. Ese perro sarnoso sabía quién eras y no se dignó a aparecer. Sácame de esta maldita casa.Una carcajada áspera se le escapó a Lucia al escuchar el insulto de su l
Por otro lado, en el bosque, una loba corría entre los árboles, con la respiración entrecortada y con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho recordándole que Crono jamás la perdonaría.Llegó a un riachuelo, con sus patas temblorosas incapaces de seguir. Con un gemido, la loba se transformó en su forma humana, con su cuerpo desnudo y vulnerable bajo la luz de la luna. Se vistió rápido con la ropa que traía su loba en el lomo, subió la colina en silencio, agazapándose entre los arbustos para observar la frontera sur.Allí estaban guerreros con antorchas y con armas en las manos. Paso por su mente "Si me quedo en el norte, tarde o temprano me reconocerán, y los aliados de Crono no me permitirían vivir en paz. Me matarán," se mordió su labio inferior hasta sacar sangre. "Pero en el sur nadie me conoce. Podría desaparecer. Podría empezar de nuevo".El frío le erizaba la piel. El hambre le retorcía las entrañas. Pero el miedo era peor. Desde su escondite, vio un grupo de guardias reun
En la región del sur, Gena estaba arrodillada entre la hierba, absorta arrancado malezas, cuando de pronto una voz masculina la sobresaltó:—Hola, Gena —dijo Dionisio, apareciendo con discreción—. Necesito hablar con tu hermana. ¿Te importaría regresar a la mansión con tu mamá?La joven se levantó de golpe, llevándose una mano al pecho. Con los ojos llenos de alarma, preguntó con voz quebrada.—¿Le pasó algo a mi madre?—No, tranquila —respondió él, alzando las manos—. Solo necesito quedarme a solas con Siena.Gena lo miró con curiosidad, y de pronto todo cobró sentido en su mente: "Ah... por eso mi hermana huía de él". Una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios.—Cuide bien de ella, señor —dijo, juguetona—. Y dígale que volví con mamá.Dionisio soltó una risa baja.—Nada de señor —replicó, guiñándole un ojo—. Suena mejor que me llames Dionisio o cuñado.—Cuñado, no la haga sufrir, recuerda que ahora tiene una familia que la defiende.Dionisio esbozó una sonrisa fugaz, Luego señaló
Freya descansó cinco días. Al amanecer cuando el sol apenas salía por el horizonte, emprendió un viaje junto a Crono y sus hijos, el camino hacia la manada de su padre le traía malos recuerdos. Los niños, estaban ansiosos por la aventura, no dejaban de asomarse por la ventana, señalando los paisajes y preguntando una y otra vez.—¿Falta mucho?—Tengan paciencia, pronto llegaremos —respondía Crono, sin quitar la mirada de la carretera.Freya, aún débil por las heridas del atentado, contemplaba a través de la ventana la naturaleza con una nostalgia que no podía evitar.—No creí que volvería a ver estas tierras —murmuró, mientras el paisaje despertaba fantasmas del pasado. Se volvió hacia sus hijos que se encontraban absortos en sus juegos, inocentes ante la tristeza que ella experimenta.Sin apartar la vista de la carretera, Crono extendió su mano derecha y apretó con cariño su mano que reposaba sobre su pierna, como si ese simple gesto bastara para ahuyentar sus penas.—Ojalá pudiera b
Apolo permaneció inmóvil frente a la cafetería, observando a través del cristal cómo Lucía atendía a los clientes con amabilidad y seriedad. Su pecho se elevó con varias respiraciones profundas, cada una cargada de emoción. Reunió valor y empujó la puerta. Entró con pasos firmes y caminó hacia una mesa vacía junto a la ventana. Una sonrisa rebelde se dibujó en sus labios al confirmar que, después de tanto tiempo, por fin la había encontrado. Sus ojos inquietos la buscaron, la vio más hermosa de como la recordaba.Lucía escribía distraída en su pequeña libreta cuando escuchó:—¿Viste al hombre que acaba de entrar? —preguntó una chica recostada en el mostrador—. No deja de mirar para acá.Lucía alzó la vista y allí lo vio, se quedó paralizada, observando su cabello rubio como siempre rebelde que brillaba bajo la luz que entraba por la ventana. Llevaba una camisa azul y un jean, algo inusual en él; estaba acostumbrada a verlo sudando en ropa de entrenamiento. Aunque vestía de forma casua
Lucía intentó concentrarse en su trabajo después de que Apolo se marchara, pero cada minuto que pasaba era una tortura. Las miradas curiosas de sus compañeras la seguían a cada paso que daba, especialmente la de Susi.—Oye, ¿en serio es tu mate? —preguntó la cajera con voz baja mientras servía un café, sin poder disimular su curiosidad.Lucia apretó los dientes, sin ganas de dar explicaciones.—No es lo que ustedes dos piensan —noto la presencia de Sisi—. No estamos juntos.—Pues él no parece pensar lo mismo, si ni lo quieres deja que otras lo aprovechemos —murmuró Susi con un dejo de envidia, lo que hizo que Lucía rodara los ojos. No entendía ese reproche por alguien que ni siquiera conocía. Respiró hondo, fingió ignorarla y clavó la mirada en las mesas vacías. Decidió limpiarlas: sus manos continuaron trabajando mecánicamente, pero su mente era un manojo de nervios.Las horas transcurrieron con amarga lentitud para Lucia. Cada vez que la puerta de la cafetería se abría, su mirada se
Al doblar la esquina, el edificio de dos plantas apareció ante ella, al cruzar el umbral, el aroma a hierbas y guiso la envolvió, pero ni siquiera eso logró reconfortarla. Avanzó por el pasillo con la mirada perdida, hasta que una voz cálida y rasposa la sacó de su ensimismamiento.—Muchachita, ¡llegaste! Hoy sí me vas a acompañar a cenar, ¿verdad?Era la señora Gloria, la dueña de la residencia, una mujer de cabello canoso y sonrisa maternal que siempre esperaba a Lucía con un plato de comida caliente y palabras de consuelo, dispuesta a escuchar cada queja sobre su agotador trabajo. Lucía intentó esbozar una sonrisa, pero ni siquiera sus músculos obedecían.—Señora Gloria no me siento bien. Mañana te acompaño a comer, te lo prometo.La anciana asomó la cabeza desde la cocina y, al ver el semblante deshecho de Lucía, apago la estufa y se la lavo las manos, luego camino apresurada para alcanzar a lucia, con sus manos arrugadas la sostuvo del brazo.—Muchachita, ¿qué te pasó? ¿Otra vez